Zona de desmadre.

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28/09/2025

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28/09/2025

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La triste realidad
05/09/2025

La triste realidad

TRES SIN SACATE Conocí a un chico en la línea rosa nos caímos bien lo veía cuando me tocaba montar en las mañanas y le c...
01/09/2025

TRES SIN SACATE

Conocí a un chico en la línea rosa nos caímos bien lo veía cuando me tocaba montar en las mañanas y le comente a Rafa mi pareja que el chico esta riquísimo y pues me dijo que me daba permiso y yo obediente quedamos de vernos para ir a un hotel, tener un momento así que me puse sexy con una tanga y un vestido corto ajustado qué hacia qué se me notara todo lo que se iba a comer me despedí de mi tóxico con un beso y me fui con tiempo llegue antes le mande un WhatsApp que ya estaba en el anden bajo el reloj diez minutos depues llego, en ese tiempo pasaron unos señores ya maduros y me mandaron besos yo los salude y me toman una gráfica pensé que me veía muy putita en eso llego el chico muy joven andaba en los dieciocho años y su servilleta con veintisiete años, nos pusimos de acuerdo a que hotel entraríamos y él estaba muy nervioso se notaba inexperto me dio mucha ternura ya que lo tome de la mano que le temblaba entramos al hotel, nos acomodamos yo tome la iniciativa, mientras le hacía pregunta de a que se dedicaba me dijo que estudiaba en bachilleres me acerque a él hasta quedar juntitos lo abrace tomándolo de la cintura, el hizo lo mismo nos besamos y me agarraba mis nalgadas de manera torpe yo le comía la boca porque ya estaba cachonda y empecé a meterle la mano para sentir su pené que lo tenia duro y le quite el cinturón y le saque, su pene era de buen calibre y lo tenía empapado lo empecé a masturbar él se retorcía y me sube el vestido y meter su mano dentro de mi tanga, en menos de lo que se los cuento ya tenía dos dedos dentro de mi panochita, así estuvimos un rato y él se retiro un poco para ponerse el condón y yo antes le chupe el pene para dejarlo como una roca me dio la vuelta y me acomodo en cuatro sobre la cama, acomodo su pene en la entrada de mi panochita y de un empujon la metió hasta el fondo, no me pude contener y di un grito de placer, empezó a bombear mientras me decía que me veía mejor que con el uniforme de la PBI y un montón de cumplidos, eso me calentó más y empecé a gritar sin el menor pudor en eso entra una llamada, le dije que me acercara al tocador sin sacármelo revise mi teléfono y era Rafa conteste diciendo bueno y Rafa respondió hola Johanna donde estas le dije pues aquí con mi amigo y me dice me parece muy bien y que tal le dije es muy joven me dice ya te están cogiendo verdad esa pregunta me erizo me acuerdo cuando me ve sus ojos tienen un brillo de morbo le dije si papi la tengo toda adentro y el chico me sigue cogiendo más duro note como le crecía más y empecé a gritar como loca mientras tenía Rafael en la línea qué decía que rico gritas ca**ona te gusta que te coja el chavo verdad conteste ya sabes que si, solo pude decirle eso con voz que me temblaba y entrecortada y me dice dale con todo yo te voy a escuchando ya que no colgaria, qué mientras yo lo hacía en el hotel, él estaba en casa con su pene en la mano, yo lo imaginaba frente a mi, mientras tenía otro ca**on entre mis piernas regresamos a la cama y me volteo de frente, así me estuvo dando mientras agarraba mis nalgas y mis chichis después me monte en él y cabalgue, todo termino entre gritos, sudor y saliva, de los dos como pude me levanto y fui a ver mi celular, sabía que Rafa estaba escuchando y le dije bueno y me contesta aquí estoy, te dieron duro mami y me pregunto te gustó le dije mucho me cogieron rico papi me dice a que hora regreses te voy a dar otra cogida por p**a le dije si quiero papi quiero que me lo hagas como sabes