
05/06/2025
Hay una forma de abandono más cruel que el fracaso: nunca haberlo intentado.
Postergamos nuestros sueños con la promesa de “algún día”, como si el tiempo fuera una cuenta bancaria infinita que jamás se agota. Decimos que no es el momento adecuado, que falta preparación, dinero, coraje o apoyo. Pero en el fondo, muchas veces lo que falta es honestidad. Porque si fuéramos sinceros, admitiríamos que el miedo nos ha paralizado más que cualquier obstáculo real.
Procrastinar una tarea es humano. Pero procrastinar una vida… eso es trágico.
Cada vez que eliges no intentarlo, estás enterrando una versión de ti que pudo haber existido. Cada día que dejas pasar, esa voz interna que alguna vez gritaba con fuego empieza a apagarse hasta volverse un susurro. Y lo más aterrador es que podrías llegar al final de tu vida sin haber conocido jamás quién eras en realidad, porque te negaste la oportunidad de descubrirlo.
No se trata de tener garantías de éxito. Se trata de no traicionarte a ti mismo.
El precio de no intentarlo es vivir con la duda eterna de lo que pudo ser.
Los sueños no son caprichos, son llamados del alma. Y el alma no olvida lo que ignoraste. Solo espera… hasta que ya es demasiado tarde.
Así que deja de aplazar tu verdad. Hazlo temblando, hazlo incompleto, hazlo sin saber.
Pero hazlo.
Porque lo único imperdonable no es fallar…
Es nunca haberte dado la oportunidad.