Gaby urban

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07/07/2025

No tengo todo lo que quiero, pero tengo todo lo que necesito: paz.

06/07/2025

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Cuando mi amiga Sara vino a visitarme a mi pueblo. Me dijo que como no tenía hijos, podía ayudarme. Que podía llevarse a...
06/07/2025

Cuando mi amiga Sara vino a visitarme a mi pueblo. Me dijo que como no tenía hijos, podía ayudarme. Que podía llevarse a mi hija de 10 años a vivir con ella, que allá le daría una buena vida, una casa bonita, un buen colegio, ropa, y todas esas cosas que yo no podía darle en ese momento.
Yo estaba pasando por una depresión fuerte. No tenía trabajo fijo, apenas comíamos bien. Pensé que quizás era lo mejor para mi hija. Quería que tuviera una oportunidad. Me costó, pero acepté. El día que se fue, mi hija lloraba mucho. Yo también, por dentro, pero le sonreí y le dije que era por su bien. Prometí visitarla en algunos meses, y me juré que trabajaría duro para ir a la capital y estar con ella.
Al principio, todo parecía ir bien. Me llamaban por teléfono, aunque mi hija hablaba poco, como si no quisiera contarme mucho. Luego, pasaron semanas sin noticias. Llamaba, pero Sara no contestaba. O si lo hacía, era con desgano, apurada. Siempre con excusas. Nunca me pasaba a mi hija.
Después de seis meses, no aguanté más. Fui a buscarla. Me di cuenta que la dirección que me había dado era falsa. Se me heló la sangre. Busqué por redes sociales, pregunté, investigué como pude. Hasta que di con el lugar.
Cuando llegué hasta su casa y entré a escondidas. Lo que vi me rompió el alma.
Mi hija no estaba en la escuela ni en una casa cálida. Estaba fregando el suelo, con un mandil, flaquita, con la mirada apagada. Era una niña usada como empleada. Cuando Sara me vio, se puso pálida. No aguanté y la enfrenté. Le reclamé con todo el dolor del mundo. Me soltó con frialdad que “de alguna forma tenía que pagar la pensión” y que mi hija “no tenía disciplina”.
No tengo palabras para describir lo que sentí. Una mezcla de rabia, tristeza y culpa. Había confiado en esa mujer. Pensé que era mi amiga, que era buena persona. Me di cuenta de que uno no puede confiar a ciegas, por más años que conozca a alguien.
Me llevé a mi hija esa misma noche. No tenía dónde quedarme, pero no importaba. Dormimos donde pudimos. Conseguí trabajo en una cocina. Empezamos de cero. Cada día es un reto, pero estamos juntas y eso basta.
Con esto aprendí que…
PRIMERO: Confiar es importante, pero más importante es no soltar nunca del todo la mano de tus hijos. Nadie va a cuidarlos como tú.
SEGUNDO: Hay gente que se disfraza de buena, pero solo busca aprovecharse. Hoy sé que jamás volveré a poner el bienestar de mi hija en manos de nadie más. Porque no hay riqueza más grande que verla libre, segura y a mi lado.

06/07/2025

Un gallo pone un huevo en la frontera de Chile y Argentina. ¿De qué país es el huevo?

HISTORIA DE UN SEGUIDOR Cuando conocí a mi esposa, ella ya tenía tres hijos. Yo no tenía hijos propios, pero desde el pr...
06/07/2025

