Creadora de sueños y metas

Creadora de sueños y metas Redaccion Creativa

Como escritora creativa, mi pasión radica en explorar los límites de la imaginación y transformar ideas en historias que conecten profundamente con los lectores. Con una mente curiosa y un estilo único, me enfoco en crear narrativas que no solo entretienen, sino que también invitan a reflexionar, a cuestionar y a soñar. Mi proceso creativo es una combinación de observación detallada, introspección

personal y una constante búsqueda por plasmar lo invisible en palabras. A través de la ficción, busco inspirar a quienes buscan algo más allá de lo ordinario, desafiando las perspectivas tradicionales y llevando a mis lectores a un viaje único de descubrimiento y emoción.

¿Dónde está el botón de apagado?”El grito silencioso del dolor insoportable.Esta paciente enfrentaba un cáncer en etapa ...
07/08/2025

¿Dónde está el botón de apagado?”El grito silencioso del dolor insoportable.
Esta paciente enfrentaba un cáncer en etapa avanzada. Su dolor no era sólo físico, sino existencial. Había alcanzado ese punto en el que ya no se busca tanto mejorar, sino simplemente dejar de sufrir. Había reducido su vida a lo esencial: comer, dormir, tolerar. Todo lo demás era secundario. El dolor la obligaba a vivir en modo supervivencia.
Su pregunta fue una forma de decir: “Ya no puedo más. ¿Cómo se apaga esto?”
El dolor que no se ve, pero que todo lo condiciona
En medicina hablamos de escalas del dolor, de porcentajes, de niveles. Pero para quien lo padece, el dolor es total. Es un invasor que se instala en el cuerpo, toma la conciencia, y transforma cada día en un campo de batalla.
Hay dolores que se medican. Pero hay otros que requieren más: empatía, escucha, acompañamiento, humanización del acto médico.
Esta paciente me recordó que el humor, incluso en el sufrimiento, es un mecanismo de defensa, una manera de resistir. Pero también una alarma encendida: detrás de la broma, el cuerpo pide ayuda a gritos.
Lo insostenible que se vuelve cotidiano
En los pasillos de la medicina, solemos ver rostros cansados, palabras resignadas, miradas que ya no preguntan. Pero, a veces, aparece una frase como esa, que lo cambia todo. Nos confronta con la dimensión más humana de nuestro rol: aliviar, contener, y, cuando no se puede curar, estar.
¿Dónde está el botón de apagado?
Tal vez no existe. Pero sí existe la posibilidad de acompañar ese dolor, de tratarlo con dignidad, y de que el paciente no lo transite en soledad.
Conclusión
Esa frase me quedó grabada porque me hizo reflexionar sobre el límite del sufrimiento humano, sobre la necesidad de escuchar más allá de las palabras, y sobre lo mucho que aún podemos hacer incluso cuando la medicina no puede ofrecer cura.
Apagar el dolor, aunque sea por un instante, puede ser el acto más compasivo de todos. Porque no siempre se trata de vivir más. A veces, solo se trata de no doler.

El caos y el vacío no son compañeros. No se dan la mano ni se abrazan en la penumbra. Apenas coexisten, como dos etapas ...
26/07/2025

El caos y el vacío no son compañeros. No se dan la mano ni se abrazan en la penumbra. Apenas coexisten, como dos etapas distintas de un mismo proceso inevitable. Uno grita, arrasa, ruge con fuerza. El otro espera en silencio. Pero ambos forman parte de un todo mayor: el ciclo que atraviesan los individuos, los grupos y hasta las civilizaciones cuando pierden su rumbo.

El caos no es más que el desorden absoluto, manifestado en todas sus dimensiones: emocional, social, espiritual. Aparece cuando los pilares de la coherencia y la armonía se desmoronan. No es aleatorio, no surge de la nada. Se alimenta de los pensamientos oscuros, de la ira no canalizada, del resentimiento acumulado, del miedo disfrazado de poder. Crece como una hiedra tóxica cuando la humanidad decide —consciente o inconscientemente— abonarlo.

Y cuando el caos encuentra terreno fértil, no se detiene. Destruye. Lo hace en todos los planos: ideas, relaciones, estructuras, comunidades enteras. Nos volvemos partícipes sin quererlo, o lo peor, queriéndolo. Porque muchas veces confundimos el caos con una forma de justicia, con una excusa para romper todo lo que no supimos sanar. Lo usamos como herramienta para sembrar odio, generar pánico, desestabilizar... hasta que finalmente se cumple su cometido: la destrucción.

