07/08/2025
RECORDEMOS UN DÍA COMO HOY PERO DE 1819.
Puente de Boyacá, 1819. A las dos de la tarde, bajo un cielo nublado que no presagiaba lo que estaba por venir, el destino de una nación se definió en apenas dos horas. Fue allí, entre el murmullo del río Teatinos y el retumbar de los cañones, donde se selló la libertad de Colombia.
Simón Bolívar, el Libertador, al mando del Ejército Patriota, había recorrido cientos de kilómetros desde los llanos orientales, atravesando con su tropa la implacable cordillera de los Andes. No fue solo una marcha militar: fue una hazaña humana. Hambre, frío y enfermedades acompañaron a los soldados en cada paso, pero no detuvieron su convicción.
La estrategia fue precisa. Desde la mañana del 7 de agosto, las tropas patriotas comenzaron a desplegarse en el campo abierto de Tunja, cortando el paso a las fuerzas realistas comandadas por el coronel José María Barreiro, que avanzaban hacia Santa Fe para consolidar el dominio español.
La batalla fue feroz. Se luchó cuerpo a cuerpo, con bayoneta y fusil, pero también con el alma. Los lanceros de Páez cargaron con valentía y las divisiones de Anzoátegui y Santander cerraron el cerco. En menos de 120 minutos, la historia cambió de rumbo: el ejército realista fue derrotado, Barreiro capturado y la esperanza de un continente libre renació con fuerza.
Aquel día, el 7 de agosto de 1819, no fue una simple victoria militar. Fue el comienzo real de la independencia de Colombia y un punto de inflexión para toda América Latina. El eco de esa gesta aún resuena cada año en las montañas boyacenses y en el corazón de cada colombiano que recuerda que la libertad, como entonces, se conquista con sacrificio y unidad.
Hoy, más de dos siglos después, Boyacá no solo es un puente de piedra: es un puente hacia la memoria, hacia la identidad, y hacia ese anhelo de justicia y dignidad que aún sigue guiando nuestros pasos como nación.