18/06/2025
A quien herí sin saber cuánto valía...
No sé si estas palabras llegarán a ti algún día, pero necesitaba escribirlas. Verte de nuevo removió algo muy profundo en mí, algo que llevaba mucho tiempo guardado… y que hoy no puedo seguir ignorando.
He pensado mucho en todo lo que compartimos, y en especial, en cómo terminó todo. Sé que te hice daño, y me duele admitirlo, porque en ese momento no fui consciente de lo que significabas ni del peso de mis actos. Pero hoy lo soy. Y eso, créeme, duele.
No te escribo para pedir nada, ni siquiera ese perdón que tantas veces se repite sin sentir. Lo hago porque siento que es justo que sepas que me pesa en el alma haber herido a alguien que me quiso de verdad. Alguien que me brindó su cariño con transparencia, con ternura, con confianza… y yo no supe cuidarlo.
He cambiado. No sé si eso importa, pero sí sé que no quiero seguir caminando con esta espina clavada. Esta carta es, de alguna forma, mi manera de asumir lo que fui, de reconocer mi error, y de decirte, con todo el corazón: lo siento. De verdad.
Si algún día pensaste que no te valoré, que no significaste nada, quiero que sepas que no es así. Tal vez lo entendí tarde, pero lo entendí.
Y aunque el tiempo ha pasado, y cada quien tomó su rumbo, hay momentos —como el de ayer— que traen de vuelta todo lo que uno creyó haber enterrado. No me refiero solo a ti, sino a esa parte de mí que aún no ha sanado, que sigue cargando con la vergüenza de no haber sido el hombre que tú merecías.
Sé que nuestras vidas ya no se cruzan como antes, y no pretendo alterar tu camino. Pero necesitaba decirte esto, aunque sea en silencio o en papel: lo siento profundamente. No por un remordimiento pasajero, sino por una herida que reconozco haber causado y que nunca debí infligir.
Siempre me pregunté cómo estarías, si habías podido rehacer tu vida con alegría, con alguien que te tratara como yo no supe hacerlo. Ojalá que sí. Ojalá que tu mundo hoy esté lleno de luz, de respeto, de risas sinceras, de paz.
Yo aún sigo aprendiendo. Y quizás esto sea parte de ese proceso: mirar de frente a mis errores, pedir perdón aunque no pueda escucharlo, y permitirle a mi alma dejar de huir de aquello que en su momento no supo sostener.
Ese abrazo que nos dimos ayer no fue solo de dos personas que se encontraron, fue una despedida a lo que fue, y un reconocimiento de lo que pudo ser. No necesito que me perdones, pero sí necesitaba decirte que he cambiado. Y que tú, aunque no lo sepas, fuiste parte de ese cambio. Porque a veces el recuerdo de una buena persona que lastimamos es lo que más nos empuja a no volver a fallar.
Gracias por haber sido tú. Por lo que me diste. Por lo que me enseñaste. Por lo que callaste.
Y hoy, al verte nuevamente, fue como si una parte de mí que había quedado dormida despertara con fuerza. No fue solo el abrazo o el beso en la mejilla… fue la memoria de lo que no fue, de lo que dañé, y del dolor que te pude causar sin querer, por no ser sincero en aquel entonces.
Quiero que sepas que lo siento con todo mi corazón. No hay un solo día en que al pensar en mis errores, no me duela saber que fuiste una de las personas que salió lastimada por mis decisiones. Te debía una disculpa hace muchos años, y aunque llega tarde, quiero entregártela con el alma en la mano: perdóname.
No espero nada de ti. Ni palabras, ni respuestas, ni entendimiento si no lo hay. Solo necesitaba decirte que reconozco el daño, que me duele profundamente, y que desde aquel entonces he intentado ser una mejor persona, aprender de mí mismo, de mis silencios, de mis fallas.
Verte de nuevo removió todo esto porque nunca fuiste una persona más. Nunca fuiste una historia cualquiera. Siempre fuiste especial, auténtica, real. Y el que yo no haya estado a la altura de eso en su momento, es algo que me pesa. No porque espere volver atrás, sino porque ahora entiendo muchas cosas que entonces no supe cuidar.
No sabes cuántas veces he repasado en mi mente lo que debí decirte, cómo debí haberte tratado, o simplemente haber tenido el valor de no confundirte, de no herirte. Pero no hay forma de cambiar el pasado. Solo puedo honrarlo siendo honesto contigo ahora.
A veces uno cree que lo que hace está bien, o que el tiempo acomodará todo, pero eso no siempre pasa. Algunas heridas no se curan con el tiempo: se curan con verdad, con arrepentimiento sincero, con el reconocimiento humilde del daño. Hoy entiendo eso.
Y por eso escribo estas líneas, no por nostalgia, no por pena, sino por respeto. Por ti. Porque te merecías claridad, y porque si en algún rincón de tu corazón quedó una pregunta sin respuesta, o una espina clavada, deseo de verdad que estas palabras puedan ayudar a sanarla, aunque sea un poco.
Gracias por ese instante en que te volví a ver. Por lo que despertó en mí. Por recordarme que la vida nos da oportunidades, no para retroceder, sino para hacer lo correcto, aunque sea tarde.
Donde quiera que estés, con quien estés, deseo que seas feliz. Que la vida te devuelva todo lo bonito que llevabas en el alma. Y si alguna vez piensas en mí, que no sea solo con dolor, sino también con la certeza de que esta vez, te hablé desde el fondo del corazón.
Con respeto, con gratitud y con profunda sinceridad.