24/08/2025
No sé en qué momento pasé de ser la novia perfecta a convertirme en la “mala mujer” de la familia de mi esposo. Desde el inicio, yo fui clara: no me gusta cocinar, nunca me gustó. Cuando estábamos de novios hablamos de eso y él lo entendió perfectamente. Él mismo fue quien me dijo que no había problema, que él disfrutaba cocinar y que yo podía encargarme de otras cosas. Así fue: él cocina, yo limpio, y cuando los dos estamos cansados pedimos domicilio o comemos fuera. Es un acuerdo nuestro, pero parece que para mi suegra es una tragedia nacional.
Cada vez que vamos a visitarla, empieza con los comentarios en voz alta, como si no me diera cuenta: “Pobrecito mi hijo, siempre trabajando y encima tener que cocinar en su propia casa”. Lo dice en frente de todos, con ese tono de lástima. No le importa que mi esposo le responda, porque él siempre la corrige: “Mamá, yo cocino porque me gusta, no porque me obliguen”. Pero ella no lo acepta. Se me queda mirando de arriba abajo y me suelta frases como: “Las buenas mujeres mantienen a su familia con la comida en la mesa”. Yo aprieto los dientes, respiro hondo y me callo para no armar una discusión, pero por dentro estoy que mal.
Lo peor es que ha llevado este tema más allá. Con familiares y vecinos comenta que soy floja, que no sé “atender a un hombre”, que por eso él se va a aburrir de mí. Hace poco en una reunión familiar, delante de todos, me preguntó si por lo menos sabía hacer un arroz sin quemarlo. No me dio ni tiempo de contestar porque mi esposo saltó a defenderme, pero igual quedé en ridículo. A veces siento que lo hace a propósito, que busca quebrarme, que no le basta con tener un hijo feliz, sino que necesita ver que las cosas se hagan a su manera.
Ya estoy cansada de vivir bajo la lupa de una mujer que no acepta que las dinámicas han cambiado, que cada pareja se organiza como mejor le funciona. Me duele porque no es que no quiera a mi esposo, al contrario, lo admiro más por apoyarme y nunca darme la espalda en esto. Pero mi suegra no entiende, insiste en pintarme como la villana de la historia solo porque no disfruto cocinar.
Historia de una seguidora