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Lingotes de oro culturales: reflexiones sobre la economía creativa en BoliviaPor Andrés Mallo Sandoval* para La Cuerpa E...
15/09/2025

Lingotes de oro culturales: reflexiones sobre la economía creativa en Bolivia

Por Andrés Mallo Sandoval* para La Cuerpa

Esta semana me dedico a hablar de cultura y, en particular, de las artes en Bolivia. Tenemos el discurso recurrente de que somos “riquísimos” en lo artístico y cultural, pero del dicho al hecho hay un trecho enorme. Para ilustrarlo, comparto una experiencia reciente en época electoral: los partidos se acercan a escuchar demandas del sector cultural, y muchos colegas insisten en un tono victimista —“no existimos, no nos reconocen”—. Mi respuesta fue directa:

Si somos tan ricos culturalmente, ¿por qué no hemos sido más inteligentes en aprovechar lo nuestro?

Es como tener lingotes de oro guardados sin gestión ni cuidado, dejándolos al alcance de terceros. En cambio, si esos lingotes se protegen, se administran y se invierten, generan valor, rentabilidad y desarrollo. Lo mismo ocurre con el arte y el patrimonio cultural: son riqueza, pero mal gestionados se diluyen en la informalidad o en el folclorismo superficial.

La oportunidad perdida de la “Revolución Cultural”

Cuando llegó el discurso de la “Revolución Cultural”, parecía inevitable que se apostara a construir una política integral de nuestro patrimonio artístico-cultural. Era el momento de trabajar desde dos dimensiones claves: la interculturalidad y la interseccionalidad, ejes que debían atravesar la agenda del Ministerio de Culturas en estas dos últimas décadas.

Pero estas agendas no podían ir solas: necesitaban articularse con educación, economía y finanzas. Solo así hubiéramos logrado transversalizar identidades, lenguas, ritualidades, artes escénicas, artesanías y memorias colectivas, vinculándolas también con modelos sostenibles de economía cultural.

Economía naranja y cuenta satélite: números que importan

El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) definió la economía naranja como el conjunto de actividades que, de manera encadenada, generan bienes y servicios culturales, creativos y de base intelectual. Según datos regionales, la economía creativa representa en algunos países hasta el 2% del PIB, y genera más empleo que sectores como la minería o la industria automotriz.

Bolivia cuenta con una Cuenta Satélite de Cultura (2018), que mostró que las actividades culturales aportan alrededor del 1,7% del PIB nacional, con una fuerte incidencia de las artes escénicas, las artesanías y la música. Sin embargo, estos datos siguen invisibilizados en la planificación estatal. El problema no es la falta de riqueza cultural, sino la ausencia de gestión estratégica para transformarla en desarrollo sostenible.

Artes como diplomacia y pedagogía

Las artes son rentables en todos los sentidos: desde lo simbólico y poético, hasta lo económico y geopolítico. Son herramientas de pedagogía social y diplomacia cultural. Muchos países han apostado por su patrimonio artístico como motor de identidad y de economía. En Bolivia, en cambio, la falta de normativas claras y de una política coherente nos mantiene en un círculo de precariedad y fragmentación.

Si hubiéramos trabajado con seriedad, hoy tendríamos diccionarios de la mayoría de nuestras lenguas originarias, circuitos de turismo cultural consolidados, festivales sostenibles y una presencia internacional que no dependa de exotizar lo indígena ni de competir entre lo clásico, lo popular o lo contemporáneo.

Hacia una agenda madura y colectiva

Lo que necesitamos es una agenda cultural seria, inclusiva y madura, que:

1. Reconozca a las artes como sector económico y de derechos.

2. Articule cultura con educación, economía, turismo y relaciones internacionales.

3. Se base en consensos internos, y no en intereses corporativos o individuales.

4. Integre la sostenibilidad cultural como antídoto frente al extractivismo de nuestro patrimonio natural y artístico.

No se trata de soñar únicamente, sino de trabajar colectivamente. El fracaso de la llamada “Revolución Cultural” no debe desanimarnos: aún es posible construir desde abajo una política cultural con visión de Estado, con madurez y con inteligencia colectiva.

