11/06/2025
*Jack el Destripador*
Un enigma entre la niebla victoriana
En el corazón de Londres, entre los oscuros callejones de Whitechapel, surgió una figura cuyo nombre se convertiría en sinónimo del horror: Jack el Destripador. A finales del siglo XIX, en 1888, una serie de crímenes espeluznantes sacudió al East End, una de las zonas más pobres y densamente pobladas de la ciudad. Las víctimas eran todas mujeres —en su mayoría prostitutas— brutalmente asesinadas y mutiladas con una precisión quirúrgica que desconcertó a las autoridades.
Jack no mataba por impulso: elegía lugares apartados, bajo la densa niebla londinense, y ejecutaba sus crímenes con frialdad. En total, se le atribuyen oficialmente cinco víctimas, conocidas como “las cinco canónicas”:
Mary Ann Nichols – 31 de agosto de 1888
Annie Chapman – 8 de septiembre de 1888
Elizabeth Stride – 30 de septiembre de 1888
Catherine Eddowes – 30 de septiembre de 1888 (misma noche que Stride)
Mary Jane Kelly – 9 de noviembre de 1888
Las mujeres fueron encontradas con la garganta cortada de lado a lado, algunas con órganos internos extraídos. El as*****to de Mary Jane Kelly fue el más atroz: su cuerpo fue desmembrado casi por completo dentro de su habitación, como si el asesino se hubiera tomado su tiempo.
Jack el Destripador se burló de la policía. Enviaba cartas a la prensa, firmando como “Jack the Ripper”, en una mezcla de cinismo y desafío. La más famosa, la llamada "Carta del In****no", llegó acompañada de un trozo de riñón humano, supuestamente extraído de una víctima.
La policía —limitada por la falta de métodos forenses y presionada por el miedo público— interrogó a cientos de sospechosos, pero nunca pudo atraparlo. Jack desapareció tan misteriosamente como llegó. Algunos creen que era un cirujano, otros, un loco sin pasado. Lo cierto es que fue un espectro de la oscuridad urbana que supo camuflarse entre la pobreza, el caos y el humo de las fábricas.
Hasta el día de hoy, su identidad sigue siendo uno de los grandes misterios sin resolver. Jack el Destripador se convirtió en una leyenda negra, un símbolo del mal oculto en las sombras de la civilización.