20/09/2025
/ Durante la campaña electoral, Daniel Noboa no se cansó de repetir que si Luisa González llegaba al poder, Ecuador se convertiría en Venezuela. Lo dijo en debates, en entrevistas, en redes y en mítines. Construyó toda su narrativa en torno al miedo: al populismo, al autoritarismo, a la quiebra. Prometió un gobierno moderno, técnico, alejado de los extremos. Pero la realidad —apenas dos años después— ha superado con creces cualquier pesadilla electoral.
Nos dijeron que votáramos por Daniel Noboa para no convertirnos en otra Venezuela. Hoy, con menos de dos años en el poder, no solo estamos peor: estamos frente a un país colapsado. Sin salud, sin seguridad, sin electricidad, sin obras, con subsidios eliminados, el costo de vida por las nubes, represión política, persecución a dirigentes sociales y escándalos de corrupción que salpican al mismo entorno del presidente. Ecuador no evitó la tragedia: la eligió con una sonrisa de campaña y un TikTok en la mano.
El país vive una de sus peores crisis institucionales y sociales. El sistema de salud está en ruinas: los pacientes de diálisis mueren fuera de los hospitales por falta de insumos y atención; las farmacias públicas están vacías; y el presupuesto sanitario ha sido recortado sin pudor. Los apagones eléctricos han regresado, mientras el gobierno busca culpables, pero no soluciones.
En lo económico, la eliminación del subsidio al diésel y el incremento sostenido en el precio de la gasolina han disparado el costo de la vida. Se prometió crecimiento, pero no hay obras, no hay inversión pública visible, y el único alivio que parece tener el gobierno es el aumento del IVA al 15%, que golpea directamente a la clase media y trabajadora. Todo, mientras la deuda tributaria de la Exportadora Bananera Noboa S.A. —empresa de su familia— pasó mágicamente de $98 millones a $21 millones, en medio de total opacidad. ¿No que venían a “cobrarles a los evasores”?
La inseguridad se ha normalizado. Sicariatos a diario, extorsión, bandas operando a plena luz del día, y una población que vive con miedo. El régimen, en lugar de atender las causas de la violencia, se enfoca en reprimir. Esta semana, se bloquearon cuentas bancarias de dirigentes indígenas por convocar protestas. ¿Dónde queda el derecho a la resistencia, a la organización, a disentir?
Y como si todo esto fuera poco, se destapan escándalos como el caso Progen, que involucra contratos millonarios del Estado con presuntas irregularidades. El silencio oficial es ensordecedor. Las preguntas no se responden, los responsables no aparecen, y las prioridades del gobierno siguen siendo las encuestas y la propaganda.
Daniel Noboa no evitó que Ecuador se convierta en Venezuela. Lo empujó a algo más grave: a una república sin institucionalidad, sin liderazgo, sin horizonte. Donde el miedo ya no es un recurso de campaña, sino una herramienta de gobierno.
Prometió modernidad, pero entregó improvisación. Prometió democracia, pero entrega persecución. Prometió un país nuevo, pero solo profundizó el viejo modelo de abuso del poder para proteger privilegios.
Ecuador no se salvó. Ecuador fue estafado.