26/05/2025
Aunque han pasado ya cuarenta días y todo ha sido consumado, no dejamos de revivir en nuestro corazón la majestuosidad de aquella Semana Santa inolvidable.
El Domingo de Ramos, el pueblo toludeño se volcó a las calles principales, llenándolas de cantos y palmas, para recibir al Rey, al Mesías, y gritar con fervor: ¡Hosanna en las alturas!
El Lunes Santo, alzamos nuestras súplicas al Señor, pidiéndole que nos conceda aquella agua viva que ofreció a la samaritana, esa que sacia la sed del alma y salva para la vida eterna.
El Martes Santo nos trasladamos a la avenida primera, donde bendecimos el mar, implorando al cielo que nuestros pescadores tengan abundantes faenas y mares generosos.
El Miércoles Santo, los más pequeños guiaron el corazón del pueblo con la procesión del “paso chiquito” de Jesús atado a la columna. Junto a Él, vivimos el dolor de la flagelación, sintiendo en cada paso el eco de su amor infinito.
El Jueves Santo, nos unimos en oración profunda, acompañando a Jesús en su agonía en el huerto. Más tarde, como un solo corazón, nos reunimos para vivir la noche más hermosa del año: la noche de la entrega y del amor sin medida.
El Viernes Santo, aunque trasnochados y con el alma dolida, nos vestimos de luto. Vivimos el duelo por la muerte de nuestro Señor, lo acompañamos en su camino hacia la morada eterna, y con María, su Madre, recorrimos el sendero del dolor, compartiendo su inmenso desconsuelo.
Y finalmente... el Domingo. ¡El Domingo de Gloria! Con júbilo desbordante gritamos: ¡Aleluya, aleluya! ¡El Señor ha resucitado! La vida ha vencido a la muerte, y la esperanza ilumina de nuevo nuestros corazones.🌱🛶