29/07/2025
"La Puerta que Nunca Debí Abrir"
Cuando abrí la puerta del cuarto 313, supe que algo estaba mal. El aire era más frío, como si hubiera entrado a una cámara olvidada por el tiempo. Pero lo extraño no era el clima… era el sonido. Una música de piano suave sonaba desde adentro, aunque nadie más tenía acceso a ese piso.
Había llegado al viejo hotel por casualidad, tras una avería en la carretera. La recepcionista, una anciana con una sonrisa inquietantemente amable, me dio la llave sin mirarme a los ojos y solo dijo:
—Si escucha música, no entre.
Pero mi curiosidad pudo más.
La habitación estaba impecable, demasiado perfecta. Ni una mota de polvo, como si alguien la hubiera arreglado apenas unos minutos antes. En el centro, un piano cubierto con una manta roja. No sé por qué, pero la destapé.
Al instante, la puerta se cerró sola con un estruendo. Las teclas del piano comenzaron a moverse solas, tocando una melodía que sonaba como un lamento. Intenté abrir la puerta. Cerrada. Las paredes empezaron a mostrar sombras, siluetas moviéndose, como si hubiera personas atrapadas en ellas.
—¡Devuélveme lo que es mío! —gritó una voz detrás de mí.
Me giré. Nadie. Solo el espejo… y mi reflejo, que me miraba con odio.
Esa noche supe que el cuarto 313 no era solo una habitación. Era una prisión. Y cada vez que alguien abría esa puerta, el espíritu que vivía allí decidía si se quedaba… o se iba en tu lugar.
Yo aún estoy aquí.
Pero ya no en mi cuerpo.