Y entonces ocurre algo inquietante. Tras la tormenta brutal que deja todo reducido a cenizas, llega el silencio. Un silencio denso, incómodo, como antesala de algo aún más abrumador: el vacío.

El vacío no es caos. Es su consecuencia. Es el eco de lo perdido. No grita ni ruge, simplemente absorbe. Se traga los restos, los gritos, las culpas. No tiene forma ni límites. Es la nada que llega después de todo, cuando ya no queda nada por romper. Es la conciencia posterior a la caída, el momento en que entendemos que ya no hay a quién culpar, ni qué salvar.

Este ciclo, aunque devastador, no es irreversible. Comprenderlo es el primer paso para evitarlo. Porque mientras el caos se nutre del odio, también puede ser desactivado por la empatía, la reflexión y el diálogo. Y el vacío, aunque parece eterno, puede ser el suelo fértil donde nazca algo nuevo... si elegimos no volver a sembrar las mismas sombras.

La ciencia médica se encuentra atravesando una revolución sin precedentes. En las últimas décadas, los avances tecnológi...
18/07/2025

La ciencia médica se encuentra atravesando una revolución sin precedentes. En las últimas décadas, los avances tecnológicos han transformado profundamente la manera en que entendemos, investigamos y abordamos las enfermedades. En este escenario, la inteligencia artificial (IA) ha emergido como una herramienta clave, cambiando para siempre el mapa de la investigación clínica y epidemiológica.
La integración de la IA en la ciencia médica
El uso de algoritmos inteligentes, aprendizaje automático y procesamiento de lenguaje natural ha permitido a los profesionales de la salud analizar de forma más rápida y precisa una enorme cantidad de datos biomédicos. Informes clínicos, estudios de imágenes, registros electrónicos de salud, bases de datos genéticas y literatura científica pueden ahora ser cruzados, integrados e interpretados en cuestión de segundos.
Este nivel de automatización no solo mejora la eficiencia, sino que permite a los investigadores médicos dedicar más tiempo al análisis crítico y al desarrollo de hipótesis, en lugar de tareas repetitivas de búsqueda o clasificación.
Interiorización y comparación a escala global
Una de las ventajas más destacadas es la posibilidad de comparar datos locales con tendencias internacionales. Herramientas impulsadas por IA permiten cotejar incidencias, patrones de respuesta a tratamientos, mutaciones genéticas y eficacia terapéutica entre distintas poblaciones y países. Esto no solo enriquece la comprensión de enfermedades emergentes, sino que facilita la colaboración científica transnacional, aportando una mirada más global y equitativa a la medicina.
Lo positivo del uso de IA en la investigación médica
Acceso inmediato al conocimiento: Plataformas basadas en IA pueden identificar publicaciones científicas relevantes, resúmenes de evidencia y ensayos clínicos en cuestión de segundos.
Predicción de enfermedades: Los algoritmos permiten anticipar brotes, detectar factores de riesgo y evaluar la probabilidad de aparición de enfermedades en individuos o comunidades.
Diagnóstico asistido: El procesamiento de imágenes médicas y la interpretación automatizada de resultados han mejorado la precisión diagnóstica.
Toma de decisiones basada en datos reales: Gracias al análisis de big data, los médicos pueden ofrecer tratamientos más personalizados y ajustados a cada paciente.
¿Y lo negativo? Riesgos y desafíos
Como toda herramienta poderosa, la IA también plantea desafíos importantes:
Sesgos en los datos: Si los algoritmos se entrenan con datos incompletos o sesgados, los resultados pueden ser imprecisos o incluso peligrosos.
Pérdida de criterio clínico: La dependencia excesiva de herramientas automáticas puede disminuir la capacidad crítica del profesional humano.
Privacidad de los datos: El uso masivo de información médica digital exige estrictos estándares de seguridad y ética.
Desigualdad en el acceso: No todos los países ni sistemas de salud tienen las mismas posibilidades de implementar IA, lo que puede agravar brechas preexistentes.
Un futuro más accesible y personalizado
Lo que antes requería meses de investigación en bibliotecas, ahora se puede iniciar con una simple búsqueda guiada por IA. Desde profesionales hasta estudiantes de medicina, hoy es posible diseñar investigaciones, comparar tratamientos y desarrollar hipótesis clínicas con mayor facilidad y profundidad.
El futuro no solo es digital, sino también más accesible y personalizado. Cada médico investigador puede convertirse en generador de conocimiento, apoyado por la potencia de la inteligencia artificial, siempre que la herramienta se utilice con espíritu ético, clínico y humanista.

