13/10/2025
Mi amiga dejó de contestar de un día para otro.
Al principio pensé que estaba ocupada, que era una de esas etapas donde la vida simplemente te arrastra y no te deja tiempo ni para ti misma.
Pero algo en mí, no sé cómo explicarlo, me decía que no era solo eso.
Dejó de subir historias.
Dejó de aparecer en los grupos.
Dejó de reírse con esa carcajada tan suya, tan ruidosa, tan viva.
Y cuando alguien se apaga así… uno lo siente.
Aunque no lo diga, aunque no lo escriba, aunque te siga sonriendo por inercia… se siente.
Pasaron semanas.
Nadie preguntó mucho.
Porque en este mundo, tristemente, todos asumimos que si alguien se aleja es porque quiere estar solo.
Pero hay silencios que no son descanso.
Son gritos disfrazados.
Una tarde, sin pensarlo, tomé mi cartera y fui hasta su casa.
No me avisó, no me pidió ayuda, no me escribió ni un “te necesito”.
Pero el alma me ardía de inquietud.
Golpeé varias veces la puerta. Nada.
Insistí.
Hasta que escuché unos pasos lentos.
Y ahí estaba ella.
Con el rostro pálido, el cabello despeinado, y una mirada vacía, como si hubiera estado atrapada dentro de su propia cabeza por días.
Me dijo:
“¿Qué haces aquí?”
Y yo solo respondí:
“Vine… porque te extraño.”
Entonces lloró.
Lloró tanto, que entendí que no necesitaba decirme nada más.
Que llevaba semanas escondiéndose del mundo… y de sí misma.
Que se sentía agotada de fingir que estaba bien.
Me contó que se había encerrado en su cuarto, con el celular apagado, sin ganas de levantarse, sin ganas de existir.
No quería preocupar a nadie, decía.
No quería ser una carga.
Y mientras la escuchaba, entendí lo que nunca había comprendido del todo:
la depresión no siempre grita.
A veces solo se sienta en silencio, y te convence de que a nadie le importas.
Esa tarde no le di consejos, ni frases bonitas.
Solo me quedé ahí.
A su lado.
Respirando con ella.
Recordándole, sin palabras, que todavía había alguien que no se había rendido con ella.
A veces, el acto más grande de amor no es preguntar si alguien necesita ayuda.
Es ir, simplemente ir, cuando el silencio se vuelve demasiado largo.
Porque hay personas que no dicen “sálvame”.
Pero que igual esperan, en silencio, que alguien toque su puerta.
📚 Historia anónima
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Reflexión final:
No todos los aislamientos son descanso.
Algunos son una forma silenciosa de rendirse.
Si extrañas a alguien, búscalo.
Tal vez tu visita sea justo el hilo que lo mantiene de este lado del mundo.