03/06/2025
El 1 de enero de 1959, con la llegada de las fuerzas de Fidel Castro al poder en Cuba, se inició una transformación radical. Para Castro, Coca-Cola no era solo una bebida; era un símbolo palpable del capitalismo estadounidense, y su eliminación se convirtió en una prioridad.
En 1960, la decisión fue drástica: su gobierno nacionalizó todas las empresas de Estados Unidos en Cuba, lo que incluyó, sin excepción, a las embotelladoras de Coca-Cola. Esto no fue solo un golpe económico, sino un evento que redefinió la vida cotidiana cubana.
De un día para otro, la bebida favorita de muchos, el refresco común en cada hogar y el mezclador inseparable de los icónicos cócteles de ron, simplemente desapareció. Su ausencia fue un claro y amargo recordatorio del giro de Cuba lejos de la cultura consumista estadounidense.
A pesar de los años y los cambios en las políticas cubanas, Coca-Cola nunca volvió a producirse oficialmente en la isla. Aquellos ciudadanos que antes compraban una Coca-Cola por unos pocos centavos, ahora se enfrentaban a una realidad donde simplemente no estaba disponible, a ningún precio.
Hoy, dar con una botella de Coca-Cola en Cuba es casi un hallazgo arqueológico, un recordatorio tangible y constante de la profunda y duradera grieta entre Cuba y Estados Unidos.