El arte boliviano tiene todo para ser un motor de desarrollo, identidad y soberanía. Lo que falta no es talento, ni riqueza cultural, sino la capacidad de gestionar esos lingotes de oro con visión de futuro.

Este es el inicio de una serie de artículos que iré compartiendo, para aportar a la discusión y construcción colectiva de una cultura digna, sostenible y transformadora.

*Andres Mallo Sandoval tiene un posgrado en Gestión Cultural en la UBA, Argentina.

  | La justicia empieza a abrirse camino frente al silencio cómplice de la IglesiaLa Cuerpa Un tribunal boliviano conden...
03/09/2025

| La justicia empieza a abrirse camino frente al silencio cómplice de la Iglesia

La Cuerpa

Un tribunal boliviano condenó a un año de prisión a los sacerdotes jesuitas españoles Marcos Recolons (81) y Ramón Alaix (83) por encubrir los abusos sexuales cometidos contra más de 85 niñas, niños y adolescentes por el sacerdote español Alfonso Pedrajas Moreno, quien murió en 2009. Ambos fueron sentenciados también a cumplir con una reparación civil en favor de las víctimas.

El fallo, dictado por el juez Samuel Vargas en Cochabamba, fue escuchado de manera virtual por los sacerdotes, quienes entre 1993 y 2007 fueron provinciales de la Compañía de Jesús en Bolivia. En esos años tuvieron conocimiento de las denuncias contra Pedrajas, pero eligieron silenciarlas y proteger al agresor antes que a las víctimas.

Este juicio se abrió luego de la revelación, en abril de 2023, del diario personal de Pedrajas, donde el cura admitía haber abusado de menores entre 1972 y 2000. El documento, hallado tras su muerte, destapó uno de los mayores escándalos de violencia sexual y encubrimiento en la Iglesia católica en Bolivia y Latinoamérica.

Aunque el proceso contra Pedrajas quedó extinto por su deceso, la Procuraduría General y el Ministerio Público continuaron las investigaciones, dando lugar a más denuncias contra otros clérigos.

“Fueron hallados culpables en un juicio histórico”, declaró Pedro Lima, vocero de la Comunidad Boliviana de Sobrevivientes de los Abusos Clericales, que ha acompañado con valentía este proceso, enfrentando a una estructura de poder que durante décadas se ha blindado con el silencio y la impunidad.

Este caso nos recuerda que Bolivia tiene una deuda histórica con las víctimas de violencia sexual: garantizar la imprescriptibilidad del delito para que ningún agresor de niñas, niños y adolescentes quede libre por el simple paso del tiempo.

Hoy decimos fuerte y claro:

Ningún abuso es justificable.

Ningún poder, ni religioso ni político, está por encima de los cuerpos de niñas, niños y adolescentes.

Las víctimas merecen verdad, justicia y reparación.

Desde La Cuerpa, abrazamos con respeto, cariño y solidaridad a todas, todos y todes los sobrevivientes, así como a la Comunidad Boliviana de Sobrevivientes, cuya lucha resiliente y colectiva ha hecho posible que hoy estemos frente a un precedente histórico.

Porque los cuerpos no se callan. Porque la memoria arde. Porque la verdad nos hará libres.

  | Las noticias más importantes de medioambiente y sostenibilidad en Bolivia. 1. Convenio para fortalecer la gobernanza...
03/09/2025

| Las noticias más importantes de medioambiente y sostenibilidad en Bolivia.

1. Convenio para fortalecer la gobernanza del agua en Tarija

El Ministerio de Medio Ambiente y Agua firmó un convenio con la cooperativa Cosaalt para dotarla de más de 1 millón de bolivianos en equipamiento, con el objetivo de mejorar la gestión del agua y enfrentar problemas como la sequía. Este acuerdo se enmarca en una estrategia nacional para monitorear oferta y demanda hídrica, además de identificar zonas vulnerables frente a la escasez.

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2. Protección del jaguar ante el incremento del tráfico ilegal

Debido al notable repunte del tráfico ilícito, el jaguar fue reclasificado como especie "en peligro" en el próximo Libro Rojo de la Fauna Silvestre. Bolivia lidera en tasa de ejemplares abatidos ilegalmente, con 61 jaguares promedio al año. Autoridades anunciaron una serie de medidas cautelares, entre ellas la creación de un fondo para su conservación y el fortalecimiento de programas educativos, bajo la iniciativa "Hoja de Ruta Jaguar 2030".

