Teresa Gutiérrez Vargas

Teresa Gutiérrez Vargas Comunicadora Social, política y cultural

03/05/2025

Del filete al murucuntrullo, un hueso en la olla y un hueco en el bolsillo

Al recibir la noticia del incremento salarial y que mi sueldo subiría un sustancioso 5%, decidí que este año celebraría el Día del Trabajo a lo grande. Me fui temprano al mercado, decidida a comprar un delicioso filete para compartir con mamá y mi tía, invitadas a casa. No necesitaba muchos ingredientes y mi presupuesto se basaba en los 150 Bs adicionales de mi digno salario como docente universitaria de medio tiempo. Pero al encontrarme con el kilo de carne de res que ya consumía un tercio del presupuesto —sin contar los productos complementarios del menú— se me fueron las ganas de celebrar. Así que descarté la celebración y terminamos comiendo un delicioso locrito, que me dieron ganas de saborizar con un buen murucuntrullo.
Hubo un tiempo en que ese huesito con tuétano tenía un valor inmenso. El murucuntrullo era usado por las amas de casa más austeras para dar sabor al caldo. Se prestaba “para una sola champada” y debía devolverse pronto, no muy hervido, para que siguiera sirviendo al día siguiente. Más que costumbre, era símbolo de comunidad: una solidaridad sencilla y práctica, cuando no había mucho, pero se compartía lo poco.

Hoy, varias décadas después, muchas familias bolivianas reviven esa misma lucha: hacer rendir una olla para todos. Pero esta vez no se trata de compartir un hueso, sino de ver cómo el dinero ya no alcanza ni para lo básico. En Santa Cruz, ciudad conocida por su hospitalidad, "donde comen dos, bien pueden comer cuatro. Entra con franqueza, que un placer nos das; es ley del cruceño la hospitalidad.", como dice el poema de Rómulo Gómez, esa generosidad se enfrenta a una dura realidad: la comida ya no alcanza ni para los que están en casa.
En Bolivia, los precios de los alimentos básicos han aumentado de forma constante, aunque muchas veces de manera imperceptible en el día a día. Pero al mirar los datos con perspectiva histórica, se revela una verdad preocupante: entre 2008 y 2025, los productos de mayor consumo han duplicado o triplicado su precio. Según un sondeo publicado por el extinto diario Página Siete en abril de 2017, entre 2008 y 2017 productos como el arroz, el azúcar, el aceite y la carne subieron entre un 66% y un 133%. Y esta tendencia se intensificó dramáticamente entre 2017 y 2025, afectando aún más a los hogares bolivianos.

El pan, símbolo de lo básico, ha pasado de costar 0.20 Bs en los años 90 a 1.00 Bs en 2025. Cinco veces más caro. Y ese simple dato dice mucho: el modelo económico llamado socialista ha hecho que alimentarse en Bolivia sea cada vez más difícil. Lo que antes era un alimento seguro en cualquier mesa, hoy representa un gasto que obliga a replantear el menú familiar. Ya no es solo el pan: productos como la carne de res y el queso han subido más del 600%, mientras que el arroz y la papa, pilares de la dieta boliviana, también han duplicado o triplicado su precio.
Durante casi 20 años, Bolivia ha sido gobernada por el socialismo del MAS, con discursos que prometían justicia económica y redistribución equitativa de la riqueza. Sin embargo, la realidad cotidiana contradice esas promesas: la canasta familiar se ha vuelto insostenible, los pequeños negocios desaparecen, y las clases medias y bajas van rumbo a una “yesquera” galopante, puesto hoy en día, comer bien se ha vuelto un lujo. Actualmente, enfrentamos escasez de dólares, dificultades para la exportación, empresas estatales quebradas, vemos corrupción y falta de justicia por parte de la administración pública y una preocupante falta de combustible que frena el transporte y encarece los productos. El país atraviesa una crisis económica no solo por factores externos, sino por la mala gestión, la improvisación y la falta de transparencia.

Este fenómeno genera un empobrecimiento silencioso pero profundo: menos porciones, menos calidad, menos opciones, por lo que, muchas familias se ven obligadas a reducir porciones, sustituir alimentos nutritivos por otros de menor valor, o eliminar del menú productos esenciales como frutas, carnes o lácteos. Esto no solo impacta en la salud física, sino también en el desarrollo mental, especialmente de los niños. Si antes el murucuntrullo representaba ingenio, hoy se convierte en símbolo de resistencia. La olla ya no alcanza para todos, no porque falte comida, sino porque sobran desigualdades.
https://eju.tv/2025/05/del-filete-al-murucuntrullo-un-hueso-en-la-olla-y-un-hueco-en-el-bolsillo/

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10/02/2025

Santa Cruz no necesita coqueteos de un bloque de unidad que ya está fragmentado por dentro. Precisa un candidato que no solo se enamore de la “novia Santa Cruz”, sino que tenga la capacidad de ofrecer soluciones reales para todo el país. Un líder que no solo intente captar el voto cruceño con discursos llenos de halagos, sino que asuma que Bolivia atraviesa una crisis profunda, agravada por la corrupción y la ineficiencia de casi 20 años de administración masista. La división interna por la que actualmente atraviesa el MAS, podría abrir una oportunidad clave para conquistar el voto de un electorado desencantado, que busca un rumbo distinto y soluciones concretas. Esa es una oportunidad que no debemos perder.

