
12/06/2025
Hay una enfermedad social que el psicólogo suizo Claude Piron llamó 𝗲𝗹 𝗦í𝗻𝗱𝗿𝗼𝗺𝗲 𝗱𝗲 𝗕𝗮𝗯𝗲𝗹.
Lo podemos observar en las familias, en los grupos de trabajo, en los programas deportivos, en encuentros sociales, donde cualquier tema por sencillo que parezca, se convierte en motivo para iniciar una eterna discusión, en la cual sus protagonistas 𝗵𝗮𝗯𝗹𝗮𝗻 𝘆 𝗵𝗮𝗯𝗹𝗮𝗻, 𝗽𝗲𝗿𝗼 𝗻𝗮𝗱𝗶𝗲 𝗲𝘀𝗰𝘂𝗰𝗵𝗮, ni entiende. Reina, la confusión, la soberbia, la vanidad y el egoísmo.
A este vivir permanentemente en conflicto, Claude Piron lo llamó Síndrome de Babel, luego de leer en el libro del Génesis (capítulo 11, versículos 1 – 9), cuando después del Diluvio Universal los hombres se dijeron: 𝘝𝘢𝘮𝘰𝘴 𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘴𝘵𝘳𝘶𝘪𝘳 𝘶𝘯𝘢 𝘤𝘪𝘶𝘥𝘢𝘥 𝘺 𝘶𝘯𝘢 𝘵𝘰𝘳𝘳𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘭𝘤𝘢𝘯𝘤𝘦 𝘢𝘭 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰 𝑝𝘢𝘳𝘢 𝘩𝘢𝘤𝘦𝘳𝘯𝘰𝘴 𝘧𝘢𝘮𝘰𝘴𝘰𝘴 𝘺 𝑝𝘢𝘳𝘢 𝘯𝘰 𝘥𝘪𝘴𝑝𝘦𝘳𝘴𝘢𝘳𝘯𝘰𝘴 𝑝𝘰𝘳 𝘭𝘢 𝘴𝘶𝑝𝘦𝘳𝘧𝘪𝘤𝘪𝘦 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘛𝘪𝘦𝘳𝘳𝘢.
Pero a medida que fueron construyendo la torre y esta se iba elevando, se dieron cuenta que, aunque hablaban la misma lengua, llevados por el deseo de poder y el ansia de ser famosos, ya no se entendían los unos a los otros.
Fueron perdiendo poco a poco la capacidad de ponerse de acuerdo, de entenderse y de actuar juntos.
𝗘𝗻 𝗹𝗮 𝘀𝗼𝗰𝗶𝗲𝗱𝗮𝗱 𝗮𝗰𝘁𝘂𝗮𝗹 𝘀𝗲 𝗵𝗮𝗻 𝗺𝘂𝗹𝘁𝗶𝗽𝗹𝗶𝗰𝗮𝗱𝗼 𝗹𝗼𝘀 𝗺𝗲𝗱𝗶𝗼𝘀 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝘁𝗿𝗮𝗻𝘀𝗺𝗶𝘁𝗶𝗿 𝗶𝗻𝗳𝗼𝗿𝗺𝗮𝗰𝗶𝗼𝗻𝗲𝘀, 𝗻𝗼𝘁𝗶𝗰𝗶𝗮𝘀 𝘆 𝗺𝗲𝗻𝘀𝗮𝗷𝗲𝘀 𝗱𝗲 𝘁𝗼𝗱𝗮 í𝗻𝗱𝗼𝗹𝗲. Pero no por eso ha aumentado la calidad de una comunicación transparente, verás y respetuosa de los derechos de los demás.
Por el contrario, abundan las noticias falsas, las acusaciones sin fundamento, la tergiversación de la información. Incluso se ha llegado a la conformación de grupos que, rayando en la criminalidad, son financiados por asociaciones políticas y sociales, para que se dediquen solamente a la injuria, a la calumnia, al insulto y al sabotaje.
Todo esto forma parte de los síntomas de lo que ha llamado el psicólogo el Síndrome de Babel.
Aquí es donde viene una pregunta que formula el Papa Benedicto 16: ¿Podrá haber una sociedad donde se llegue a una unidad de propósitos y a una búsqueda del bien común basada en una rectitud de intención y en un trabajo mancomunado?
El mismo Papa afirma que la respuesta la encontramos en la Sagrada Escritura. Solo puede existir la unidad con el don del Espíritu de Dios, el cual nos dará un corazón nuevo y una lengua nueva una capacidad nueva de comunicar.
Esto es lo que sucedió en 𝗣𝗲𝗻𝘁𝗲𝗰𝗼𝘀𝘁𝗲́𝘀, cincuenta días después de la Pascua, cuando la llama del Espíritu Santo bajó sobre los discípulos y sobre María, que era un factor de unidad en la comunidad apostólica, y encendió en ellos el fuego divino. Un fuego de amor capaz de transformar.
¿Y qué sucedió? El miedo desapareció, el corazón sintió una fuerza nueva, las lenguas se soltaron y comenzaron a hablar con franqueza, con sinceridad, de modo que todos pudieran entender el anuncio de Jesucristo mu**to y resucitado.
En Pentecostés, donde había división e indiferencia, nacieron la unidad y la comprensión. En este ambiente, la presencia de María fue reconfortante e iluminadora. Ella fue el corazón materno, que llenó de calor humano y divino a esa primera comunidad de los Apóstoles, que al recibir la efusión del Espíritu Santo, dio origen a la Iglesia.
María para la Iglesia es signo de unidad. Por eso el Papa Francisco instituyó la 𝗳𝗶𝗲𝘀𝘁𝗮 𝗱𝗲 𝗠𝗮𝗿í𝗮, 𝗠𝗮𝗱𝗿𝗲 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗜𝗴𝗹𝗲𝘀𝗶𝗮 el lunes siguiente a Pentecostés, desde el año 2018.
Una pregunta para reflexionar: ¿𝘝𝘪𝘷𝘦𝘴 𝘦𝘯 𝘴í𝘯𝘥𝘳𝘰𝘮𝘦 𝘥𝘦 𝘉𝘢𝘣𝘦𝘭 𝘦𝘯 𝘵𝘶 𝘧𝘢𝘮𝘪𝘭𝘪𝘢, 𝘦𝘯 𝘵𝘶 𝘵𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘰, 𝘰 𝘦𝘯 𝘰𝘵𝘳𝘰𝘴 𝘢𝘮𝘣𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦𝘴 𝘥𝘰𝘯𝘥𝘦 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘳𝘢𝘤𝘵𝘶́𝘢𝘴?
P. Leonidas Ortiz.