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3. Prioridad ambiental en la campaña electoral

Las elecciones de 2025 revelan temas ambientales clave: incendios forestales, contaminación por minería, deforestación, violencia hacia defensores ambientales y exploración del litio. Estos asuntos forman parte de los desafíos urgentes que el próximo presidente debe afrontar.

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4. Comunidades indígenas plantean resistencia por uso del agua en proyectos de litio

En Nor Lípez, comunidades quechuas y aymaras alertan sobre el impacto que tendrá el uso de 47,5 millones de metros cúbicos de agua anuales destinado a plantas de litio proyectadas —una cifra 15 veces superior a la recarga hídrica natural. Exigen estudios ambientales independientes, consulta previa y mayor transparencia. El caso ha sido desestimado en instancias nacionales por tecnicismos, pero podría escalar internacionalmente.

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5. Celebración del Día Internacional de los Primates y oportunidades conservacionistas

El 1° de septiembre se conmemoró el Día Internacional de los Primates. Científicos y comunidades en Sudamérica (incluyendo Bolivia) impulsan iniciativas para proteger primates y sus ecosistemas mediante capacitación de parabiólogos locales, uso de genética forense y gestión territorial indígena.

Reconocimiento incompleto: la lucha afroboliviana entre invisibilización y urgenciasPor La CuerpaEl pueblo afroboliviano...
03/09/2025

Reconocimiento incompleto: la lucha afroboliviana entre invisibilización y urgencias

Por La Cuerpa

El pueblo afroboliviano es parte esencial de la diversidad del Estado Plurinacional. Su presencia en la historia del país no puede reducirse al folclore ni a las notas marginales de los libros oficiales: se trata de una identidad con memoria, resistencia y aportes culturales que han marcado profundamente a Bolivia. Sin embargo, más de una década después de haber sido reconocido en la Constitución de 2009, el pueblo afroboliviano continúa enfrentando desigualdades estructurales que hacen de su lucha por el reconocimiento una tarea inconclusa.

Educación: el derecho aún pendiente

La educación es uno de los campos donde la exclusión se hace más evidente. En muchas comunidades afrobolivianas de los Yungas, la enseñanza formal termina en la primaria, obligando a niñas, niños y jóvenes a migrar hacia ciudades para continuar estudios. Según datos del UNFPA, apenas 8% de la población afroboliviana accede a la educación superior universitaria, un 2% a la educación técnica y menos del 0.5% a posgrados. El Censo 2012 mostraba ya que menos del 3% alcanzaba este nivel, lo cual confirma una brecha persistente.

La diferencia es aún más alarmante si se compara con el promedio nacional: en 2023, el 31.5% de la población boliviana mayor de 19 años accedió a estudios superiores, con un 40.2% en áreas urbanas, pero apenas 9.17% en áreas rurales. El pueblo afroboliviano, en su mayoría asentado en zonas rurales, queda atrapado en esta desigualdad estructural. A ello se suma un currículo escolar que ignora su historia y cultura, reforzando la invisibilización desde las aulas.

Salud: maternidad y género en condiciones de exclusión

Las comunidades afrobolivianas enfrentan grandes obstáculos en el acceso a la salud. La mayoría carece de centros de atención cercanos y las mujeres deben desplazarse a largas distancias para controles ginecológicos o maternales. La ausencia de servicios de salud integral no solo compromete la vida de mujeres y niños, sino que expone una deuda del Estado con la atención intercultural.

La situación de género agrava estas carencias. Las mujeres afrobolivianas viven una discriminación interseccional donde racismo y sexismo convergen. Muchas jóvenes son forzadas a abandonar sus estudios para asumir responsabilidades domésticas, mientras que los varones se ven presionados a trabajar en el campo desde temprana edad. Esta dinámica perpetúa la desigualdad de oportunidades y reproduce roles que limitan sus posibilidades de desarrollo.