AutorVanesa NoveroSer médico es una de las profesiones más admiradas y a la vez más desprotegidas. Detrás del guardapolv...
14/07/2025

Autor
Vanesa Novero
Ser médico es una de las profesiones más admiradas y a la vez más desprotegidas. Detrás del guardapolvo blanco y la mirada serena que da contención al paciente, hay una rutina de jornadas interminables, decisiones críticas y una carga emocional que muchas veces nos supera. El tiempo se diluye entre turnos rotativos, guardias extenuantes y la presión constante de resolver, de no fallar. Y cuando finalmente logramos parar unos minutos, nos enfrentamos a una pregunta cada vez más incómoda: ¿hasta cuándo podremos sostener este ritmo sin quebrarnos?
En muchos países, el sistema sanitario está comenzando a cuestionar el exceso como modo de vida. Se implementan descansos programados, horarios más humanos y remuneraciones que permiten equilibrio entre vida personal y profesional. Sin embargo, en otras regiones como la nuestra, seguimos normalizando el pluriempleo, los contratos precarios y la falta de reconocimiento económico. A veces trabajamos el doble, solo para llegar apenas a fin de mes. La vocación no debería convertirse en una condena.
El problema no es solo el cansancio físico,es también el agotamiento emocional, la desconexión con la vida propia, la imposibilidad de proyectar un futuro más allá del próximo turno. No hay espacio para vacaciones, para compartir en familia o simplemente para descansar sin culpa. El ocio se convierte en un lujo y el tiempo en un enemigo silencioso que nos empuja sin tregua, llevándose entre los dedos la juventud, la salud y, en muchos casos, el entusiasmo.
Lo más triste es ver a colegas que se jubilan y deben seguir trabajando porque la mínima de retiro no alcanza. Médicos que, tras 30 o 40 años de servicio, no pueden permitirse descansar porque el sistema les devuelve solo una fracción de lo que dieron. ¿Qué nos espera si seguimos así? ¿Qué clase de vejez nos aguarda si nunca pensamos en frenar?
Estudiamos más de una década, nos formamos durante años, nos perfeccionamos constantemente. Pero cuando miramos hacia atrás, nos encontramos con un presente que no compensa lo que dimos. Y un futuro incierto, en el que solo sobreviven quienes aceptan seguir corriendo en esta rueda sin pausa.
¿Qué necesitamos cambiar?
Necesitamos políticas que valoren nuestra tarea. Que entiendan que un médico descansado toma mejores decisiones, que un profesional bien remunerado no necesita doblar turnos para vivir con dignidad y que el bienestar no puede ser un privilegio, sino un derecho.
Debemos proyectar un camino hacia la vejez con respeto, con estabilidad, con oportunidades de retiro que no nos expulsen a la miseria. Necesitamos dejar de romantizar el sacrificio extremo y empezar a exigir condiciones laborales que honren nuestra entrega.
Porque al final del día, no se trata solo de curar a otros, sino de no olvidarnos de cuidar también nuestra propia vida

Mitos comunes que sobrevuelan las guardiasLas guardias médicas están rodeadas de una niebla de supuestos erróneos que, a...
10/07/2025

Mitos comunes que sobrevuelan las guardias
Las guardias médicas están rodeadas de una niebla de supuestos erróneos que, aunque repetidos una y otra vez, distan bastante de la realidad cotidiana de quienes trabajan allí. Son ideas instaladas culturalmente, alimentadas por la desinformación, la desesperación del paciente, o simplemente por no haber atravesado nunca una noche entera entre alarmas, luces blancas y respiraciones entrecortadas.

“En la guardia no hacen nada, están todo el tiempo tomando mate”
Tal vez uno de los mitos más injustos y persistentes. Lo cierto es que la guardia médica es un espacio de alta demanda, con un flujo continuo de pacientes que llegan sin filtro previo: desde un resfrío hasta un paro cardiorrespiratorio. Cuando hay momentos de calma —que no siempre los hay— los profesionales aprovechan para comer algo rápido, documentar historias clínicas o preparar el pase al próximo turno. Pero el descanso verdadero casi nunca existe. Están siempre en modo alerta, incluso en silencio.

