
01/06/2025
UN HOSPITAL NUESTRO, DONDE EL SISTEMA PÚBLICO SI IMPORTA.
Durante la última campaña política municipal, uno de los temas más discutidos fue quién había hecho más por la construcción del nuevo Hospital de Lonquimay. En lo personal, me tocó ver de muy cerca los pasos finales que permitieron concretar esta anhelada obra. Son historias que, con el tiempo, quedarán para contarles a los nietos.
Sin embargo, más allá de disputas y créditos, lo verdaderamente importante es que hoy contamos con un hospital moderno, digno y acorde a la atención que nuestra comunidad merece. Y eso no es menor. Porque en territorios alejados como el nuestro, donde los derechos muchas veces llegan tarde, tener un centro de salud de calidad es una verdadera conquista colectiva.
Estos días lo vivimos desde un lugar más íntimo: mi hija Mariana estuvo hospitalizada por un virus que nos tuvo en vilo. En medio de esa preocupación, volví a valorar profundamente lo que significa contar con un sistema de salud público, humano y cercano.
Siempre he sido un defensor de lo público. Soy hijo de la educación pública, de la beca JUNAEB, del pase escolar, del fondo solidario. Hoy, mis hijos también estudian en la educación pública. Cotizo en FONASA y nos atendemos en el sistema estatal, como tantas familias de Lonquimay. Porque aquí, al hospital llegamos todos, sin distinción.
Y lo que encontramos fue una atención de primer nivel: espacios agradables, cálidos y bien cuidados. Pero, sobre todo, personas comprometidas. Técnicos, auxiliares, enfermeras, médicos, profesionales que no solo hacen bien su trabajo, sino que lo hacen con empatía y cercanía. Porque nos conocemos, porque vivimos en el mismo lugar. Y eso hace toda la diferencia.
Defiendo lo público no solo porque es necesario, sino porque es una expresión concreta de justicia y dignidad. Un espacio donde cada persona es recibida, no por el tamaño de su billetera, sino por el simple hecho de necesitar ayuda.
Estamos en tiempos de campañas, y en diciembre elegiremos al próximo Presidente o Presidenta de la República. El rol del Estado —más grande o más pequeño— vuelve a estar en el centro del debate. Pero hagámonos una pregunta sencilla y directa: si lo público no existiera en Lonquimay, ¿tendríamos cómo pagar una clínica privada? ¿O un colegio particular? ¿Sería rentable para un privado instalar esos servicios en nuestra comuna?
No se trata de oponerse a lo privado. Ojalá surjan mas alternativas y emprendimientos locales que enriquezcan nuestra oferta. Pero nunca debemos menospreciar lo público ni subestimar su valor.
En este sentido, el último Informe sobre el Índice de Desarrollo Humano del PNUD en Chile es claro: la mayor desigualdad hoy no está solo en los ingresos, sino en el territorio. Mientras las grandes ciudades concentran la inversión y las oportunidades, cientos de comunas pequeñas —como Lonquimay— quedan rezagadas, con servicios debilitados y poblaciones que sienten que el país avanza, pero sin ellos.
Esta desigualdad territorial se corrije con un Estado que no se repliegue, sino que esté presente. Donde lo público no sea visto como un gasto, sino como una inversión en el presente y en el futuro.
Debemos seguir luchando por ese sistema solidario, donde quien tiene más, aporta más, y así se garantiza que todos y todas tengamos acceso a salud, educación y bienestar, sin importar nuestro origen ni nuestros ingresos.
Eso no es caridad, es justicia. Y es también el país que creo posible construir.