Cultura y resistencia: el poder político de la saya

El aporte cultural afroboliviano es profundo y vigente. La saya, declarada Patrimonio Cultural e Inmaterial, no es solo danza o música: es un instrumento de resistencia política y social. Cada tambor que resuena en las comunidades es una afirmación de identidad y una denuncia contra siglos de racismo e invisibilización. Sin embargo, este legado suele ser reducido a atractivo folclórico o consumo turístico, vaciándolo de su contenido político.

Territorio e invisibilización política

El reconocimiento constitucional no se ha traducido en un fortalecimiento territorial ni en un verdadero proceso de autogobierno para el pueblo afroboliviano. El censo 2012 contabilizó apenas 16.329 afrobolivianos en un país de más de 10 millones de habitantes. Esta baja visibilidad estadística refuerza la marginación en la distribución de recursos y limita la implementación de políticas públicas específicas.

Además, en su relación con pueblos indígenas, el pueblo afroboliviano aún es percibido como ajeno, lo que dificulta la construcción de alianzas estratégicas en defensa de derechos colectivos y de territorios. Esto acentúa la urgencia de un proceso de fortalecimiento político desde la educación y desde todos los frentes de su agenda histórica.

Reconocimiento real, no simbólico

La lucha del pueblo afroboliviano no se limita a demandas culturales. Requiere acciones inmediatas:

Infraestructura educativa que garantice acceso real a secundaria y universidad en sus territorios.

Políticas de salud intercultural, con servicios ginecológicos y maternales cercanos y adecuados.

Programas de género interseccional, que reconozcan la discriminación específica que sufren las mujeres afrobolivianas.

Procesos de fortalecimiento territorial y político, que eviten la folclorización y promuevan una participación activa en la toma de decisiones del Estado.

El pueblo afroboliviano es resistencia viva. Su lucha no es solo por visibilidad, sino por condiciones de vida dignas y por justicia histórica. Mientras no se atiendan las desigualdades en educación, salud, género y territorio, el reconocimiento seguirá siendo incompleto.

La deuda del Estado y de la sociedad boliviana es clara: pasar de la retórica a la acción, de la celebración folclórica al compromiso político real. Porque sin justicia para el pueblo afroboliviano, Bolivia seguirá incompleta.

¿Dónde está la educación laica en Bolivia?Por Andrés Mallo Sandoval – La Cuerpa En una entrevista reciente —tras la prim...
01/09/2025

¿Dónde está la educación laica en Bolivia?

Por Andrés Mallo Sandoval – La Cuerpa

En una entrevista reciente —tras la primera vuelta electoral del pasado 17 de agosto y con la segunda vuelta en el horizonte— reflexioné profundamente sobre la laicidad y los mensajes religiosos que han circulado con fuerza en medios hegemónicos y redes sociales. Candidatos han lanzado discursos cargados de tintes conservadores y religiosos para atraer a votantes atendiendo a la fe, no a la justicia. Esta situación evidencia la ausencia de una cultura laica en nuestro país, aun cuando debería ser un principio esencial, especialmente para quienes se postulan para gobernarnos.

La entrevista puso al descubierto un patrón discursivo impuesto por líderes políticos y medios tradicionales que reproducen una narrativa conservadora sin cuestionamiento. Esta reproducción acrítica tiene raíces en la ignorancia o en la naturalización de información como verdad, lo que identificamos como “posverdad”.

El verdadero origen de este problema es educativo. Como bien señaló un representante de Fe y Alegría, en los últimos años no han hecho incidencia en la política pública educativa. Esto es relevante en el marco de la Ley 070 de Educación "Avelino Siñani – Elizardo Pérez", promulgada en 2010, que establece una educación laica, descolonizadora, intercultural, plurilingüe e inclusiva. En su articulado se subraya el derecho universal a una educación crítica, gratuita y sin discriminación.

Sin embargo, la realidad es que la Iglesia Católica sigue teniendo una presencia significativa en la educación boliviana: gestiona más de 1.600 unidades educativas —85 privadas y 1.524 en convenio— donde estudian cerca de medio millón de estudiantes, el 19 % del total nacional. Esto no es una simple asociación: es una estructura religiosa internacional con capacidad para influir en el discurso hegemónico, aunque lo niegue.

Que esas instituciones operen bajo sus propios criterios y que nadie cuestione su supuesta neutralidad revela una complicidad tácita que legitima mensajes religiosos divisivos, impulsados por candidatos con intereses particulares que no contribuyen a la construcción de una sociedad inclusiva.

