18/08/2025
El Espejo Sangriento
Camila heredó la casa de su abuela después de su muerte. Entre los muebles viejos y objetos cubiertos de polvo, encontró un gran espejo con marco de madera tallada. Era hermoso, aunque la superficie estaba agrietada. Decidió limpiarlo y colocarlo en su habitación, sin imaginar lo que estaba a punto de despertar.
La primera noche, mientras se cepillaba los dientes, notó que su reflejo no se movía al mismo tiempo. El gesto era el mismo, pero con un ligero retraso. Pensó que era el cansancio.
Al día siguiente, volvió a ocurrir. Esta vez, su reflejo sonrió cuando ella no lo hizo. Camila se quedó helada, observando cómo esa sonrisa se alargaba demasiado, mostrando dientes que parecían cuchillas. Apagó la luz de inmediato, intentando convencerse de que todo había sido un producto de su imaginación.
Pero las noches siguientes fueron peores. Cada vez que miraba el espejo, la figura reflejada estaba un poco distinta: ojeras profundas, piel más pálida, cabello pegajoso y húmedo como si hubiera salido de un pantano. Y en el cristal comenzaron a aparecer manchas oscuras… que parecían sangre deslizándose lentamente.
Una madrugada, el espejo comenzó a emitir un golpe seco desde adentro, como si alguien estuviera atrapado en el otro lado. Camila retrocedió, aterrada, mientras veía a su reflejo golpear con fuerza, dejando marcas rojas en el vidrio. Entonces, la figura habló con su propia voz, pero distorsionada:
“Déjame salir…”
El cristal se agrietó, y de las fisuras comenzó a brotar un líquido rojo que goteaba al suelo. Camila gritó, pero ya era tarde. El reflejo extendió una mano huesuda, atravesando el vidrio como si fuera agua.
Nadie volvió a verla al día siguiente. La policía encontró el cuarto vacío, con el espejo intacto en su lugar. Solo había una diferencia: el reflejo mostraba a Camila, de pie detrás del cristal, golpeando desesperada… como si ahora fuera ella quien estaba atrapada en el otro lado.