15/09/2025
Me enteré de que mi esposa me engañaba con un hombre que vivía a solo cinco cuadras de mi casa. Era un albañil que alquilaba una pieza con baño compartido, un lugar que apenas servía para dormir, y sin embargo ella prefería ir allá que estar conmigo. No teníamos hijos, no había nada que nos amarrara más allá del amor que yo juraba que existía, y eso lo hizo aún más humill@nte.
El día que confirmé la traición fue un viernes. Yo regresé antes de la oficina porque se había cancelado una reunión y la vi de lejos doblando hacia esa calle. La seguí y la vi entrar por esa puerta verde despintada. No hubo dudas: la mujer con la que había compartido cuatro años de mi vida estaba enredada con un hombre que ni siquiera podía ofrecerle más que una pieza con un colchón en el suelo.
No armé escándalo. Me devolví a la casa, con la rabia hirviendo y las manos temblando. Llegué, abrí el clóset, saqué una maleta y empecé a empacar lo mío: ropa, zapatos, mis documentos, lo justo y necesario. Ella llegó dos horas después, oliendo a perfume barato mezclado con sudor. Se encontró la maleta lista en la sala y me preguntó qué pasaba.
Ahí no me contuve. Le dije directo: “Ya sé lo tuyo con el albañil. Ya sé dónde pasas las tardes mientras yo trabajo. No necesito que me expliques nada, porque lo vi con mis propios ojos”. Ella intentó negarlo, luego se quedó callada, bajó la cabeza y no dijo ni una sola palabra.
Y me fui. Desde ese día no volví a saber de ella, todo por medio de mi abogada . No sé si sigue con él o si ya lo dejó, pero lo cierto es que destrozó lo poco que teníamos por una aventura con un hombre que apenas y se podía mantener.
Historia anónima de un seguidor
CREDITOS: