08/08/2025
EL BESO MAS DOLOROSO DEL MUNDO
Somayeh Mehri tenía 29 años y vivía en una aldea cerca de Teherán. Estaba casada con Amir, un hombre violento que durante años la golpeó, la humilló y la amenazó. Cuando Somayeh se cansó de los abusos y pidió el divorcio, él le dijo una frase que marcaría su destino:
“Si me dejas, nunca vivirás con la cara que tienes hoy.”
Una noche de junio de 2011, Amir esperó a que su esposa y su hija Rana —de ap***s 3 años— se durmieran. Se acercó en silencio, y sin que pudieran defenderse, les arrojó ácido en el rostro. El ataque fue brutal.
Somayeh quedó completamente desfigurada. Perdió la visión. Su piel se derritió. Rana, la pequeña, perdió un ojo y quedó con secuelas de por vida.
La imagen de madre e hija besándose en el hospital recorrió el mundo. Fue una fotografía desgarradora que no necesitó palabras: hablaba de amor, dolor y horror.
El padre de Somayeh vendió sus tierras para pagar las cirugías. Los vecinos ayudaron. El gobierno prometió colaboración. Pero nada alcanzaba.
En 2015, después de más de 30 operaciones y años de sufrimiento físico y emocional, Somayeh murió a causa de las secuelas del ataque. Rana, que entonces tenía 7 años, quedó al cuidado de su abuelo.
El agresor fue encarcelado, pero hasta el día de hoy no hay constancia de una condena firme ni se ha hecho pública una sentencia ejemplar.
El caso conmocionó al país. Se iniciaron campañas para restringir la venta de ácido y endurecer las p***s. En 2019 se aprobó una ley que prometía castigos más severos, pero en la práctica, la impunidad sigue siendo la regla.
Irán aún no cuenta con una legislación efectiva que proteja a las mujeres de la violencia machista. Y la historia de Somayeh es solo una entre cientos.
Ella murió. Pero Rana sigue viva. Y con cada nueva cirugía, con cada mirada que esquiva, el horror de aquella noche sigue respirando.