“Solo atienden emergencias graves”
Aunque idealmente debería ser así, en la práctica, la guardia también absorbe aquello que el sistema no logra resolver durante el horario habitual: personas sin obra social, pacientes con enfermedades crónicas sin seguimiento, y quienes llegan por angustia, soledad o necesidad de ser escuchados. Lo urgente no siempre es evidente. Una crisis de ansiedad puede ser tan paralizante como una fractura expuesta, aunque no sangre.

“No hay médicos de verdad en la noche”
El mito de que por la noche todo es improvisado o que “no hay nadie” es falso. En cada guardia hay profesionales entrenados para actuar ante múltiples escenarios. Son los que sostienen el sistema mientras la mayoría duerme. No se trata de reemplazos o suplentes: son el primer frente de batalla. La diferencia es que, durante la noche, los recursos suelen ser más escasos, lo que exige mayor agudeza clínica, creatividad y temple.

“Si no me atienden rápido es porque no les importa”
La urgencia se mide en términos médicos, no emocionales. Por eso puede pasar que una persona con una dolencia leve espere varias horas mientras se prioriza a un infarto, a un niño convulsionando o a una embarazada en trabajo de parto. La espera no es falta de empatía: es la consecuencia inevitable de atender a todos sin importar el orden de llegada, sino el de gravedad.

Escribir no siempre es decirlo todoVolcar la creatividad en lo que sabemos no siempre es sencillo. A veces, nuestro cono...
09/07/2025

Escribir no siempre es decirlo todo
Volcar la creatividad en lo que sabemos no siempre es sencillo. A veces, nuestro conocimiento es tan amplio, tan cargado de ideas, vivencias y sensaciones, que resulta difícil elegir cómo y por dónde empezar. Entonces, sin darnos cuenta, terminamos resumiendo aquello que realmente queríamos expresar.

Y es ahí donde nace la pregunta:
¿Será suficiente lo que escribí?
¿Logré transmitir lo que realmente quería decir?
¿O simplemente acaricié la superficie de una idea que en mi interior es mucho más profunda?

Cuando la redacción se llena de emoción y sentimientos encontrados, uno se enfrenta a ese dilema constante entre lo claro y lo abstracto, entre lo literal y lo simbólico. A veces escribir se vuelve un espejo: nos enfrentamos a nosotros mismos, a nuestras limitaciones, a nuestras dudas.

Un ejemplo cotidiano:
En las redes sociales abundan textos que parecen querer decir algo importante… pero no dicen nada. Otros, en cambio, tienen pocas palabras, pero llegan tan profundo que dejan al lector en silencio, reflexionando. También están los que, sin querer, desalientan, generan distancia o confusión. Y es que escribir no es solo juntar frases: es diseñar un puente entre lo que uno piensa y lo que el otro puede sentir.

Escribir un artículo es un acto creativo y también un arte. No se trata únicamente de informar, sino de conectar, de provocar, de despertar. Es una forma de expresión con sello propio, capaz de innovar, de emocionar y muchas veces de decir más entre líneas que en lo evidente.

Por eso, escribir bien no es solo una habilidad técnica: es también una responsabilidad emocional. Porque cada palabra tiene un peso, y cada silencio entre líneas también.

Llega un momento en la vida y en la carrera médica en el que uno se detiene, no solo a mirar lo que ha logrado, sino a p...
07/07/2025

Llega un momento en la vida y en la carrera médica en el que uno se detiene, no solo a mirar lo que ha logrado, sino a preguntarse qué ha quedado en el camino. Es esa etapa donde la bata blanca deja de ser solo uniforme y se convierte en una segunda piel. Una piel que acompaña incluso en los silencios, en las noches largas, en los días libres que no se disfrutan del todo porque ya no sabemos estar sin trabajar.

Cuando alcanzamos cierta edad, la profesión se vuelve muchas veces nuestra única compañera fiel. Hemos visto crecer nuestras responsabilidades, los logros profesionales se han acumulado, las paredes del hospital nos conocen tanto como las de nuestra propia casa. Algunos tienen una familia que también creció, otros la perdieron o la vieron alejarse, como suele ocurrir cuando el tiempo se reparte desigualmente entre lo personal y lo laboral.