Por: Teresa Gutiérrez Vargas Soplan vientos electorales y, una vez más, el departamento de Santa Cruz se convierte en la

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El liderazgo auténtico no se trata solo de hablar, sino de conectar emocionalmente con las personas, expresar ideas claras y escuchar activamente para entender sus perspectivas. Es un liderazgo que inspira acción al cultivar confianza, empatía y reconocimiento, motivando al equipo hacia el logro de sus metas. Fomenta la colaboración al fortalecer los vínculos entre los miembros, promoviendo un sentido de pertenencia y compromiso con una causa común.

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Como docente de la materia de Deontología y prosocialidad, incluyo estos seres mitológicos en el avance, para la reflexión y conciencia de las nuevas generaciones.
*El Jichi y el Dueño del monte, guardianes mitológicos de la selva chiquitana y amazónica*
Por: Teresa Gutiérrez Vargas

Las tierras de la Chiquitania, su bosque seco y el monte alto amazónico de la provincia Guarayos, que contaban con una gran riqueza natural y amplia biodiversidad, han sufrido en los últimos años los más devastadores incendios forestales provocados por avasalladores y personas irresponsables.

Tras el desastre ambiental que enfrentamos los cruceños en 2019 considerado récord de destrucción, este año el fuego ha arrasado aún más, ya son cerca de 10 millones de hectáreas de bosque, acabando con la vida de millones de animales e insectos silvestres, destrucción de bosques primarios afectando gravemente los equilibrios hídrico y ecológico y a las comunidades que dependían de estos recursos. Esta superficie es equivalente al tamaño de países como Portugal o Islandia.

Todo este desastre lleva al recuerdo de esos cuentos y leyendas de antaño, donde, al menos, la gente del campo le tenía respeto a "El Jichi" o al "Dueño del Monte", mitos que fueron clave para transmitir el respeto por la naturaleza a lo largo de varias generaciones.

El Jichi, según la leyenda, era el celoso guardián de las aguas. Se decía que malgastar el agua, contaminarla o arrancar las plantas acuáticas que preservaban la biodiversidad de una laguna o río atraía su ira, y como castigo, el Jichi abandonaba el lugar, llevándose consigo la fuente de vida.

Otra leyenda que pocos conocen es la del "Dueño del Monte", un espíritu que habita en la selva y castiga a aquellos que talan árboles sin necesidad o cazan indiscriminadamente, llevándolos a lo más profundo del monte hasta que se pierden. Este mito representa la defensa de la vida en el bosque, un recordatorio de los peligros de ignorar los equilibrios naturales y la necesidad de respetar los espacios que no nos pertenecen. Tristemente, los avasallamientos, la tala ilegal, los incendios provocados y la expansión agrícola son hoy en día una afrenta, no solo a la naturaleza, sino también a la herencia cultural que estas leyendas intentaban preservar.

Las generaciones pasadas usaban estas leyendas como herramientas educativas para enseñar a los jóvenes el respeto por la naturaleza. Estas historias no eran solo mitos, sino guías morales sobre cómo vivir en armonía con el entorno. Al ignorarlas, hemos perdido parte de la sabiduría ancestral que comprendía la interdependencia entre los seres humanos y la naturaleza.

En un desesperado intento por conservar no solo nuestra identidad, sino también el respeto por la vida que habita en nuestro monte, es urgente que retomemos la sabiduría que estas leyendas nos enseñaban. Si nuestros antepasados, a través de mitos y relatos, promovían el cuidado de los bosques y las aguas, ¿por qué no podemos hacer lo mismo hoy con los conocimientos y herramientas modernas a nuestra disposición?

Sabemos que la mayor proporción de bosques afectados este año son el resultado de una política de Estado pensada por personas ajenas a nuestra cultura y que no tienen amor a nuestro patrimonio natural. No se cuida ni se ama lo que no se conoce. Es nuestra obligación como cruceños aprender de los errores del presente, pero también rescatar las lecciones del pasado, para que el Jichi y el Dueño del Monte no sean solo leyendas olvidadas, sino símbolos vivos de nuestra lucha por defender lo poco que queda de nuestros bosques incendiados.

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Los animales silvestres no son "un bicho" más, son fundamentales para sostener el equilibrio biológico de los bosques. Son reguladores de plagas, dispersores de semillas y hasta polinizadores. Son hasta menos destructivos que el mismo ser humano

La Defensoría del Pueblo interpuso un recurso de Acción Popular contra tres ministerios, tres gobernaciones y una veintena de municipios ante la probable omisión de deberes frente a los incendios forestales. La Justicia le dio la razón y hay un plazo de tres meses para mostrar resultados.

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30/08/2024

Hace ´poco más de 11 años, con un grupo de grandes amigos como Richard Osinaga, Manuel Paravicini, sus hermanos y amigos del barrio, sin querer movilizamos las redes sociales en protesta por los resultados del Censo, convocamos a más de 100 personas, para protestar en el desfile del 6 de agosto el año 2013 y el esa mañana no llegamos ni a la decena. No éramos muchos, pero sí éramos MACHOS. Gracias al apoyo de buenos auspiciadores, compramos goma eva, marcadores y cartulinas, llegamos al palco, a los varones los maltrató la policía, llamamos la atención de medios. No cambiamos nada, pero impusimos la CARETA DEL ABUELO CHIQUITANO, como símbolo de identidad e indignación. La nueva camada política, cada día decepciona y hoy, desde el otro lado de la palestra, no veo que motiven a los jóvenes a que alcen su voz, los callaron, el masismo los ha amedrentado, provocando la insensibilidad ante la desaparición de UN MILLÓN DE CRUCEÑOS.

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