Infancias desprotegidas, derechos ausentes

El silencio sobre la laicidad se vuelve más doloroso cuando pensamos en las infancias. En Bolivia no existe educación sexual integral ni formación con perspectiva interseccional. La ausencia de estos contenidos expone a las niñeces y adolescencias —especialmente a las LGBTIQ+— a violencias históricas de trans-les-bi-homofobia, con consecuencias devastadoras.

Los datos oficiales lo confirman: solo entre enero y julio de 2025 se denunciaron 2.178 delitos sexuales contra niñas, niños y adolescentes —1.211 violaciones y 967 estupros—. A eso se suma que en 2024 se registraron 38 infanticidios, un 52 % más que en 2023, y que hasta junio de 2025 hubo 136 casos de pornografía infantil digital, con más de 11.000 archivos incautados en operativos contra redes criminales. Son cifras que no solo muestran un sistema de protección colapsado, sino también una educación incapaz de prevenir violencias.

La Defensoría del Pueblo ha advertido que los programas estatales de prevención (como el de 2015–2020) quedaron en letra mu**ta y que el Sistema Plurinacional de Protección Integral (SIPPROINA) requiere ser reforzado con urgencia. Mientras tanto, en las aulas, los contenidos críticos y de educación sexual integral siguen ausentes.

Derechos, no “ideología”

Frente a este diagnóstico, no podemos aceptar la superficialidad de quienes llaman “ideología” a nuestros derechos. Los verdaderos ideólogos son los que reproducen el odio desde púlpitos, medios y campañas políticas. Las conquistas de nuestras poblaciones LGBTIQ+ no provienen de grandes instituciones ni de estructuras hegemónicas: las logramos en la calle, desde la resistencia, la creatividad y la sororidad.

No podemos permitir que quienes tienen poder religioso definan lo que es “normal” en la educación. Defender una educación crítica, feminista, interseccional e inclusiva es defender justicia social y democracia. Urge una política que proteja a todas las infancias, sin importar su orientación sexual o identidad de género.

Un claro ejemplo que visibiliza la falta de educación integral está en los discursos religiosos que dividen a la población. ¿Dónde está la educación laica? En boca de los candidatos políticos, que en campaña difunden estos mensajes. La respuesta está en nosotrxs: en exigir que se cumpla la ley, en defender las infancias, y en no ceder ni un centímetro a los fundamentalismos que quieren decidir por todxs.

La batalla cultural es realidadPor Andrés Mallo Sandoval, para La Cuerpa La batalla cultural ya no es metáfora: es una r...
29/08/2025

La batalla cultural es realidad

Por Andrés Mallo Sandoval, para La Cuerpa

La batalla cultural ya no es metáfora: es una realidad encarnada en las calles, en los discursos y en las urnas. La segunda vuelta electoral en Bolivia destapa sin máscaras la pugna por el poder simbólico y material del Estado. No es un simple juego de votos: es el escenario donde se define si este país será un territorio de igualdad y respeto, o si seguiremos arrastrando las cadenas de una minoría abusiva y violenta que se aferra a sus privilegios heredados de un colonialismo que nunca terminó.

No debemos ver el show, sino los intereses que están en juego. No se trata de dejarnos ganar por lo que proyectan los medios de comunicación, sino de leer lo que se esconde detrás: los pactos, las herencias políticas y las agendas de poder que nos quieren imponer. Aunque estemos ante el peor panorama electoral de la historia, es urgente exigir en paralelo un cambio estructural en la política boliviana.

La pérdida de privilegios como amenaza

Lo que hoy llaman “crisis” no es más que la reacción histérica de quienes siempre dominaron con abusos y arbitrariedades. Quieren reinos y herencias políticas como si el Estado fuese una hacienda privada. Detrás de sus discursos se esconde la vieja triada del colonialismo: piel blanca, religión domesticadora y poder económico.

