30/07/2025
Un caballo había despreciado a un gallo durante toda su vida. Creía que un animal como él no tenía valor, hasta que un día se dio cuenta de la peor manera que estaba equivocado. En las grandes granjas de Estados Unidos, los caballos eran admirados por su fuerza y elegancia. Se les consideraba indispensables para el trabajo y el transporte, mientras que un gallo solo cantaba al amanecer.
Desde que tenía memoria, el gallo despertaba antes que todos y cantaba con orgullo. Era el encargado de anunciar el inicio del día, pero nadie le decía. El caballo lo miraba con desdén. "Solo eres un despertador con patas", dijo un día. "Yo en cambio soy fuerte y veloz. Puedo llevar al granjero a donde quiera, puedo halar la tierra y cargar peso". El gallo solo lo miró y respondió con calma: "Cada uno tiene su propósito en la granja". El caballo rio: "Propósito, si un día desapareces, nadie lo notará". El gallo no dijo nada y siguió con su rutina.
Pero entonces un día ocurrió algo inesperado. El gallo enfermó. Esa mañana, por primera vez en su vida, no pudo cantar. El sol salió, pero la granja permaneció en silencio. El granjero abrió los ojos de golpe, miró la hora y saltó de la cama. Corrió al establo y encontró todo un caos. Las vacas mugían sin parar, los caballos pateaban las puertas con impaciencia, los cerdos chillaban de hambre. Los trabajadores llegaron tarde, los animales no fueron alimentados, nada estaba en orden. El caballo miró todo con desconcierto. "¿Por qué estaba pasando esto?".
Cuando el granjero vio el gallinero, su rostro reflejaba preocupación. "¿Por qué no escuché el canto del gallo?". Se acercó y lo vio acurrucado, sin fuerzas para cantar. Esa noche, la granja no fue la misma. El caballo se dio cuenta de algo: "Hoy todo estuvo mal, pero ¿por qué?". Fue entonces cuando entendió la verdad. La granja no dependía de él, dependía del pequeño gallo al que siempre había ignorado. El caballo vio cómo el granjero llevaba agua y alimento especial al gallo enfermo. Le daba más atención que a cualquier otro animal. "Descansa, pequeño, nos haces falta". El caballo, sorprendido, pensó: "¿Cómo puede ser importante? Solo canta, ¿eso es suficiente?".
Al día siguiente, el gallo recuperó fuerzas, cantó con todo su orgullo y la granja volvió a la normalidad. Los animales despertaron a tiempo, el caballo recibió su ayuno a la hora correcta. Todo estaba bien otra vez. Esa noche, cuando todos dormían, el caballo se acercó al gallinero. "Antes pensé que no eras importante", dijo. "Pero hoy comprendí que lo que hacemos define nuestro valor". El gallo sonrió. "Algunos corren rápido y otros simplemente cantamos".
Desde ese día, el caballo nunca volvió a menospreciar a nadie, porque aprendió que hasta el más pequeño puede sostener el mundo sin que nadie lo note. Solo cuando alguien falta entendemos cuánto lo necesitábamos. ¿Tú qué opinas? ¿Alguna vez te han menospreciado por lo que haces? Si esta historia te hizo reflexionar, compártela con alguien que necesite escuchar esto.