y me dice te veo en la casa y colgó cuando me volvió a coger el chico le dije me tengo que ir así que nos vestimos nos despedimos no sin antes besarnos, con la promesa de repetir la experiencia caminamos al metro y tomamos direcciones diferentes nos despedimos, yo vi una banca en el andén y me senté un mometo a descansar estábamos cansada y agitada aún estuve un mometo ahí viendo pasar a la gente mientras llegaba el convoy cuando cruza frente a mi un chico guapo que volteó a verme las piernas y al notar que lo descubrí se sonrojo a mi me gustó esa mirada y le sonreí y él siguió caminando y yo lo seguía mirando, en eso voltea otra vez y se encuentran nuestras miradas y siguió su camino en eso entre a mi WhatsApp y checo mis mensajes en eso estaba, cuando después de un mometo alguien dice puedo sentarme
volteo y era el mismo chico le dije claro y
empezamos a platicar, nos presentamos y platicamos me pregunto que si esperaba a alguien le dije que si, él me dijo que también esperaba a una amiga, le propuse esperar juntos y dijo que si con un movimiento de cabeza y me dijo te invito un refresco qué compramos en un local comercial qué había en la estación, regresamos a la banca y continúa la platica nos sinceramos y supimos que no espaerabamos a nadie, me despedí porque empezaba a oscurecer, el dijo no te puedes ir a así, dame la oportunidad de invitarte a un lugar más privado yo ya sabia hacia donde iba y me hice del rogar y le dije que ya no tenía mucho tiempo y me insistió y me dijo que iríamos solo a descansar, qué no haríamos nada más solo para descansar le dije bueno yo ya sabia que me iba a coger y me gustaba la idea así que le dije que si fuimos a un hotel subirnos y nos recostamos sobre la cama, de inmediato me empezó a besar y a tocar las piernas lo deje me besaba el cuello y yo solo decía, esto no está bien mi marido, mi marido me espera, él no me dejaba hablar, de inmediato me comía la boca y yo a él depues le decía soy casada por favor no me hagas nada y él insistía más, tal parecía que le gustaba, qué me resistiera y que se iba a coger a una casada como que me veía como trofeo y en ese mometo le pregunté traes condón me dijo qué si le digo permiteme un mometo, voy a avisar que llegare tarde y le marque a Rafa le dije hola mi papi me dice hola mami que paso le dije no te alarmes no paso nada le dije que ya iba para la casa cuando encontré a un chico muy guapo que me invito a tomar un café (esa es la palabra clave entre Rafael y yo) para indicar que estaba en un hotel a punto de que me cojan y me contesta disfruta tu café, espero sea grande y caliente le digo se ve rico pero bueno nos vemos más tarde me dice no te preocupes y lo deje en la líneas el chico me dijo todo bien le dije todo bien me pregunto tu esposo no sospecho nada le dije no y el chico se volvió a acercar y me empezó a meter mano, yo me deje que me metía la mano por todos lados y me besaba, no se como me desn**o y ya me tenía incada chupandole el pene me empezó coger me hizo venir rápido porque estaba muy sencible y tuve un sq**rt, me orine en una toalla sobre el piso, en eso me jala hacia la cama boca arriba me levanta las piernas y me empieza a limpiar toda mi panochita con su boca me lamia hasta llegar a ni anito, me metía la lengua tan profundo qué me hizo correrme otra vez cuando terminamos me llevo al metro me despedí de él y me dejó su número ya en el vagon le marque a Rafa, y me pregunto que, que tal me habían cogido yo solté la risa y le dije, estuvo excitante, pero te cuanto llegando pero se está tardando en avanzar el convoy y me dijo que te parece si le marcas a tu amigo el chófer para que pase por ti en el UBER es un vecino que me cogio una vez que no me lleno muy bien porque es precoz pero me pareció bien y le dije a Rafa pero con la condición de que pasemos por ti y nos invitas a cenar y dijo que si y así queda le marque y me dijo