03/11/2025
Cuando una mascota está en sus últimos momentos, no busca consuelo en nadie más. No busca al veterinario, ni al asistente, ni siquiera a quien le ofrece una caricia de alivio. Lo único que busca es a su persona. A ti.
Los veterinarios son testigos de cómo perros, gatos, conejos… que sienten que el final está cerca y giran la cabeza hacia la puerta, esperando escuchar una voz conocida, o sentir una mano que los calmó tantas veces antes. Esperan, como si el tiempo se detuviera, a que su dueño entre por última vez.
Pero la verdad duele: la mayoría de las veces, nadie entra.
Muchos no soportan verlos partir y prefieren irse. Y entonces esos animales se quedan ahí, mirando hacia la nada, con el corazón encogido, buscando una presencia que no llega.
Los veterinarios cuentan que algunos lloran bajito, otros solo miran fijo, como preguntando: “¿dónde estás?”. Y aunque los profesionales hacen todo lo posible por acompañarlos, no pueden reemplazarte. Porque ese lazo que construyeron contigo es único, profundo, irremplazable.
Ellos estuvieron a tu lado cuando llegabas triste y siempre te recibieron con una sonrisa, y cuando estabas feliz lo celebraban contigo aunque no entendían. Fueron testigos de tus risas, tus desvelos, tus victorias pequeñas. Y nunca te dejaron solo.
Por eso, cuando llega ese momento que todos tememos, lo que más necesitan no es valentía, ni consuelo, ni palabras. Solo te necesitan a ti. Tu voz, tu mano, tu presencia. Que tus palabras sea lo último que escuchen, y tu mirada lo último que vean.
Acompañar a nuestras mascotas hasta el final es, quizás, el acto más puro de amor que se puede tener. Porque despedirlos duele, sí… pero quedarse es una forma de honrar todo lo que nos dieron.
Ellos nunca nos dejaron solos. No los dejemos solos a ellos.