
23/06/2025
En San Gil, el teatro está de luto. Hoy, el telón cayó demasiado pronto para uno de sus artistas más intensos, más libres, más vivos: Andrés. Para algunos, Andrés era “el de las telas”, el que se alzaba por los cielos entre amarillos vibrantes con la gracia de quien nació para no tocar el suelo. Para otros, era simplemente Andrescito, ese joven que regalaba alegría en cada movimiento, en cada función, en cada saludo.
Nadie sabía exactamente cómo lo hacía, pero Andrés lograba lo más difícil del arte: hacer sentir. En su cuerpo vivía la poesía del aire, la intensidad del silencio, la risa espontánea, el gesto puro. No necesitaba grandes escenarios porque él mismo era uno. Donde Andrés estaba, el teatro comenzaba.
Su partida deja un vacío enorme entre quienes lo conocieron. No solo por su talento –que era innegable y brillante– sino por su calidez, su nobleza, su ternura. Tenía una manera particular de ver la vida, como si todo fuera un ensayo para hacerla más hermosa, más auténtica, más verdadera.
Hoy San Gil se detiene. Los aplausos callan por un instante. Las telas cuelgan sin coreografía. Pero también, hoy más que nunca, se siente la presencia de Andrés en cada rincón del teatro, como una ráfaga de viento que sube por las cuerdas, como una sonrisa que aún flota en el aire.
Gracias por tanto. Vuela alto, que el cielo ya tiene su mejor función
Por: Breynner Andres Fuentes Gomez