HISTORIA DE UN SEGUIDOR

Cuando conocí a mi esposa, ella ya tenía tres hijos. Yo no tenía hijos propios, pero desde el primer día sentí que debía cuidarlos. No me importaba que no llevaran mi sangre. Les di casa, comida, ropa, y sobre todo, educación. Les pagué buenos colegios porque quería que tuvieran un futuro mejor. Nunca les faCuando conocí a mi esposa, ella ya tenía tres hijos. Yo no tenía hijos propios, pero desde el primer día sentí que debía cuidarlos. No me importaba que no llevaran mi sangre. Les di casa, comida, ropa, y sobre todo, educación. Les pagué buenos colegios porque quería que tuvieran un futuro mejor. Nunca les fa nada.
Con el tiempo mi negocio creció, y tuve la suerte de tener estabilidad. Cuando terminaron el colegio, su madre empezó a exigirme que los mandara a la mejor universidad del país. No lo pidió como algo que habláramos en familia, lo exigió. También dijo que debía rentarles un departamento porque ya eran grandes. Yo quería ayudarlos, claro que sí, pero en ese momento estaba pasando por algo difícil.
Mi hermano mayor, que me había ayudado a levantar mi negocio desde cero, estaba en aprietos. Su hijo, mi sobrino, estaba enfermo. Una enfermedad seria, y estaban luchando por tratarlo en una clínica en el extranjero. Yo estaba ayudándolos con todo lo que podía. Cuando les expliqué esto, esperando comprensión, me respondieron con rabia.
Me dijeron que prefería a un "caso perdido" que a ellos, que tenía la obligación de darles todo, que era injusto. Me dolió, no solo por las palabras, sino por cómo lo dijeron. Por cómo olvidaron todo lo que hice por ellos todos esos años.
Les ofrecí pagar la universidad si me ayudaban a trabajar, a generar ingresos juntos. No era un castigo, era una forma de enseñarles cómo se gana lo que uno tiene. Me llamaron explotador, avaro. Fue entonces que entendí algo que me costó aceptar: no me querían a mí, querían mi dinero.
Los cité a un restaurante. Invité también a su verdadero padre, que había estado ausente mucho tiempo, pero que decía estar arrepentido. Durante la cena, le pedí que se hiciera cargo de la educación de sus hijos. Aceptó. Les ofreció su casa modesta y trabajo en su taller mecánico. Ellos, que rechazaron trabajar conmigo en mi empresa cómoda y bien pagada, también lo rechazaron a él.
Ahí fue cuando entendí que ya no podía seguir. Les dije, con todo el dolor del mundo, que si querían exigirle algo a alguien, no podía ser a mí. Que era su verdadero padre quien debía estar ahí para darles lo que yo ya no podía dar. Y me fui.
Seguí ayudando a mi hermano. Mi sobrino se recuperó. Con el tiempo, mi vida cambió. Empecé de nuevo, lejos de todo eso, con personas que sí valoraban lo que hacía.
A veces, por amor, uno da más de lo que debe. Pero cuando el amor no es correspondido con respeto, con gratitud, llega un momento en que hay que soltar. No porque uno deje de querer, sino porque uno también merece paz.

Teresa era una mujer sola, sin estudios. No sabía leer ni escribir. Se consideraba ignorante, pero tenía un corazón bond...
06/07/2025

