28/08/2025
En el corazón de El Salvador, un dilema se alza en las puertas de la educación.
¿Estamos presenciando una medida audaz para forjar disciplina y respeto, o es una imposición que reprime la libertad individual? La imagen de un estudiante enfrentando la barrera de una política estricta nos obliga a preguntarnos: ¿Es la rigidez el único camino hacia la excelencia, o se está sacrificando la identidad de nuestros jóvenes por un ideal de orden?
Esta es la realidad en las escuelas salvadoreñas. La disciplina es ahora un requisito indispensable, donde la apariencia personal se convierte en un símbolo de acatamiento. El simple acto de no saludar, o un uniforme menos que impecable, puede significar quedarse fuera, lejos de las aulas y del futuro que prometen.
¿Es esta la lección que queremos que aprendan nuestros hijos: que su valor reside en su capacidad de conformarse? O, por el contrario, ¿estamos sentando las bases de una sociedad más justa y ordenada? La respuesta no es simple, y el debate está más vivo que nunca.
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