30/06/2025
👼 SANTO DEL MES 👼
"PATRONAZGOS "
Como buen santo, no se le atribuye un solo milagro o una sola "petición", san Antonio de Padua es patrono de los pobres, los objetos perdidos, los viajeros, los pescadores, de los que buscan pareja para casarse, de las mujeres estériles y últimamente, de los que padecen alguna enfermedad celíaca.
Algunos de estos patronazgos se deben a algunos milagros o misiones que llevó a cabo el santo en vida y después de su muerte, como:
- De los que buscan pareja para casarse: cuentan que un día mientras fray Antonio caminaba por la plaza, una joven se le acercó y le pidió que le ayudará a conseguir un buen marido, a lo que el fraile aceptó y después de un tiempo, el mismo fray Antonio estaba casando a la joven con un buen hombre, ademas se dice que con su predica logró convertir a muchos jóvenes y los guió a vivir en santo matrimonio.
- Pescadores: acordémonos del milagro de los peces, que en un pueblo ateo, nadie escuchaba a fray Antonio, así que fue a predicar a los peces para que ellos escucharan la Palabra de Dios, y en segundos, un chapoteo se oye y peces de todos los tamaños se acercaron al padre Antonio, sacaron sus pequeñas y grandes cabezas para escucharlo, ante esto, muchos de aquel pueblo, se convirtieron.
- De las mujeres estériles: Este patronazgo podría venir, de aquel por el cual se celebran los 13 martes, cuando una pareja de esposos después de tanto años casados, la esposa no había podido concebir, así que decidió rezarle a san Antonio quien hacía poco había fallecido, a los meses, la pareja celebró la llegada de su primogénito.
- Objetos perdidos: Recordemos cuando fray Antonio perdió su libro de oraciones y en el monasterio se había perdido un novicio, y después de fray Antonio, orar al Señor, apareció el novio con el libro en mano.
Y estos y otros más milagros han llevado a san Antonio de Padua a ser el santo de todo el mundo.
DE LOS SERMONES DE SAN ANTONIO
Con razón, pues, dijo Jesús de sí mismo: Yo rogaré al Padre por vosotros. Por eso dice san Juan en su carta: Tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el justo. Él es víctima de propiciación, es decir, de aplacamiento, por nuestros pecados. Por esta razón lo ofrecemos diariamente en el sacramento del altar a Dios Padre para que perdone nuestros pecados. Procedemos, pues, como la madre que tiene un hijo pequeñito. Cuando su marido airado le quiere golpear a ella, ella, estrechando a la criatura en sus brazos, la pone delante del airado marido diciendo: ¡Golpea a éste, azota a éste! La criatura llorando se compadece de la madre, y el padre, cuyas entrañas se han conmovido con las lágrimas del hijo a quien ama entrañablemente, perdona a su mujer gracias al hijo. De la misma manera a Dios Padre, airado con nosotros por nuestros pecados, le ofrecemos su Hijo Jesucristo por la alianza de nuestra reconciliación en el Sacramento del altar, a fin de que, si no por atención a nosotros, al menos por Jesús, su Hijo amado, aleje los castigos que justamente merecemos, y acordándose de sus lágrimas, de sus trabajos y de su Pasión, nos perdone.
Ea, pues, Señora nuestra, santa Madre de Dios, única esperanza, te suplicamos que ilumines con el esplendor de tu gracia nuestras almas, que las purifiques con el candor de tu pureza, que las enciendas con el calor de tu visita y nos reconcilies con tu Hijo, para que merezcamos llegar al esplendor de su gloria. A él sea dada honra y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
El Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, se digne cubrir con su caridad la multitud de nuestros pecados. A Él se debe honra y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
DE LOS MILAGROS DE SAN ANTONIO
Una mujer de Tremiñón, por nombre Vida, ferventísima devota del bienaventurado Antonio, anhelaba con toda su alma visitar su sepulcro. Pero se acercaba el tiempo de la cosecha, y bandadas de gorriones causaban gran estrago en el panizo, que ya blanqueaba próximo a su sazón, y como ella estaba puesta de guardiana para espantar a tan importuno género de pajarillos, no tenía ninguna posibilidad de ponerse en camino. Llegando un día a la cerca que rodeaba el panizal, prometió que si el bienaventurado Antonio lo guardaba de los gorriones, visitaría nueve veces su sepulcro. Apenas hecha la promesa, cuando una nube de los dichos pájaros abandonó el lugar en una sola bandada, y vio que no quedó ni un solo gorrión sobre los sauces que circundaban el panizal. La buena mujer se apresuró a dar cumplimiento a su anhelo. (franciscanosorg)