No solo las lógicas cruceñas cuestionan lo LGBT en nombre de la religión. Lo hacen también con rezos, procesiones y prédicas que supuestamente “nos libran del mal”, mientras bendicen a quienes sostienen las mismas estructuras de poder que las logias políticas, los empresarios monopólicos, los narcos y las transnacionales. Su agenda es ra***ta, clasista, capitalista, extractivista, homofobica y violadora de los derechos humanos, legitimada con símbolos de fe y discursos de odio.

Como advirtió Angela Davis, “la libertad es una lucha constante”. Hoy esa lucha es contra quienes disfrazan su violencia estructural de civilidad y democracia.

La posverdad como arma

Los medios de comunicación, serviles a esta élite, nos imponen un relato que pretende instalar la mentira como verdad. La posverdad es su arma más eficiente: manipulan la memoria colectiva, relativizan las violencias que ellos mismos ejercieron y posan de víctimas cuando siempre fueron verdugos.

Se presentan como mártires, pero cargan sobre sus espaldas el historial de masacres, de persecuciones a comunidades indígenas, de explotación laboral y de odio contra mujeres y disidencias sexuales.

Subvenciones para unos, condena para otros

La incoherencia es brutal. Rechazan los bonos sociales porque, dicen, “fomentan la flojera”, pero ellos mismos viven de subvenciones estatales, beneficios tributarios y prebendas millonarias. Los grandes medios reciben sumas astronómicas del Estado mientras critican el apoyo mínimo a los más pobres.

Como escribió Eduardo Galeano, “los de arriba aman la justicia cuando les conviene”. Y conviene, claro, cuando las subvenciones engordan sus cuentas bancarias y financian el mismo modelo económico depredador.

Los lobos disfrazados de vegetarianos

Los corruptos de ayer reaparecen con hambre renovada. Se venden como víctimas de persecución política, cuando en realidad son lobos que pactan entre sí para repartirse el festín. Los de derecha, los de izquierda domesticada: todos se sientan en la misma mesa para asegurarse que el pueblo siga siendo carne de cañón.

La democracia termina reducida a un teatro donde elegimos entre lobos que dicen ser vegetarianos, mientras mantienen intacto el modelo extractivista, patriarcal y ra***ta que los alimenta.

La verdadera batalla: la cultural

Mientras ellos juegan al poder, el país enfrenta una multicrisis:

Ética, con un sistema político corrompido hasta los huesos.

Ambiental, donde la selva, el agua y la tierra son entregadas al extractivismo salvaje, disfrazado de “desarrollo”.

Educativa, que debe romper con la lógica patriarcal, machista y conservadora, y avanzar hacia una educación laica, inclusiva y feminista.

De salud, que necesita un sistema público integral, gratuito y desmercantilizado, lejos del negocio privado que lucra con la vida.

Económica, marcada por el monopolio de empresarios cruceños que juegan a ser un mini-gobierno paralelo, controlando precios y asfixiando al pueblo.

Mediática, donde urge regular a medios hegemónicos que operan como brazo armado de las élites.

Cada una de estas crisis es profundizada por la agenda ra***ta, clasista, capitalista y extractivista que intenta perpetuarse con rezos y banderas de odio.

El desafío de lo común

La batalla cultural es, en el fondo, la disputa por lo común: por un Estado que no sea botín de partidos ni hacienda de empresarios, sino escuela de gestión pública al servicio de la gente. Un Estado feminista, plurinacional, diverso y profundamente democrático.

Como señaló Judith Butler, “el poder siempre se disputa en los cuerpos”. Y es en esos cuerpos —racializados, feminizados, empobrecidos, cuir— donde hoy se libra la batalla más dura.

Bolivia no puede seguir atrapada entre lobos que maquillan su voracidad con discursos vacíos. La batalla cultural no es un adorno ideológico: es la condición para sobrevivir como sociedad justa. No es tiempo de neutralidad, porque la neutralidad siempre favorece al opresor.

El futuro dependerá de si el pueblo boliviano logra arrancar de raíz un sistema hecho para la corrupción y reconstruir, desde la diversidad y la dignidad, un país donde la igualdad no sea promesa, sino práctica cotidiana.