el del UBER que si y me salí del metro y ya me esperaba, subí y lo salude con un beso en la mejilla, de inmediato me empezó a tirar la onda, diciéndome que qué lindas piernas, qué de donde venía porque ese vestido tan corto, le dije que me lo compró mi esposo y me dijo a él le gusta que te vistas así ya que nos a visto que Rafael y yo salimos uniformados para ir a montar servicio le dije que si y comente qué pasariamos por Rafa para ir a cenar, qué lo invitabamos, el accedió llegando a la casa ya Rafa estaba afuera y se subío y nos recomendó unos tacos por el metro Muzquiz pasamos a cenar y durante la cena la platica se empezó a subir de tono, qué si tenía suerte con las que tomaban el UBER, qué las parejas sw***er, en fin ya de regreso hay un parque cerca de la casa y Rafa le dice al chófer estuvieron ricos los tacos pero falto el postre y me toca las rodilla y sube la mano hasta mi tanguita, el chófer vio todo y se le salían los ojos porque yo iba en medio de los dos en la parte de enfrente, pues no dije nada solo sonreí y Rafa sigue, a falta de postre tú será el postre, en ese mometo todos reímos, pero continuó Rafa le decía que si le gustaba mis piernas qué son, torneadas el chófer estaba nervioso a de haber pensado que Rafa se entero la vez que me cogio y le iba a reclamar se notaba muy nervioso para animarlo lo tome de la mano, se la bese y le pasé la legua entre los dedos, luego puse su mano sobre mi pierna y la subí hasta tocar mi tanga, en ese momento el manejaba a vuelta de rueda y Rafa le dice oye, es verdad qué en los parques las parejas cogen, el chófer dijo si, eso pasa y Rafa le dice usted nos ayudaría a cumplir una travesura de pareja, el chófer dijo pues ya tambie sabía de qué se trataba y claro que queria ya que una vez me había cogido de hecho ya le había propuesto eso la primera vez que me cogio pero no me creyó así que estaba dispuesto y dijo sin dudar, gustan que los acerque a un lugar discreto y Rafa dijo vamos llegamos a una área entre árboles no pasaba nadie y estaba oscuro, apagamos las luces y pregunté quien empieza y Rafa
inmediatamente me dice, ponte en cuatro con el trasero para afuera yo obediente me acomode y me quedo el pene del chófer en mi cara, me incorpore y me empezó a besar mientras acariciaba mis chiches por su parte Rafa me quitaba la tanga y me empezaba a ch**ar el c**o, me excite pero también estaba muy preocupada de que nos viera alguien con la adrenalina al cien por si alguna patrulla pasaba y me arrestaran en la montada pensé pinché Rafa en que me metió pero ya estábamos ahí y empecé a bajar el ziper del chófer y saque con cuidado su pene como aparecio me lo metí en la boca, ya para entonces Rafa estaba dándome unas metidas así estuvimo un rato le pregunte al chófer que si traía condones pero no tenía y mi esposo le dijo ni modo ahora solo te tocará ver, nos reímos y Rafa me empezó a dar y yo me abracé al chófer mientras sentía todo el pene adentro, empecé a hacer cada ves ruidos más fuertes y era mucha adrenalina de que alguien pasara o que en cuaquier momento alguien iluminará hacia donde estábamos y viera todo lo que estaba pasando no tardó mucho y sentí ganas de orinar y aguante lo que pude pero al sentir que era inevitable, me arrime un poco hacia afuera para no ensuciar el vehíc**o en eso Rafa se viene dentro de mi y yo me empiezo a tocar para termina, entonces me vine con un grito de placer, rápido me senté fuera y deje salir todos mis jugos, todo eso pasaba mientras el chófer veía y me segui tocando y me meto al vehíc**o a gatas para que el chófer terminará en mi boca, porque se iba a ensuciar y no lo quería meter en problemas con su esposa ya que es muy celosa y él descargo su leche cuándo trague todo me retire y me arregle mi ropa y nos subimos al vehíc**o y nos llevó a la casa lo invitamos a pasar por si tenía ganas de coger pero recibió una llamada y se fue.

