17/06/2025
𝗟𝗮 𝗨́𝗹𝘁𝗶𝗺𝗮 𝗔𝗽𝘂𝗲𝘀𝘁𝗮 𝗲𝗻 𝗲𝗹 𝗣𝗮𝗻𝘁𝗲𝗼́𝗻 𝗱𝗲 𝗕𝗲𝗹𝗲́𝗻
En la ciudad de Guadalajara, donde los muros antiguos aún susurran secretos, se encuentra el Panteón de Belén, un cementerio cargado de historia, leyendas y ecos del más allá. Fue allí donde un grupo de cinco amigos decidió terminar una noche de fiesta en busca de emociones fuertes.
La velada había comenzado con risas y cervezas en un parque cercano. A medida que la oscuridad caía, alguien propuso contar historias de terror. Las más escalofriantes giraban siempre en torno al viejo cementerio, visible entre los árboles, donde se decía que los mu***os aún caminaban en las madrugadas.
—Dicen que si pisas una tumba después de la medianoche, el mu**to te agarra y te arrastra con él —comentó con voz grave Rafa, el bromista del grupo.
—¡Eso es una tontería! —rió Ximena, valiente por fuera, pero con los nudillos blancos de tanto apretar su vaso.
—¿Ah, sí? —replicó Rafa, sacando de su mochila una vieja navaja de mango de hueso—. Entonces demuéstralo. Te doy mil quinientos pesos si entras al cementerio, pisas una tumba y clavas esto sobre ella.
Ximena, picada por el orgullo y alentada por las risas de sus amigos, aceptó. Tomó la navaja sin pensarlo dos veces.
—Quédense aquí. No tardo —dijo con voz firme, aunque su sombra temblaba.
Saltó la reja oxidada del panteón y desapareció entre los cipreses. El viento ululaba entre las criptas, y la luna se ocultaba tras nubes espesas. El aire tenía un olor antiguo, como de tierra húmeda y flores marchitas.
Ximena caminó hasta encontrar una lápida solitaria, cubierta de musgo. Sin mirar el nombre del difunto, se subió sobre la tumba y murmuró para sí misma:
—Esto es solo piedra. Los mu***os no vuelven...
Se agachó y clavó la navaja en la tierra. Al intentar incorporarse, sintió un tirón. Su falda estaba atorada. Trató de liberarse con un gesto rápido, pero no pudo. Algo la sujetaba. Un escalofrío le recorrió la espalda. Volvió a jalar, desesperada, pero sentía como si unas manos frías la detuvieran.
—¡Alguien me agarra! —gritó con voz quebrada.
Sus amigos, al escuchar el alarido, corrieron hacia el cementerio. Cuando por fin la encontraron, estaba tendida sobre la tumba, con los ojos abiertos de par en par, la boca congelada en un grito silencioso, y el rostro deformado por el terror. La navaja aún estaba clavada, sujetando su falda a la tierra.
La autopsia reveló que había mu**to de un infarto fulminante. Nadie la tocó. Nadie la arrastró. Fue su propio miedo... o eso quisieron creer.
Desde entonces, algunos visitantes del Panteón de Belén aseguran que, si vas de noche, puedes ver a una figura femenina caminando entre las tumbas. Siempre sola. Siempre temblando. Y si la miras fijamente, a veces, parece que te está pidiendo ayuda... pero nunca, jamás, te acerques.
Porque nadie sabe si es una aparición…
o una nueva trampa del cementerio para llevarse a otro más.
𝑯𝒊𝒔𝒕𝒐𝒓𝒊𝒂 𝑶𝒓𝒊𝒈𝒊𝒏𝒂𝒍: 𝑶𝒔𝒄𝒖𝒓𝒐 𝑨𝒎𝒂𝒏𝒆𝒄𝒆𝒓
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