Y entonces el tiempo se vuelve un lujo. Un bien valioso no para gastarlo, sino para pensar. Para preguntarse cuándo fue la última vez que descansamos de verdad. Para buscar, aunque sea por momentos, espacios donde no seamos “el doctor” o “la doctora”, sino simplemente una persona más, caminando entre la multitud. Qué anhelo tan profundo ese: ser anónimo, invisible, sin la carga de resolver, de explicar, de sostener.

El corazón de quien elige esta profesión late distinto. Late con fuerza en la urgencia, pero se debilita en la rutina silenciosa. El cansancio no siempre es físico; muchas veces es emocional, existencial. Una fatiga que no se cura con días libres ni con vacaciones cortas.

Y sin embargo, seguimos. Porque también es cierto que esta vocación es un amor difícil de soltar. Nos da propósito, sentido, pertenencia. Pero como todo amor, también necesita equilibrio. No puede ser la única fuente de vida. No debería ocupar todo el espacio.

Este texto no pretende tener respuestas. Solo dejar una reflexión: que incluso en medio del ruido de pasillos y alarmas, podamos encontrar pausas. Y en esas pausas, un momento para reencontrarnos con lo que somos más allá del título, más allá del rol. Porque al final del día, somos personas que también necesitan sentirse acompañadas, vistas y vivas.

El médico y el vacíoCuando un médico se vence en su propia guerra, entra en un vacío. Un silencio frío lo rodea y nada p...
04/07/2025

El médico y el vacío
Cuando un médico se vence en su propia guerra, entra en un vacío. Un silencio frío lo rodea y nada parece ser suficiente para aliviar la frustración, porque ese vacío no logra colmar las expectativas con las que alguna vez abrazó la profesión. Es difícil mantener el paso cuando la rutina diaria se transforma en un espacio sin satisfacción, un círculo estéril que se repite sin respuestas claras para las preguntas más profundas.
Aquel profesional que no logra llenar ese vacío termina siendo apenas un testigo de su consultorio, que se vuelve un espacio sin alma, sin motivación, sin presencia. Las consultas se acumulan, pero la ausencia real del profesional, agotado, desbordado, hace imposible brindar respuestas. La guerra entre un salario que no alcanza, jornadas extremas, la presión de un sistema que exige cada vez más y la vocación que se va apagando con el paso de los años, termina por desgastar al ser humano que hay detrás del guardapolvo blanco.
Es doloroso advertir que ni siquiera los proyectos nuevos ni la vida personal pueden cubrir ese vacío que la profesión deja cuando pierde sentido. Hoy en día, algunos de nosotros seguimos en la trinchera, intentando tratar al vacío como si fuera un colega más, buscando acuerdos internos para unir ideas, conservar la motivación, rescatar la pasión por ayudar. Nos aferramos a la esperanza de que no todo está perdido, porque cuando nos rendimos, nos retiramos lentamente al olvido y dejamos de ejercer lo que alguna vez amamos con profunda entrega.
La dura evidencia de que somos apenas un número más, dentro de cualquier sistema sanitario se clava como una herida en nuestras carreras. Es una realidad difícil de aceptar. Más aún cuando, en las conversaciones con colegas, uno descubre que sus vidas son tan complejas y absorbentes que el tiempo se les escapa, arrastrando con él interrogantes esenciales que dejamos sin responder: ¿quién cuida al que cuida?, ¿quién sostiene al que sostiene?, ¿quién se hace cargo del médico cuando también necesita ayuda?
Es triste y a la vez, humano darnos cuenta de que no somos invencibles, que el profesional de la salud no solo carga con diagnósticos y recetas, sino también con ansiedades, duelos, frustraciones y pérdidas propias. Y que ese vacío no se llena con guardias extra ni con aplausos, porque va mucho más allá de lo material.
Necesitamos espacios para la reflexión, para reconstruir la vocación desde un lugar más sano y sostenible. Necesitamos políticas que cuiden al recurso humano y no lo expriman hasta dejarlo vacío, necesitamos un cambio de mentalidad que valore la salud mental y emocional de quienes cada día sostienen la vida de los demás.
Porque al final, ser médico no significa ser héroe, sino ser humano. Y es hora de recordarlo.

Para amar no hay que seguir normas impuestas y pasos preestablecidos, como si se tratara de una fórmula matemática o de ...
30/06/2025

Para amar no hay que seguir normas impuestas y pasos preestablecidos, como si se tratara de una fórmula matemática o de un juego de ajedrez donde todo debe moverse con precisión para no perder. Nos repiten que el género, la edad o el momento “correcto” son determinantes para construir una pareja y que equivocarse significa fracasar.