13/08/2025

El novio de mi mama 🔥🥵🔥

Desde que mi mamá se casó con Raúl, noté que él me miraba de una manera distinta. Al principio pensé que era mi imaginación, pero con el tiempo esas miradas se volvieron más largas, más profundas… y yo, en vez de alejarme, me sentía extrañamente atraída por él.

Todo empezó una tarde en que mamá había salido al mercado. Raúl estaba reparando una puerta y yo, sin pensarlo, me acerqué demasiado. Entre palabras y sonrisas, la tensión fue creciendo hasta que un día, sin planearlo, cruzamos esa línea que no se debía cruzar. Desde entonces, cuando mamá no estaba, él y yo buscábamos cualquier excusa para quedarnos solos.

Pasaron semanas así, creyendo que teníamos todo bajo control, hasta que una mañana, mamá nos sorprendió. Me quedé paralizada, esperando gritos, reclamos… pero en lugar de eso, ella se sentó frente a nosotros y con una calma que me desconcertó dijo:

—No voy a fingir que no me duele, pero tampoco voy a engañarme… sé que lo que sienten es real. Y si esto ya está pasando, prefiero que no haya mentiras.

Yo no entendía nada. Mamá me tomó de la mano y agregó:

—Podemos encontrar una forma en la que nadie tenga que ocultarse. Compartirlo… y así evitar traiciones.

Me quedé en silencio, intentando procesar sus palabras. No sé si fue por el alivio de no haber perdido a mi mamá, o por la extraña complicidad que nació en ese momento, pero algo me decía que mi vida ya no sería la misma.

Recuerdo perfectamente la primera vez que aceptamos la propuesta de mi mamá. Fue un domingo por la tarde, la casa olía a café recién hecho y a pan dulce. Mamá se había arreglado más de lo normal, con ese vestido que siempre decía que le hacía sentir bonita. Yo estaba nerviosa, no sabía cómo comportarme ni qué esperar.

Raúl estaba sentado en la sala, hojeando una revista, pero su mirada se encontraba con la mía a cada momento, como si quisiera asegurarse de que yo entendía que todo aquello era real. Mamá nos llamó a los dos y dijo con voz suave:

—Hoy quiero que estemos los tres… sin secretos.

Nos sentamos juntos, al principio un poco tensos, y mamá empezó a hablar de lo importante que era la honestidad, de que si el cariño y la atracción estaban ahí, lo mejor era vivirlo sin esconderse. Yo escuchaba y, aunque mi corazón latía rápido, empecé a sentirme más tranquila.

Cuando Raúl me tomó la mano frente a ella, supe que el acuerdo era real. Mamá sonrió, y en ese instante me di cuenta de que todo había cambiado: ahora éramos una especie de familia distinta, unida por un lazo que muchos no entenderían, pero que para nosotros significaba libertad.

Esa tarde fue el comienzo de algo que, aunque extraño para otros, para nosotros se convirtió en una nueva forma de vivir.

Esa noche, la primera bajo ese acuerdo, el ambiente en la casa se sentía distinto… como si el aire estuviera cargado de algo nuevo. Mamá había preparado la cena, pero ninguno de los tres parecía tener mucha hambre; las miradas, las sonrisas cómplices y el silencio decían más que las palabras.

Cuando terminamos, ella misma fue quien tomó mi mano y me llevó hacia la habitación. Raúl nos seguía, un poco serio pero con esa tensión en los ojos que ya conocía. Cerramos la puerta y mamá, sin soltarme, se acercó a él. Fue extraño y fascinante ver cómo lo miraba, con una mezcla de confianza y entrega, y luego volteaba a verme para invitarme a acercarme también.

Nos sentamos los tres en la cama. Al principio, me sentía tímida, pero mamá me acarició el cabello y me dijo en voz baja que no había nada de qué avergonzarse, que en ese momento éramos libres para sentir. Raúl, con cuidado, me rodeó con su brazo mientras ella permanecía junto a nosotros, como si todo estuviera en perfecta armonía.

Las manos se entrelazaban, las caricias fluían, y cada gesto se volvía más intenso. Yo sentía que el corazón me latía fuerte, no sólo por lo que estaba viviendo con él, sino por la extraña sensación de tener a mi mamá allí, aceptando y compartiendo ese instante. No había prisas, todo era suave, pausado, como si quisiéramos grabar cada segundo en la memoria.

Esa noche, más que un momento físico, fue el inicio de una conexión nueva, de un pacto que nos unió de una forma que nunca imaginé posible.

12/08/2025

𝐄𝐥 𝐇𝐎𝐆𝐀𝐑 𝐄𝐒 𝐋𝐀 𝐏𝐑𝐈𝐌𝐄𝐑𝐀 𝐄𝐌𝐏𝐑𝐄𝐒𝐀.

Y si no funciona… no funciona nada.

Porque escúchame bien:

No puedes construir un imperio en la calle mientras tu casa es un campo de batalla.