  § Frente a la multicrisis global: salud mental, sostenibilidad y nuevas miradasVivimos en medio de una multicrisis que...
26/08/2025

§ Frente a la multicrisis global: salud mental, sostenibilidad y nuevas miradas

Vivimos en medio de una multicrisis que atraviesa todos los ámbitos sociales, no solo en Bolivia, sino en el mundo entero. Una crisis que no se reduce a lo económico, sino que es más profunda y simbólica: el odio, la violencia y el racismo se han instalado en nuestras realidades contemporáneas, alimentados por la hiper-información, la precariedad de vínculos y los cambios culturales acelerados.

El teléfono móvil, convertido en extensión de nuestras vidas, organiza nuestros ánimos, nuestros tiempos y hasta el prestigio social a través de lo visual. Pero en esta era de pantallas, ¿qué estamos haciendo con nuestra salud mental?

Antes ya la sufríamos en silencio; hoy la sobrecarga de información nos obliga a mirarnos desde lo psicológico, lo psiquiátrico y también lo físico. Sin embargo, algo nuevo surge: lo simbólico comienza a ganar un lugar distinto, liberado del control religioso tradicional y enraizado en prácticas que buscan equilibrio.

La meditación, los espacios de soledad, la alimentación consciente, el respeto por el territorio y el medioambiente son caminos que las nuevas generaciones están explorando. Desde la sostenibilidad hasta el autocuidado, desde lo comunitario hasta lo individual, están proponiendo una forma distinta de vivir en un mundo que muchas veces parece arder en guerras y odio.

Es hora de escuchar a nuestras juventudes y adolescentes. Ellos ya nos están mostrando que la tecnología puede ser una herramienta de creación, de cuidado colectivo y de salud emocional, no solo de consumo y alienación. Que la vida digna no está en lo monumental ni en lo excesivo, sino en las pausas, en el cuidado de lo pequeño, en la posibilidad de construir paz interior y comunitaria.

🌱 No todo está perdido.
Es momento de replantear nuestras acciones, cuidar el medioambiente, cuidar nuestras mentes y corazones. Apostemos por una cultura viva que combine lo ancestral con lo contemporáneo, lo tecnológico con lo humano.
Hagamos una pausa. Respiremos. Vivamos mejor con lo que tenemos, con sencillez y respeto.

Se confundieron de fiestaPor Andrés Mallo para La Cuerpa Se confundieron de fiesta. ¡Ups! No era la fiesta de corruptos ...
26/08/2025

Se confundieron de fiesta

Por Andrés Mallo para La Cuerpa

Se confundieron de fiesta. ¡Ups! No era la fiesta de corruptos que se salvan entre sí, blindándose con pactos ocultos y cálculos mezquinos. Era la fiesta democrática: ese espacio donde, según Franz Tamayo, el “... boliviano” debía forjar su destino en común; donde la política, como recuerda René Zavaleta, debería ser “la posibilidad de articular lo abigarrado en una voluntad colectiva”. Pero no, los que dicen representarnos se dedicaron a salvarse entre ellos, entre los de su misma clase política y económica, mientras el pueblo queda a la deriva, atrapado en la multicrisis que devora la esperanza.

Nos han dejado el menú de siempre: elegir entre dos lobos que dicen ser vegetarianos, ahora en la segunda vuelta. Una falsa disyuntiva que, como advirtió Eduardo Galeano, convierte la democracia en un carnaval de máscaras, donde se vota pero no se elige.

La maquinaria mediática acompaña esta puesta en escena. Nos envían sus invitaciones con titulares edulcorados y discursos televisivos alineados a su carnicería simbólica. Nos dicen que habrá salvación, que la democracia es su fiesta, y que el pueblo solo debe aplaudir desde la vereda. Mientras tanto, los racializados, los pobres, los indios, las disidencias, siguen siendo arrojados a la sombra. Como decía Silvia Rivera Cusicanqui, el poder sigue reproduciendo la colonialidad: convierte al indio en objeto de desprecio, y al mestizo urbano en el portador del “progreso” y la “civilización”.

Se nos divide con la pedagogía de la ignorancia: wiphala vs. tricolor, plurinacionalidad vs. república, pititas vs. masistas. Es el viejo guion del “divide y reinarás”, reeditado una y otra vez. Mientras el pueblo discute banderas y etiquetas, las élites políticas—de derecha e izquierda—se reparten el Estado como botín. Como señaló Gramsci, la hegemonía no se sostiene solo con coerción, sino con consenso fabricado: ahí entran los sermones mediáticos, los discursos moralistas y la falsa promesa de que los lobos ya no comen ovejas.

