
30/05/2025
Antes de Vuitton, Gucci o Balenciaga… existía Zegna
Ermenegildo Zegna no tenía tiendas en París ni escaparates en Nueva York. No contrataba modelos, ni llenaba revistas de anuncios. Pero tenía una obsesión: crear ropa tan impecable, tan elegante, que hablara sola.
Y lo logró.
Desde un pequeño pueblo en Italia, ideó una estrategia simple y brillante: mandaba catálogos por correo. Cada página era una obra de diseño. Con fotografías cuidadas, descripciones precisas y precios bien pensados. Si vivías en Moscú, en Buenos Aires o en el desierto… al abrir ese catálogo, sentías que esa prenda había sido diseñada solo para ti.
Los pedidos llegaban por carta. Manuscritos. Firmados por clientes ricos, exigentes y leales. Así nació una de las marcas más lujosas del planeta.
No por ruido.
Sino por detalle.
No por gritos.
Sino por elegancia.
Ermenegildo Zegna entendió algo que muchos hoy aún no comprenden: que vender con clase es un arte. Y que un buen texto, una buena imagen y una entrega perfecta… pueden vestir a medio mundo.