Teresa era una mujer sola, sin estudios. No sabía leer ni escribir. Se consideraba ignorante, pero tenía un corazón bondadoso. Desde que su sobrina Camila quedó huérfana a los 7 años, Teresa la crió como si fuera su propia hija.
Le dio todo: hogar, alimento, educación, cariño… y lo más importante, una confianza absoluta. Camila creció entre cuidados, sin pasar necesidad, pero también sin aprender a esforzarse. Se acostumbró a recibir sin dar.
Los años pasaron y Camila se volvió una mujer floja, sin interés por trabajar. Pero su tía Teresa, ya mayor, seguía confiando en ella como el primer día.
Un día, Camila llegó con un abogado, un amigo suyo. Le explicaron a Teresa que era necesario firmar unos documentos para proteger la casa. El abogado hablaba con palabras técnicas, y Camila lo respaldaba. Teresa, que no entendía nada de leyes ni papeles, firmó. Lo hizo sin leer, porque no podía, pero también porque confiaba ciegamente.
Después de eso, algunas personas del entorno intentaron advertirle:
—Ten cuidado, Teresa, esa muchacha es joven, no tiene experiencia.
—No firmes nada sin entenderlo… podrías terminar metida en un problema.
Pero Teresa no hizo caso.
—Camila nunca me haría daño. Confío en ella —repetía con seguridad.
Semanas después, ocurrió la catástrofe. Cinco personas diferentes llegaron reclamando la propiedad. ¡El abogado había vendido la casa a varios! Fue un engaño planeado. El hombre desapareció con el dinero y dejó a Teresa como única responsable. Al ser la dueña y haber firmado los papeles de venta.
La acusaron de estafa. La llevaron a juicio. La pobre señora no supo defenderse, no entendía los documentos ni el proceso. La declararon culpable.
Terminó en prisión, confundida, herida… traicionada.
Camila fue a verla, llorando. Le pidió perdón. Juró que no sabía nada, que también había sido engañada. Pero Teresa, desde lo más profundo de su alma, ya no podía estar segura de nada. El daño estaba hecho y su vida arruinada.
Cuando salió de prisión, con el cuerpo débil y el corazón roto, se fue a vivir a otro lugar. Se fue a empezar de nuevo, aunque fuera tarde. Nunca más volvió a ver a Camila.
La mujer pasó sus últimos años con familiares y amigos que le dio la vida, y con esfuerzo, compró una pequeña casita en el campo que la llenó de tranquilidad.
Teresa aprendió tres lecciones que quiere compartir contigo para evitarte un trago amargo en la vida:
1. La confianza debe ser ganada, no entregada ciegamente.
Amar a alguien no significa que esa persona siempre actuará bien. Confiar sin límites puede dejarte vulnerable. Es importante observar acciones, no solo palabras.
2. Escuchar las advertencias es un acto de sabiduría.
Cuando otros intentan protegernos con consejos o advertencias, debemos prestar atención. No se trata de desconfiar por sistema, sino de abrir los ojos y tener un juicio claro para evitar daños.
3. El amor no puede nublar el juicio ni la prudencia.
El cariño es vital, pero nunca debe hacernos ignorar señales o hechos que ponen en riesgo nuestro bienestar. Saber combinar el corazón con la razón es fundamental para protegerse y evitar traiciones.
Basado en una historia de la vida real.

06/07/2025

¿Cuál es la primera letra de la palabra que más repites en un día?

El trabajo más exigente del mundo no tiene sueldo, no tiene vacaciones, no tiene horario… y nadie te da las gracias por ...
06/07/2025

El trabajo más exigente del mundo no tiene sueldo, no tiene vacaciones, no tiene horario… y nadie te da las gracias por hacerlo. Es el trabajo de ama de casa.
A la mujer que se dedica a su casa muchas veces la subestiman y no la valoran, no la reconocen.
Es más, hoy día muchas mujeres ya no quieren quedarse en casa, prefieren salir a trabajar y aportar económicamente.
Y si vamos más allá, veremos que algunos piensan que ser ama de casa es para las mujeres que no estudiaron, que no tienen profesión o aspiraciones y, como no saben hacer algo, entonces mejor que se queden en casa.
Pero esa percepción es equivocada y DAÑINA. Porque la realidad es que el mejor trabajo del mundo para una mamá es cuidar de sus hijos, hacerse cargo de ellos, del hogar en el que viven… Cuidar a los hijos y levantar un hogar no es una carga… es una misión.
Alguien dijo: “Si quieres cambiar el mundo, empieza por las mujeres. Si educas a un varón, educas a una persona. Pero si educas a una mujer, educas a toda una generación.”
Ni la mejor nana, ni la mejor abuela, ni la mejor empleada, ni nada, ni nadie, puede sustituir LA INFLUENCIA DE MAMÁ. Pero si la Mamá se va a trabajar y pasa 9 o 10 horas fuera de casa, la influencia se debilita.
No estudió economía, pero hace milagros con el presupuesto.
No estudió psicología, pero hace de psicóloga.
No estudió administración, pero gestiona un hogar completo.
Muchos hijos crecen, estudian sus carreras, se convierten en profesionales, y nunca se detienen a preguntarle a su Mamá cuáles eran sus sueños… esa mujer también quería ser profesional, también tenía aspiraciones, de repente quería cantar, bailar, viajar… pero las circunstancias y la vida misma hicieron que decida quedarse al cuidado de sus hijos…
Valoremos el esfuerzo de estas mujeres a las a veces nadie reconoce…
Solo como ejercicio hagamos algo: intercambiemos roles por una semana. Que el esposo se quede en la casa haciendo todo lo que hace la esposa y que la esposa salga a hacer lo que hace el esposo…
La ama de casa tiene que cocinar, tiene que lavar, tiene que limpiar, tiene que estar atenta a los niños, tiene que comprar, tiene que asegurarse de que el hogar marche… no, no es tan fácil…. Por eso hoy, si todavía tienes a tu mamá, haz algo: abrázala. Dile gracias. Y mírala con nuevos ojos.

