17/11/2025
¿Alguna vez has oído a tus padres decir: "Cuando tengas 18, podrás hacer lo que quieras"?
¿O a hijos deciren: "Cuando tenga 18, haré lo que quiera"?
Esta frase, tan común entre mucha gente, incluyendo, lamentablemente, a cristianos, revela un profundo problema en nuestra mentalidad moderna:
Cedemos al Estado lo que Dios nos dio como padres. Y la mayoría de edad legal se ha convertido, para muchos, en un hito mágico, una señal de "todo vale", de madurez.
Pero la Biblia nunca dijo que a los 18 años alguien está listo, es maduro o independiente.
Todo lo contrario, la autoridad parental no proviene de la cultura, que determina cuándo se alcanza la mayoridad, sino de Dios, quien les dio a los padres autoridad sobre sus hijos.
Por lo tanto, la autoridad parental no está ligada a la mayoridad legal, sino que perdura mientras haya cuidado, apoyo, un hogar y una buena educación. Solo cambia de forma cuando el hijo se casa y forma un nuevo hogar. Pero, Incluso entonces, deve seguir a honrar al padre y a la madre, lo que perdura por toda la vida.
Vivir bajo la ilusión de la "independencia a los 18" ha generado jóvenes inseguros, ansiosos y emocionalmente frágiles, llenos de vicios y sin rumbo, porque la autonomía sin madurez se convierte en autodestrucción.
El modelo bíblico es mucho más sabio y humano. La madurez es un fruto, no un calendario, y la obediencia existe mientras se viva bajo autoridad y provisión, y el honor permanece para siempre. Y la verdadera autonomía nace en el matrimonio, cuando se asume la responsabilidad de una nueva familia, no en un documento emitido por el Estado.
Cuando la familia cristiana cede su autoridad a la cultura, pierde estabilidad, continuidad y propósito. Pero cuando recupera el modelo de Dios, genera hijos más maduros, hogares más fuertes, relaciones más sanas y una sociedad más estable.
La Biblia no ofrece una visión anticuada, ofrece una visión más profunda, segura y realista que cualquier eslogan moderno.
Además, cuando un niño piensa: "Cuando cumpla 18, haré lo que quiera", especialmente si usa esta frase para desafiar la decisión de sus padres, revela que la autoridad se ha perdido hace mucho tiempo.
Porque, aunque se someta externamente, esta sumisión no nace del corazón, no surge del reconocimiento de la sabiduría de los padres, ni de la certeza de su amor, ni de la confianza en que cada decisión parental busca su bien con la dirección De Dios.
Es una obediencia impulsada por el miedo al castigo, y no por el honor; por lo tanto, siempre es frágil, temporal y efímera.
Toda autoridad que se sustenta exclusivamente en la fuerza, y no en la relación, está condenada a desmoronarse. Una familia sana no cría hijos que obedecen "porque no tienen otra opción", sino hijos que obedecen "porque saben quién los ama y quién los guía, sob la autoridad de Dios, para su bien".
Así, cuando la autoridad se fundamenta en el amor, la coherencia y la sabiduría, y no se impone simplemente por la fuerza, incluso después de cumplir los 18 años, los hijos siguen queriendo consultar a sus padres, pedir consejo, escuchar sus palabras y buscar su apoyo y dirección.
Porque reconocen que existe verdadera sabiduría, amor genuino e intención de cuidar, y que la fuente de esta autoridad no es cultural ni estatal, sino Dios y su Palabra, ambos inmutables, permanentes y con autoridad para todas las edades.
Los hijos que han aprendido a honrar no necesitan que se les recuerde obedecer, regresan naturalmente porque saben quiénes son sus guías seguros en la vida.
Además, es crucial afirmar que este modelo bíblico de autoridad no elimina la legítima autonomía de los hijos, ni los condena a la dependencia patológica que vemos con tanta frecuencia hoy en día: adultos emocionalmente frágiles de entre 30 y 35 años, carentes de capacidad de decisión y propósito, viviendo como adolescentes tardíos en el hogar de sus padres.
Por el contrario, cuando la autoridad parental se ejerce con sabiduría, amor y constancia, acelera la madurez, no la retrasa.
Los niños criados en este entorno se convierten en adultos que asumen responsabilidades desde temprana edad, toman decisiones más firmes, eligen caminos de vida más estables, desarrollan habilidades emocionales, espirituales y profesionales con mayor rapidez, y llevan consigo un sentido de misión que los acompaña durante toda su vida.
La obediencia acompañada de respeto no produce dependencia infantil, sino una madurez estructurada; no crea "niños eternos", sino adultos íntegros, capaces de liderar, servir, trabajar, emprender, formar familias sanas y afrontar la vida con sabiduría y valentía.
Artigo completo em:
O presente artigo examina criticamente a mentalidade contemporânea, amplamente difundida inclusive entre cristãos, de que a maioridade civil aos dezoito anos confere autonomia plena ao indivíduo. A partir de uma abordagem interdisciplinar que integra