25/04/2025
Una serpiente mordió a la hija única de un padre. Desesperado, corrió al vecino pidiendo ayuda:
—¡Por favor, présteme su coche! ¡Mi hija se muere!
Sin esperar explicación, tomó las llaves y partió. Llegó al hospital. El antídoto funcionó. Su hija vivió.
Horas después, regresó a agradecer:
—Gracias a su coche, mi hija está viva.
El vecino respondió:
—No me agradezca a mí. Agradezca a Dios.
—¿A Dios? Soy ateo. Fue su coche el que salvó a mi hija.
El vecino bajó la mirada.
—Mi coche no tiene motor. Lleva meses en el taller.
El padre corrió, abrió el capó… y se derrumbó. Sin motor. Sin lógica. Sin explicación. Solo un milagro.
Con lágrimas en los ojos, levantó la vista:
—Dios… perdóname. Siempre estuviste ahí.
A veces lo imposible sucede.
A veces lo que no tiene sentido… nos salva.
Y es ahí, en medio del dolor, cuando descubrimos que nunca estuvimos solos.
Dios no siempre se encuentra en un templo. A veces aparece en un motor que no existe.
No esperes a estar de rodillas para creer.
Agradece, aunque no entiendas.
Porque quizá, justo ahora…
estás viviendo un milagro.