Luz Nelly Japan

Luz Nelly Japan Vivencias desde Japon naturaleza, belleza, tranquilidad y crecimiento personal.

23/08/2025
17/08/2025

Lavar la ropa con romero puede darte una serie de beneficios que van más allá del buen aroma en tus prendas. ¿Cómo realizar esta tarea?

11/08/2025

Caminar descalzo sobre la tierra, el pasto o la arena —práctica conocida como earthing o grounding— es una de las maneras más simples y poderosas de reconectar con la naturaleza y con nosotros mismos.

1. Equilibrio y calma mental
El contacto directo con el suelo ayuda a descargar la energía estática acumulada en el cuerpo, favoreciendo una sensación inmediata de calma, claridad mental y relajación.

2. Mejora la circulación y fortalece músculos
Al caminar sobre superficies naturales, los pies trabajan de manera diferente que en un zapato rígido, activando músculos poco usados, mejorando la postura y estimulando la circulación sanguínea.

3. Beneficio energético y antiinflamatorio
La tierra transmite electrones libres que neutralizan radicales libres en el cuerpo, lo que ayuda a reducir inflamaciones y mejorar la recuperación física.

4. Conexión con el presente
Sentir la textura, la temperatura y la humedad del suelo nos trae a un estado de conciencia plena, alejándonos del ruido mental y reconectándonos con el momento presente.

5. Fortalecimiento del sistema inmunológico
La exposición moderada a los microorganismos benéficos del suelo ayuda a entrenar y fortalecer nuestras defensas naturales.

6. Reducción del estrés y mejor descanso
Estudios muestran que quienes practican grounding con frecuencia presentan niveles más bajos de cortisol y mejor calidad de sueño.

Caminar en la tierra no solo es un ejercicio físico, sino un acto de reconexión profunda con el planeta. En un mundo cada vez más artificial y acelerado, este gesto simple nos recuerda que somos parte de la naturaleza y que en ella encontramos salud, paz y energía renovada.

30/07/2025

Alerta de Tsunami

29/07/2025

Mas hacia dentro, menos hacia fuera

24/07/2025

¿Y si la Vecindad del Chavo no era una comedia, sino una constelación disfrazada de risa?

¿Y si nos reíamos... para no llorar?

Lo que parecía una serie inocente escondía uno de los mapas emocionales más complejos del inconsciente latinoamericano.

Un teatro de vínculos rotos, mandatos familiares, exclusiones sistémicas y traumas no elaborados.

Un manual de supervivencia emocional disfrazado de sketch.

Porque en esa vecindad no solo se gritaba.

Se gritaban dolores que nadie sabía cómo nombrar.

Personajes, sí. Pero también arquetipos. Códigos invisibles. Roles heredados.

Don Ramón: el excluido del sistema.

El que “no produce”, el que no encaja, el que vive con deudas emocionales y sociales.

Un padre simbólico... que siempre está ausente o “a punto de irse”.

Doña Florinda: la heredera del enojo femenino transgeneracional.

Golpea, juzga, excluye. Se hace cargo sola, pero no suelta el resentimiento.

Una madre que protege, pero que también asfixia.

Quico: el niño síntoma.

Llora, exagera, se infla. Es la extensión emocional del enojo de su madre.

Llena con juguetes lo que no puede llenar con amor disponible.

El Profesor Jirafales: el adulto sin resolución.

Se presenta como educado, pero vive en una espera eterna.

El hombre que no puede tomar una decisión ni asumir un compromiso.

Un “padre potencial” que nunca se vuelve real.

La Chilindrina: la niña que sobrevive haciendo reír.

Con humor tapa su dolor. Con picardía, su abandono.

Es la payasa del sistema. Pero por dentro... tiembla.

Ñoño: el hijo del poder.

Come todo lo que el padre no digiere. Calla, obedece, se traga la presión del apellido.

Su cuerpo lleva el exceso emocional del sistema.

El Señor Barriga: el proveedor que reclama.

Cobra por pertenecer. Repite el ciclo sin conciencia.

Padre de uno, proveedor de todos, pero nadie le agradece.

Y El Chavo...

Ah, El Chavo.

El alma del sistema.

El excluido universal.

El niño sin nombre, sin hogar, sin padres.

El que representa a todos los que fueron expulsados del amor sin entender por qué.

¿De qué nos reíamos, en realidad?

Del abandono.

De la carencia.

Del hambre de papá.

Del desborde de mamá.

De la soledad de los niños que fuimos.

De los golpes que no sabíamos que dolían.

Cada carcajada era una anestesia colectiva.

Una manera de decir:

“Si me río, no duele tanto.”

La vecindad no era un barrio.

Era un sistema.

Un loop emocional.

Un campo mórfico cargado de mandatos, exclusiones, lealtades ciegas y traumas no resueltos.

Y por si fuera poco... también el elenco real se rompió.

Separaciones.

Demandas.

Traiciones.

Envidias.

Luchas por reconocimiento.

El detrás de cámara repitió exactamente los mismos patrones que actuaban en escena.

Porque así es el trauma cuando no se nombra:

se repite donde puede.

¿Y por qué El Chavo no tenía nombre?

Porque era todos.

Y era nadie.

Era lo que el sistema excluye: el niño del que no se habla.

El que no tiene papeles. El que aparece y desaparece.

El que molesta, pero si no está... duele más.

¿Y tú?

¿A quién representas en tu clan?

¿A qué personaje heredaste sin darte cuenta?

¿A quién estás queriendo salvar, repetir o compensar?

Tal vez seas Don Ramón: sin lugar.

O Quico: inflado de tristeza.

O Chilindrina: haciendo reír para sobrevivir.

O El Chavo: esperando que alguien finalmente te diga: “ven, este sí es tu hogar.”

22/07/2025

Eres el maestro de tus emociones.

17/07/2025

https://youtu.be/wEhfkfnby-4?si=PPK82FqFCoYpbGzZCuando escribes desde recuerdos un reencuentro.
15/07/2025

https://youtu.be/wEhfkfnby-4?si=PPK82FqFCoYpbGzZ
Cuando escribes desde recuerdos un reencuentro.

Esta canción nació en un momento donde algo te dice: escribe que te va a gustar. Luego al producirla la ame. Me recuerda un pasado mas allá de este pasado.

15/07/2025

El miedo no detiene

住所

Yokohama, Kanagawa

ウェブサイト

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