No puedes hablar de riqueza si tu pareja y tú ni siquiera saben cuánto entra y cuánto sale al mes.

No puedes soñar con libertad financiera cuando en tu propia cama reina el caos, el desorden y las discusiones por dinero.

El hogar funciona con las mismas reglas que cualquier empresa seria:

Presupuesto.

Metas claras.

Estrategia financiera.

Compromiso total de los socios.

Una sola economía. Una sola visión. Un solo plan.

Si tu pareja piensa “lo mío es mío y lo tuyo es tuyo”...

Están jugando a ser solteros con contrato de matrimonio.

Eso no es un hogar. Eso es un experimento destinado al fracaso.

Y cuidado con esto:

Hay infidelidad física, sí.

Pero también existe la infidelidad financiera.

Y es igual de destructiva.

Ocultar deudas.

Mentir sobre ingresos.

Esconder compras.

Derrochar a escondidas.

Todo eso es traición.

Todo eso rompe la confianza.

Todo eso destruye familias.

Donde no hay orden financiero, hay peleas, estrés, ansiedad, desconfianza y separación.

Lo que empieza con “nomás me compré esto sin decirle”…

Termina en “esto no funciona, mejor nos separamos.”

Porque créeme…

El amor NO sobrevive cuando la deuda, el caos y la mediocridad se sientan todos los días en la mesa.

Una pareja que no sabe administrar… está condenada a sobrevivir, no a prosperar.

¿Quieres un hogar fuerte?

Que cada peso tenga nombre y propósito.

Que cada gasto se hable.

Que cada decisión se tome en equipo.

Que las metas sean de los dos.

Porque si los dos reman hacia el mismo puerto… el barco avanza.

Pero si uno rema y el otro agujerea el bote… se hunden juntos.

No se trata de quién gana más.

No se trata de quién aporta más.

Se trata de remar juntos, de construir juntos, de proteger el hogar como si fuera la empresa más importante de tu vida.

Créditos a su autor.

02/08/2025

La Maestra”

Después de mi segundo divorcio, lo tuve claro: nunca más me volvía a casar. Ya había llorado lo suficiente, ya me había cansado de cocinarle a hombres que no sabían ni tocarme el alma, mucho menos el cuerpo. Me juré que esta vez sería distinto, que viviría a mi manera… y al principio lo logré. Pero con el tiempo, la soledad comenzó a sentirse como una segunda piel que no me dejaba respirar.

No era que quisiera amor, ya no creía en eso. Solo necesitaba sentirme deseada de nuevo. Un rato de calor, de piel, de vida. Así que empecé a mirar diferente a los muchachos del barrio… esos que se juntan en la esquina de la colonia, con sus gorras, sus risas fuertes y su mirada que a veces se detiene justo donde una mujer como yo lo nota.

El primero fue Saúl. Tendría unos veintidós, veintitrés… ojos traviesos, cuerpo marcado por el trabajo y esa manera de hablar que no pedía permiso para nada. Nos cruzamos una tarde afuera de la tiendita, me ofreció ayudarme con las bolsas, y yo no dije que no. Esa misma noche, él estaba en mi sala, y un par de horas después, en mi cama.

No fue el mejor, claro que no. Era joven, torpe, rápido… pero tenía hambre. Y yo tenía experiencia. Así que lo fui guiando con calma, con palabras suaves y firmes. Le enseñé que una mujer no se toca con prisa, que el deseo también se construye con miradas, con pausas, con las manos bien puestas y con la lengua donde debe estar —en el oído, diciendo lo correcto.

Después de Saúl, vinieron otros. Uno que siempre me decía “señora” hasta que le enseñé a decirme “maestra”. Otro que llegaba en bici y se iba casi corriendo, como si le diera pena que lo vieran. Todos tenían algo en común: esa mezcla de nervio y deseo que sólo los hombres jóvenes tienen cuando se enfrentan a una mujer que sabe lo que quiere.

Y yo sí sabía. No buscaba compromiso, no les pedía flores ni llamadas. Sólo que llegaran limpios, con ganas, y con respeto. Yo me encargaba del resto. Al poco tiempo, en la colonia ya me conocían como la maestra. Decían que yo les enseñaba cómo tratar bien a una mujer. Algunos llegaban con miedo, otros con curiosidad. Pero todos salían distintos, como si hubieran descubierto un secreto que nadie les había querido contar.

Nunca me sentí culpable. Al contrario, por primera vez en mi vida me sentía libre. Libre de reglas, de juicios, de la necesidad de complacer a alguien más. Era yo, mi casa, mi cuerpo… y esos ratos que me devolvían la juventud a la piel, aunque fuera solo por un momento.

Lo que nunca imaginé fue que uno de ellos… me haría sentir algo que creí que ya no existía.

Era un muchacho nuevo en la colonia, Alan se llamaba. Moreno, alto, callado. No era como los otros. No se reía fuerte ni alardeaba. Se quedaba recargado en la pared, mirando de reojo, como si todo lo observara pero nada lo tocara. La primera vez que cruzamos palabras fue porque yo le pregunté si sabía arreglar una fuga de agua en la cocina. Me miró serio y dijo que sí. No tardó ni una hora en estar dentro de mi casa.

Lo observé mientras trabajaba, cómo se movía, cómo me hablaba con respeto pero sin miedo. Tenía algo distinto. No era solo su físico, que era bonito, no voy a negarlo. Era su manera de estar… como si no necesitara demostrar nada.

Cuando terminó, le ofrecí un vaso de agua. Se lo tomó despacio, con esos labios que… bueno, mejor no digo más. Me dio las gracias y se fue. No me pidió nada. No intentó besarme ni coquetear. Y eso me desconcertó.

Los días pasaron y lo empecé a ver más seguido. Siempre estaba cerca, ayudando a algún vecino, barriendo la banqueta de su casa, caminando despacio, como si esperara algo. Hasta que una noche, casi sin pensarlo, salí a tirar la basura solo con mi bata. Él estaba ahí, en la esquina, solo. Nuestras miradas se cruzaron. No dije nada, pero dejé la puerta entreabierta al volver a entrar.

Tardó cinco minutos.

Escuché sus pasos en la sala, cerró la puerta con cuidado, y se quedó ahí, mirándome en silencio. No me preguntó nada. Yo tampoco. Solo caminé hacia él, lo tomé de la mano y lo llevé a mi cuarto.

Esa noche fue distinta. Alan no tenía prisa. Me miraba como si quisiera aprender de cada gesto mío. Me tocó despacio, atento, con una ternura que me hizo temblar. No fue solo placer… fue otra cosa. Algo que se quedó dentro de mí, incluso después de que él se fue, en silencio, al amanecer.

Y desde entonces, supe que con Alan no era solo para pasar el rato.
Él me movía cosas que yo ya había guardado bajo llave.
Y eso… me asustaba.

No sé por dónde empezar. He ensayado esta conversación mil veces en mi cabeza, pero ahora que lo tengo frente a mí, mi g...
02/08/2025

No sé por dónde empezar. He ensayado esta conversación mil veces en mi cabeza, pero ahora que lo tengo frente a mí, mi garganta se cierra y el corazón me retumba como un tambor.
Él me mira, tranquilo, ajeno a la tormenta que traigo por dentro. Es mi esposo. El hombre con el que compartí tantos años, tantas risas, tantas lágrimas. El que siempre estuvo para mí, incluso cuando yo no estuve para él.

Respiré hondo, me sequé las manos sudadas contra el pantalón y le dije:

—Necesito hablar contigo… pero de verdad. No es cualquier cosa.

Él dejó el control de la tele a un lado, y su rostro cambió. Me miró serio, como cuando presiente que algo no va bien. Y no… no iba bien.

—Te fallé —dije casi en un susurro—. No te voy a dar excusas, porque no las tengo. Te fallé, y no hay nada que lo justifique.

Su expresión se congeló. Aún no entendía. O tal vez no quería entender.

—¿De qué hablas?

Y lo solté, como quien arranca una venda de golpe:

—Estuve con alguien más.

El silencio que siguió fue insoportable. Podía escuchar el zumbido del refrigerador en la cocina, el latido de mi propio corazón en los oídos. Su rostro palideció. Bajó la mirada. No gritó. No dijo nada. Eso dolió más.

