
07/07/2025
Es increíble la envidia y los comentarios negativos que recibe Franco Colapinto, y más doloroso aún es ver que vienen, en su mayoría, de sus propios compatriotas.
Franco jamás pidió ser ídolo de nadie, jamás se puso en un pedestal. Es un pibe que trabaja en silencio, que representa a la Argentina con humildad y orgullo en un deporte durísimo como la Fórmula 1. Cada fin de semana deja el alma, pero hay quienes parecen esperar que le vaya mal solo para poder burlarse o minimizar lo que hace.
Lo vimos mil veces: cuando un atleta argentino llega alto, aparecen todos a sacarse la foto, a colgarse la medalla, a decir "yo lo seguía desde siempre". Pero antes de eso, lo critican, lo desprecian, lo atacan. ¿Por qué? ¿Por qué cuesta tanto apoyar al que se esfuerza, al que sueña, al que deja bien parado al país?
Esto no es solo sobre Franco. Es un patrón cultural que ya tocó a muchos deportistas y artistas. Y es hora de que lo cambiemos.
Como sociedad, tenemos que dejar de ver al que progresa como una amenaza o como un blanco fácil para descargar frustraciones. Tenemos que aprender a acompañar, a respetar el proceso, a construir en vez de destruir.
Apoyar no cuesta nada. Pero el daño que hace el desprecio gratuito sí se siente. Ojalá empecemos a valorar a nuestros representantes cuando todavía están construyendo su camino, no solo cuando ya triunfaron. Porque el verdadero orgullo nacional se demuestra en el trayecto, no solo en la llegada.