Pero la realidad es mucho más sencilla y a la vez más profunda: el amor auténtico no sigue un guion, no se mide con relojes ni con estadísticas y mucho menos se ajusta a los prejuicios que nos siembran miedo.

Una relación verdadera se trata de dos personas que deciden conectar de forma genuina, compartir sueños y proyectarse juntos, no solo en los días felices sino también en los días grises. Es un compromiso continuo, sin máscaras, donde cada uno se muestra tal cual es, con la libertad de crecer y transformarse en compañía del otro.

Amar no significa encajar en estereotipos ni cumplir expectativas externas. Amar es, al final, atreverse a construir algo único, donde las diferencias no separan sino que enriquecen y donde el tiempo se convierte en aliado, no en juez.

Romper el ciclo: relaciones conscientes para no volver a donde nos dueleEn tiempos donde parece que todo es fugaz, mucha...
29/06/2025

Romper el ciclo: relaciones conscientes para no volver a donde nos duele
En tiempos donde parece que todo es fugaz, muchas personas terminan atrapadas en relaciones a medias, vínculos tibios que no llenan, no sanan, y mucho menos construyen. Esas relaciones donde hay que estar constantemente demostrando el propio valor, mendigando atención o cariño, pueden convertirse en un círculo vicioso que lastima y agota.

Salir de ahí implica un acto de valentía: aprender a poner límites, a priorizar la propia paz y a elegir rodearnos de personas presentes, disponibles, emocionalmente maduras. Relaciones donde no haga falta probar cada día que merecemos amor, porque eso ya está claro desde el respeto y la reciprocidad.

La madurez emocional nos invita a mirar la historia que repetimos sin darnos cuenta, y a cuestionarla:

¿Por qué tolero que el otro solo aparezca cuando le conviene?

¿Por qué acepto la falta de compromiso como si fuera normal?

¿Por qué me conformo con menos de lo que merezco?

Elegir vínculos sanos no significa que todo sea perfecto, pero sí implica que exista disposición real para construir, reparar y sostener. Personas que estén presentes, con la libertad de elegirnos cada día sin ataduras forzadas, con el compromiso de no repetir patrones dañinos que solo perpetúan el dolor.

Relacionarse desde la libertad, pero también desde la responsabilidad, es un gran paso para dejar atrás historias que no llevan a ningún lado. Amar desde la madurez es aceptar que merecemos vínculos plenos, claros, y con un sentido real de cuidado mutuo.

En definitiva, no se trata de demostrar nuestro valor constantemente, sino de compartirlo con quien sepa verlo y respetarlo.

En una noche como hoy, me siento inspirada para expresar sentimientos encontrados, una alegría intensa que me impulsa a ...
29/06/2025

En una noche como hoy, me siento inspirada para expresar sentimientos encontrados, una alegría intensa que me impulsa a retomar la escritura como forma de decir aquello que muchas veces no podemos expresar en persona. El poder que tiene escribir no se compara con nada, porque impregna los libros que alguna vez leímos, esos donde se tejían historias con protagonistas que podían ser héroes, villanos o incluso víctimas.

Encuentro reconfortante escribir, porque a lo largo de mi vida me ayudó a analizar áreas ocultas de mi personalidad que no supe cómo sacar a la luz. Tener el poder de una pluma —o en este caso, de un teclado— y poder volcar en palabras todo aquello que me convirtió en una observadora, me permite crear a partir de emociones tan diversas como la tristeza, la alegría o la soledad. Así puedo comprender las etapas que atravesamos y que, inevitablemente, debemos superar con el tiempo.

Incluso, si lo pienso por un momento, la escritura es también una herramienta de ayuda para quienes no tienen voz y no pueden expresarse.

En este corto trayecto de la vida he comprendido que si no haces lo que realmente te gusta, es porque hay algo que no estás haciendo bien. Respondiendo a ese mandato interior, hoy me declaro seguidora de mis propias inspiraciones, buscando con ello llegar, aunque sea de forma indirecta, a los lectores que se sientan tocados por mis textos creativos.

No soy más que una servidora de pensamientos, alguien que utiliza este medio para encontrarse a sí misma en la escritura, igual que en el boceto de esta mañana hecho a lápiz, plasmando en el arte la vida misma.

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Rosario

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