17/11/2025
Dicen que si la gente tuviera el corazón de un perro, la maldad no existiría… y cuánta verdad hay en esas palabras.
Un perro no te mide, no te compara, no te hiere. Te mira con una ternura que sana, con una confianza que desarma y con un amor tan honesto que a veces cuesta creer que sea real.
Ellos no conocen el rencor, solo saben esperar tu regreso.
No conocen la traición, solo la lealtad más pura.
No conocen la maldad, solo la inmensidad de un corazón que late por ti.
Ojalá aprendiéramos a amar así: sin condiciones, sin máscaras, sin miedo.
Ojalá tuviéramos su capacidad de perdonar sin preguntar, de abrazar con la mirada, de convertir cualquier momento sencillo en un recuerdo eterno.
Porque cuando un perro te quiere… te cambia.
Te enseña que la bondad existe, que la empatía es real, que siempre hay un motivo para mover la cola, aunque el día haya sido difícil.
Quizá el mundo sería otro si nos dejáramos guiar por ellos.
Quizá la humanidad sería más humana… si aprendiéramos a querer como lo hacen nuestros perros.