24/06/2025
Crónicas de Martes
Bajo la espléndida sombra del árbol de mango
El sábado, después de realizar frente a la puerta de nuestra casa la peña Los bolsillos de mamá, fuimos a casa de la periodista y promotora cultural Hilda Cárdenas a recoger unos apetitosos mangos de su patio que cada año, en temporada, ella tiene a bien regalarnos. Bajo uno de esos frondosos árboles nos sentamos a conversar y disfrutar de una brisa que, en estos tiempos, en los que no llueve, es un privilegio de marca mayor.
Quizás para no hablar de los agónicos temas que a diario se repiten conversamos sobre una reciente reunión en la cual habíamos participado que abordó la labor comunitaria de la cultura.
A veces parece que es algo nuevo, algo recién descubierto cuando desde que uno comenzó la carrera de escritor ha sostenido una intensa labor comunitaria ya sea participando de proyectos institucionales, de otros colegas o en los propios nuestros. Lo cierto es que muchos de nosotros hemos recorrido escuelas y fábricas, centros de estudios y laborales en lugares recónditos, hemos visitado centros penitenciarios y granjas agrícolas intentando dar a conocer nuestras creaciones. He recorrido, como escritor el país, de una punta a otra, en innumerables proyectos comunitarios.
En ese encuentro que juntó a creadores y promotores de las provincias Cienfuegos, Villa Clara, Sancti Spíritus, Ciego de Ávila y Camagüey, como suele suceder muy a menudo, no creí cierto todo lo que se expuso, pero es innegable que se mostraron proyectos de mucha valía, incluso conmovedores, los cuales se sostienen desde lugares recónditos con la descomunal entrega de promotores y creadores. Personas que realizan, con pasión, esta labor siempre necesaria aún más en estos tiempos de precariedades.
En la propia reunión había personalidades que uno respeta por su entrega a la comunidad, por sostener a toda costa proyectos muy valiosos y reconocidos en todo el país como por ejemplo Ramón Silverio, creador de El Mejunje en Santa Clara o José Oriol González, fundador en 1991 de Teatro de los Elementos, en el Escambray cienfueguero.
Cerca de mí estaba la Maestra Isabel Díaz de la Torre, quien desde hace muchos años no se conformó con ser solo la maestra de música en la Escuela de Artes y comenzó a fundar diferentes proyectos comunitarios que visibilizaran a los músicos instrumentistas, cantantes o compositores. El músico en el barrio, Concierto Dominical y otros espacios la han convertido en Maestra de toda una región. A su lado estaba sentada Marta Anido, quien se ha paseado por los lugares menos pensados hablando de la historia de Santa Clara, su patrimonio y todo lo que pueda fijar orgullo por esta ciudad, participando, además, de jurado en los Carnavales y realizando todos los meses la peña de Los Anidos, siendo referente de civismo, decencia y entrega sin límites a aportar todos sus muchos saberes a un público que, por su longevidad, ya suma a muchos y de generaciones muy diferentes.
Y aunque no pudo estar en esa reunión es imposible no pensar en Carmen Margolles, la filóloga que fundó el grupo de Teatro Alánimo, con el que ha andado por campos, municipios, barrios de la periferia, teatros y tarimas diferentes, círculos infantiles, escuelas especiales, hogares de ancianos, casas de niños sin amparo familiar y en cualquier lugar que se le ha propiciado convertir un sitio en escenario y realizar un espectáculo conmovedor que ilusiona, alegra y esperanza a niños y adultos de las muchas comunidades existentes en esta región. No por gusto anda por nuestras calles acompañada del saludo constante de personas que la reconocen y le agradecen tantos años de entrega para aportar felicidad sobre todo en esos sitios donde la desesperanza a veces se instaura.
No hay mes que al realizar la peña Los bolsillos de mamá, en nuestro edificio, dejemos de pensar en todas esas personas que han sostenido, desde una humildad y a veces desde la subestimación y el olvido, la fe en que su labor comunitaria puede mejorar la vida de la gente. Para todos ellos mi gratitud y mi admiración. Estoy mucho más orgulloso de ese tiempo que le dedico a mi comunidad que de todos los libros que he escrito. Quizás porque encuentre mi verdad en esa alegría sincera e ingenua de los niños y en los ojos brillosos de los adultos que participan en nuestras actividades.
Nuestro proyecto Los bolsillos de mamá cumple veinte años y no será suficiente todo este año para agradecer la dicha que nos ha propiciado. Gracias a todos los que nos han acompañado. Mi reverencia a los que desde muchos años entregan, en cualquier lugar del país, su talento y saberes en barrios y sitios apartados, en esos lugares donde se favorecen con la estela de esperanzadora luz que ellos portan y comparten.