—No fue planeado, no fue con maldad —seguí—. Fue un momento… un error. Me sentí sola, vulnerable. Pero eso no justifica nada. Porque tú no merecías eso. Tú, con tu paciencia, con tu amor, con todo lo que has hecho por mí…

Me detuve para contener el llanto. Ya no podía más. Las lágrimas me corrían sin control.

—Yo te amo. Te juro que te amo, y por eso te lo estoy diciendo. Porque no quiero seguir mirándote a los ojos con esta culpa encima. No quiero seguir engañándote ni fingiendo que todo está bien.

Él me miró entonces. Sus ojos estaban llenos de dolor. Pero no de rabia, no todavía. Solo dolor. Como si algo dentro de él se hubiera roto sin hacer ruido.

—¿Fue solo una vez? —preguntó con la voz temblorosa.

Asentí. —Sí… y no volvió a pasar. Y no va a pasar. Porque me di cuenta de que no puedo vivir sin ti, pero tampoco puedo vivir engañándote. Tú no mereces eso.

Hubo otro silencio largo. Él se levantó del sillón, caminó hacia la ventana y se quedó ahí, de espaldas.

—No sé qué hacer con esto —murmuró—. No sé si puedo perdonarte… pero tampoco sé si quiero perderte.

Me acerqué con cautela, con el alma en las manos.

—Tómate el tiempo que necesites. Yo… yo solo quería ser honesta. Ya no por mí, por ti. Porque sé que fallarte fue lo peor que pude hacerle al amor que construimos.

Él no dijo nada más. Yo no insistí. Solo me senté en silencio, esperando… no su perdón, sino su verdad.

Asintió muy despacio, todavía sin voltearme a ver.

Yo lo miraba de espaldas, con un n**o en la garganta, deseando poder retroceder el tiempo, deseando que este momento no fuera real. Pero lo era. Yo misma lo provoqué.

—Necesito pensar —me dijo por fin—. No quiero tomar decisiones enojado… pero tampoco puedo fingir que esto no pasó.

Yo asentí, aunque él no me veía.

—Lo entiendo… y no voy a presionarte —le respondí con la voz casi rota—. Solo quiero que sepas que… que no fue por falta de amor. Fue un momento de debilidad. Pero el amor por ti nunca se fue.

Él se volteó al fin. Sus ojos estaban llorosos, pero había algo más ahí… una mezcla de confusión, tristeza, y sí, un poco de amor todavía.

—¿Lo amas a él? —preguntó, directo.

Negué de inmediato.

—No. Fue un error, no un sentimiento. Yo solo te amo a ti. Y me duele… me duele tanto haber puesto todo esto en peligro.

Se acercó, despacio. Me miró de frente y yo sentí que me atravesaba el alma. Me tomó la cara con una mano, suave, como si aún no supiera si abrazarme o alejarse.

—¿Y si no puedo perdonarte? —susurró.

Me quebré por completo.

—Entonces me iré. No voy a quedarme si eso solo te lastima más. Lo único que quiero es que tú estés bien, aunque eso no sea conmigo.

Nos quedamos así, por minutos, llorando los dos. Llorando lo que habíamos sido, lo que habíamos roto, lo que aún no sabíamos si podíamos salvar.

Esa noche durmió en el sofá. Yo apenas pegué el ojo. No hubo gritos, no hubo drama. Solo un silencio pesado, lleno de cosas que ninguno de los dos sabía cómo decir.

Pasaron los días. No me fue fácil vivir con esa distancia, pero entendí que él necesitaba espacio. No lo busqué. No le supliqué. Solo traté de mostrarle, cada día, que estaba arrepentida… no solo con palabras, sino con acciones. Con paciencia. Con respeto.

Una tarde, mientras yo lavaba los platos, él se me acercó. Me rodeó por la espalda y apoyó su cabeza en mi hombro.

—Te amo, y eso no ha cambiado —me dijo bajito—. Pero vamos a necesitar ayuda si queremos sanar esto. No quiero perderte… pero tampoco quiero vivir con esta herida abierta.

Lloré en silencio, con sus brazos rodeándome, sintiendo que quizás… solo quizás… podríamos reconstruirnos. No como antes. Diferentes. Marcados. Pero tal vez más fuertes.

Y desde ahí empezamos de nuevo. No fue fácil. Pero tampoco imposible.

