29/08/2025
//𝑬𝒍 𝒈𝒖𝒂𝒓𝒅𝒊𝒂́𝒏 𝒇𝒊𝒆𝒍 𝒒𝒖𝒆 𝒏𝒐 𝒒𝒖𝒊𝒔𝒐 𝒅𝒆𝒋𝒂𝒓 𝒔𝒐𝒍𝒐 𝒂 𝒔𝒖 𝒂𝒎𝒊𝒈𝒐
Esta mañana, entre la calle cuarta y carrera quinta y cuarta, en pleno centro de la ciudad de Neiva, el ritmo habitual se detuvo por un instante.
En el separador de la avenida, bajo el cielo gris de un amanecer cualquiera, yacía el cuerpo sin vida de un habitante de calle. Su nombre era desconocido para muchos, pero no para quien más lo amaba: un pequeño perro que se negaba a aceptar la partida de su compañero.
Testigos aseguran que el hombre falleció de un infarto fulminante. No hubo gritos, ni despedidas. Solo el silencio, roto por los ladridos desesperados del perrito que, desde el primer momento, se convirtió en centinela de ese cuerpo cubierto por una sábana blanca. El animal, confundido, parecía creer que su amigo simplemente dormía.
Se acurrucaba junto a él, lo olfateaba, lo lamía, como si intentara despertarlo de un sueño profundo.
Solidaridad entre lágrimas
Varias mujeres que pasaban por el lugar intentaron consolar al perrito. Le hablaban con dulzura, le ofrecían caricias, pero él no cedía.
Se interponía entre su amigo y quienes intentaban acercarse para realizar el levantamiento del cadáver. Mordía el aire, gruñía, defendía con fiereza lo único que le quedaba: el vínculo invisible que lo unía a ese hombre que, aunque sin hogar, le había dado todo.
El último adiós
Finalmente, tras varios intentos, lograron apartar al perrito con cuidado. Fue necesario para que las autoridades pudieran cumplir con el protocolo.
El cuerpo fue retirado, pero el alma del animal quedó allí, mirando con ojos tristes el vacío que dejó su compañero. Algunos vecinos se ofrecieron a cuidar del perro, que ahora carga con la lealtad como única herencia.
En medio del caos urbano, esta historia nos recuerda que el amor no entiende de clases, ni de techos. Que a veces, el más puro de los afectos se encuentra en quienes menos tienen, pero más dan.
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