06/07/2025

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06/07/2025

Aprendí que no puedo cambiar a nadie, solo dejarlos en las manos de Cristo.

05/07/2025

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Los padres sufren cuando ven que sus hijos permiten que sus parejas les falten el respeto.Sufren cuando ven que sus hijo...
05/07/2025

Los padres sufren cuando ven que sus hijos permiten que sus parejas les falten el respeto.
Sufren cuando ven que sus hijos están desempleados o quebrados. Sufren cuando ven que sus hijos han caído en algún vicio o se han ido por el mal camino.
Hay envidias, celos y competencia, de hermano a hermano. De primo a primo. De amigo a amigo. De tío a sobrino y viceversa.
Pero nunca verás a un Papá, mental y emocionalmente sano, envidiando a su hijo. Papá es la única persona de la que puedes estar 100% seguro que, de corazón, se alegra por ti.
Ahora que ya pasó el día del Padre y ya no están repitiendo los mismos saludos superficiales de siempre, considera hacer esto para alegrar a Papá:
Primero, no lo subestimes. No pienses que no ha vivido. No pienses que no sabe nada sobre ti. Tu Papá es más inteligente de lo que piensas. Es sabio y prudente. ¿Quieres hacerle un buen regalo? Valora su experiencia.
Él ya se equivocó cometiendo errores que ahora tú puedes evitar.
Simplemente escucha y convierte su experiencia, buena o mala, en un faro. Lo bueno, síguelo. Lo malo, evítalo. Reconocer a tu padre como tu maestro es un buen regalo.
Segundo, considera su opinión. Su consejo. Escúchalo.
La gente escucha a los amigos y a desconocidos, pero pocas veces considera escuchar lo que piensa su papá. Tu padre tiene más sabiduría e inteligencia que tu influencer favorito, pero lo ignoras porque no tiene likes. Sé inteligente y muestra respeto.
A los padres les alegra el corazón, no necesariamente cuando sus hijos hacen lo que ellos les dicen, sino simplemente cuando sienten que sus hijos los toman en cuenta. Tercero, conviértete en un hijo cuyos logros puedan ser presumibles. Los padres se sienten orgullosos cuando presumen los avances de sus cachorros. No tienes que ser campeón, solo tienes que estar avanzando. “Mi hijo ha hecho su empresa.”
“Ahorita está en China haciendo negocios.” “Se ha graduado entre los tres primeros.”
El progreso del cachorro es el orgullo del padre. Esto vale más que cualquier regalo material.
Por último, recuerda esto: Todo padre quiere que sus hijos sean independientes y respetables. No tienes que ser millonario. No tienes que salvar el mundo. Simplemente debes estar en la línea de la decencia: tener agallas para seguir tu camino. Porque Papá se puede ir tranquilo cuando ve que sus hijos pueden valerse por sí mismos sin perder la dignidad.

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