07/28/2025
Un músico se sienta con su guitarra. No hay público, ni monedas, ni prisa. Solo el sonido de las cuerdas acariciadas por dedos que conocen la tristeza y la esperanza por igual.
Frente a él, como si entendieran cada acorde, cuatro gatitos lo observan en silencio. Uno parpadea lento, otro ronronea suave, otro mueve la cola al ritmo, y el más pequeño bosteza como si la música lo arrullara. No dicen nada, pero están. Y eso basta.
Él canta, no para llenar los bolsillos, sino para llenar el momento. En su voz hay historias que nadie pidió, pero que los gatos escuchan como si fueran suyas. El lugar está lleno de algo que no se compra: compañía, escucha, y un poco de magia nocturna.
Y así, noche tras noche, mientras la ciudad duerme o se olvida, un músico le canta a cuatro gatos, y el mundo, aunque no lo sepa, se vuelve un lugar un poco más bello.