Publicado por Rina Artieda · 11 de junio a las 23:14 ·
¡A los Duendes de Quito! Hemos arrancado con este proyecto cultural que alimenta los recorridos a pie por el Centro Histórico de Quito con el conocimiento logrado en las rebuscas de libros y autores añejos, en las tertulias con los chullas de estos y otros tiempos, en el generoso regalo de los recuerdos, chismes y anécdotas de los amigos, en
el merodeo constante -y muchas veces furtivo- por las calles, plazas, zaguanes y casas de esta legendaria y generosa ciudad. Esta propuesta es un homenaje al invaluable aporte de dos caballeros entrañables, Edgar Freire Rubio, el Librero de Quito, y Marco Chiriboga Villaquirán, el Duende Mayor de esta ciudad: El primero, generoso amigo a quien, a través de sus letras, "le hecho la culpa" por haber alimentado esta pasión por el lugar natal desde los años de la infancia; y el segundo, quien a más de agasajarme con su confianza y amistad, a través de las sentidas palabras habladas que tuvo para presentar mi Kikiriquito (libro infantil de relatos legendarios que incluye la preciada palabra escrita de Edgar) me regaló este concepto: DUENDES DE QUITO. Vaya para ustedes su discurso y, por supuesto, el concepto de esta propuesta que, cariñosamente, ponemos al servicio de nuestra ciudad:
"Hoy nos hemos reunido en el Palacio de Cristal, los duendes y aspirantes a duendes: Chuzos, guaguas, guambras, maltoncitos y chullas, a celebrar un acto ritual muy importante. Hemos venido a rendir homenaje a las leyendas quiteñas. Hemos venido a declarar nuestro amor a Quito. Aparentemente, Rina Artieda, escuchó las tenues pero persuasivas vocecitas de los duendes quiteños que ocasionalmente escapan de sus escondites en el Itchimbìa, en Toctiuco, o Guanguiltaca y decidió cumplir con el mandato que entre sus varios numerales dice:
Salió entonces Rina por las calles de esta ciudad encantada, construida con la aglutinación de chocoto, bareque y suspiros aferrados al filo de las quebradas, a ubicar con la mayor precisión posible, los lugares donde nacieron las leyendas quiteñas; y, claro, su instinto la guío hacia la Plaza Grande, la Plaza Mayor de los quiteños y, como lo haría un buen investigador de la quiteñidad, tomo asiento en una de sus bancas de piedra y, pidiendo el permiso correspondiente, habló con el testigo principal del acontecer capitalino a través de los años: ¡El Gallito de la Catedral!
“Todo niño goza a plenitud del derecho a conocer las fábulas, mitos y leyendas de la tradición oral de nuestro país, tienen perfecto derecho a interesarse por los relatos indígenas y cuentos folklóricos, así como en toda aquella literatura creada por el pueblo y además, debe conoce las historias y leyendas de otras provincias y países. Eso lo convertirá en una persona muy rica, de una riqueza que jamás se terminará ¡La riqueza de la cultura y el amor a la patria!
“Cuentan los que cuentan las leyendas de Quito que hace mucho, mucho tiempo… deben ser las frases mágicas que abren las puertas de la imaginación para dar paso a los sueños más hermosos de la niñez. Hoy estamos en este maravilloso lugar donde aún viven los duendes quiteños. No sé si ustedes puedan verlos, pero están allí, agazapados entre las vigas, pegadas sus narices a los ventanales, disfrutando de nuestra presencia y felices de que hablemos de ellos; porque, no lo olvidemos ¡Ellos también son quiteños! Hoy estamos aquí, en este Palacio de Cristal, como en los cuentos y las leyendas y nosotros somos parte de esos cuentos y de esas leyendas. Desde aquí, si nos acercamos a los miradores, podemos contemplar a nuestros pies, a la ciudad más linda del mundo y, si ponen un poco de atención, pueden ver a lo lejos, cruzando una calle, subiendo una cuesta, perdiéndose en un callejón, subiendo por las gradas de piedra al pretil de una iglesia, columpiándose de la soga de una campana, a todos esos personajes que forman parte de la historia y de la leyenda de Quito." Marco Chiriboga Villaquirán, diciembre de 2012