
26/09/2025
MI ABUELA MEREGILDA
Dicen que para un niño, no existe amor más bello que el de un abuelo o abuela.
Yo no he podido tener ese amor, me hubiese encantado disfrutar de ellos, pero cuando vine a este mundo, solo vivía una de mis abuelas, era octogenaria y vivía lejos de mis padres.
Por ello no tengo más que un leve recuerdo, pero aún así, sigue vivo en mi memoria.
Yo tendría unos 7 u 8 años, ella era muy mayor, pero aún seguía peinando su larga y dorada melena con un peine de marfil.
Peine que después de usarlo, limpiaba y guardaba cuidadosamente en un bolsito de terciopelo negro, el cual colgaba siempre de su cintura.
La recuerdo sentada en una silla, en el patio cuyo techo era una gran parra.
Su ritual diario al poco de levantarse era ese; cogía la silla la sacaba al patio y allí, muy lentamente deshacía su moño con cuidado e iba peina su cabello.
Una vez que estaba desenredado, volvía a hacer una trenza y con ella el moño.
Recuerdo sus dedos flacos y retorcidos a causa de la artritis.
Más que dedos, parecían los troncos de la vid.
Era una mujer enjuta, y de una altura poco común en aquella época.
Su imagen quedó grabada en mi memoria, como si de un tatuaje se tratase.
©Ap