Pero el pueblo no es ingenuo. El bicentenario nos encuentra con la memoria larga de los levantamientos indígenas, con el grito de Domitila Chungara que exigía pan y dignidad, con la persistencia de las luchas feministas y cuir que nos recuerdan que la democracia no es solo votar, sino también existir sin miedo, vivir sin ser despojados.

La verdadera fiesta democrática no está en los salones de pactos, ni en los cócteles de las élites. Está en la calle, en la asamblea popular, en la comunidad que decide colectivamente. Está en cada acto de resistencia contra el mandato colonial y patriarcal que nos quiere sumisos.

Que no nos engañen con su banquete de lobos vegetarianos. La fiesta democrática es nuestra, y solo tendrá sentido si se construye desde abajo, con justicia social, con pluralidad real y con la certeza de que ningún pueblo merece seguir siendo oveja en la manada de otros.

  § El efecto Albertina Sacaca: el cachetazo popular al sistema conservadorAlbertina Sacaca es mucho más que una creador...
25/08/2025

§ El efecto Albertina Sacaca: el cachetazo popular al sistema conservador

Albertina Sacaca es mucho más que una creadora de contenidos virales. Es la encarnación de una grieta cultural que incomoda al sistema conservador boliviano, acostumbrado a hablar desde su burbuja de privilegios —medios de comunicación, gobiernos y empresarios— sin escuchar las voces de lo popular.

Una historia desde abajo

Nacida en la comunidad Jatun Cancha Baja (provincia Chayanta, Potosí) y criada luego en Sucre, Albertina es la tercera de siete hermanos. Desde niña trabajó junto a su familia vendiendo bolsas, sufrió discriminación por su apellido y color de piel, e intentó abrirse camino en distintos oficios: estudió belleza integral, probó con gastronomía, abrió un pequeño salón y actualmente cursa Educación Física. Su vida no tiene nada de privilegios, y quizás ahí radica su autenticidad.

En 2021, mientras el mundo atravesaba la pandemia, comenzó a subir videos en TikTok. Lo que empezó como un pasatiempo se convirtió en un fenómeno: su humor, sus recetas tradicionales y su capacidad de reírse de sí misma la convirtieron rápidamente en referente.

Una estrella de TikTok

El crecimiento fue meteórico: en pocos meses pasó de 870 mil seguidores a más de 6 millones en 2022. Hoy, tras viralizar tendencias como el “Asoka Trend” o su caracterización como Pocahontas, supera los 9 millones de seguidores en TikTok y alcanza decenas de millones de visualizaciones en cada publicación. Una cifra que no solo la coloca como la influencer más importante de Bolivia, sino como una de las más vistas en Latinoamérica.

Lo que incomoda

Lo que molesta de Albertina no es su humor ni sus ocurrencias. Lo que realmente incomoda es que una mujer joven, indígena y popular se convierta en referente de conversación nacional y global, sin responder a las reglas del poder. Ella no viene de los medios tradicionales ni de las universidades de élite. Su escenario son las calles, su comunidad, la cocina y, sobre todo, el lenguaje de lo cotidiano.

Cada carcajada que genera Albertina es un recordatorio de que el relato oficial —solemne, elitista y poco autocrítico— ya no monopoliza las formas de comunicar. Su “efecto” es un cachetazo simbólico al conservadurismo: muestra que lo que para las élites es “folklore” o “entretenimiento menor” puede ser, en realidad, una poderosa interpelación política y cultural.

Más allá del entretenimiento

Albertina es espejo y síntoma. Es espejo porque refleja a miles de jóvenes bolivianos que buscan reconocimiento en sus raíces, en su humor y en su capacidad de soñar desde la adversidad. Es síntoma porque su éxito evidencia que el poder ya no controla las plataformas donde circulan las nuevas narrativas.

El efecto Albertina Sacaca es simple y brutal: una risa popular puede ser más disruptiva que mil discursos presidenciales. Y esa risa, desbordante y orgullosa, nos recuerda que Bolivia es diversa, viva y mucho más grande que las élites que todavía creen controlarla.

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