02/08/2025

Mi secreto más sucio”

Soy esposa. Sí, con anillo, casa compartida y una vida que cualquiera diría que es perfecta. Mi esposo es bueno. Tal vez demasiado bueno para mí. Porque, aunque él me ha perdonado más de una infidelidad, yo… sigo siendo la misma. Solo que ahora, más cuidadosa.

No es que no lo quiera. De verdad, lo aprecio. Él me cuida, me respeta, y ha aguantado más de lo que muchos aguantarían. Pero hay una parte de mí que simplemente no puede quedarse quieta. Me gusta sentirme deseada. Me encanta ver cómo otros hombres me miran, cómo me buscan, cómo se desviven por tenerme aunque sea por una sola noche.

Aprendí a cubrir mis huellas. Ya no dejo rastros. Ya no llego con el perfume ajeno ni con marcas en el cuello. Tengo excusas bien ensayadas, lugares “seguros”, y hasta amigas que me cubren cuando necesito una coartada. He perfeccionado el arte de la doble vida.

A veces me pregunto si él lo sospecha. Si en el fondo sabe que sigo siendo la misma. Pero no dice nada. Y yo me aprovecho de eso. De su amor. De su paciencia. Tal vez porque sé que, en el fondo, él siempre me va a perdonar. O al menos eso quiero creer.

Lo que hago no lo cuento con culpa. No la siento. Al contrario, me hace sentir viva. Deseada. Poderosa. Como si tuviera un control que en mi vida “normal” no tengo.

Sé que no es lo correcto. Pero lo correcto rara vez es lo que más nos enciende.

Nunca imaginé que llegaría tan lejos. Que cruzaría una línea tan peligrosa… pero lo hice. Y fue con él. Con el hermano de mi esposo.

Todo empezó una noche cualquiera. Él vino a casa a ayudarnos con unos arreglos. Mi marido se fue a comprar unas cosas al taller, y quedamos solos en la sala. Nunca habíamos cruzado una palabra fuera de lo normal… pero ese día noté algo en su mirada. Me miraba distinto. Con deseo. Y yo, como siempre, respondí.

Me acerqué más de la cuenta. Le ofrecí un café que nunca terminamos de tomar. Me reí con ese tono insinuante que sé usar tan bien. Y cuando sentí que el ambiente estaba cargado, me senté junto a él en el sillón. Muy cerca. Demasiado.

—¿Estás segura de lo que estás haciendo? —me dijo, con la voz baja, mirándome los labios.
—¿Y tú? —le respondí, desafiándolo, sabiendo que no se iba a resistir.

No lo pensó dos veces. Me tomó por la cintura y me besó con unas ganas contenida. Nos dejamos llevar. Ahí mismo. En mi casa. En su casa. En la casa de su hermano.

Fue rápido, intenso, prohibido… y delicioso.
No me tembló el pulso. No sentí culpa. Solo una adrenalina que me recorrió todo el cuerpo como un fuego dulce y peligroso.

Después de eso, empezamos a vernos a escondidas. Él me busca con ansiedad, como si no pudiera creer que esto esté pasando, y yo… yo disfruto cada segundo. Lo espero en moteles discretos, en su auto, incluso en casa cuando mi esposo está de viaje. Ya no es solo deseo, es una adicción.

Me emociona saber que estoy jugando con fuego, que estoy tocando lo más sagrado y pisoteándolo sin remordimiento. Es su hermano. Y eso hace todo aún más tentador.

Lo sé… si esto sale a la luz, destruiría a mi esposo. Pero mientras no sepa, no sufre. Y yo, mientras tanto, me siento más viva que nunca.

Era una tarde de miércoles. El tipo de día en que nadie sospecha nada. Mi esposo estaba trabajando, y yo ya tenía todo planeado. Me puse un vestido ajustado, nada exagerado, pero lo suficiente para volver loco a cualquiera. Me pinté los labios de rojo y salí como si fuera a hacer unas compras. Mentí como tantas veces. Con la misma frialdad de siempre.

Mi cuñado me esperaba a unas cuadras del hotel. Llegamos por separado. Así evitábamos levantar sospechas. Ya conocíamos bien el lugar… discreto, sin cámaras visibles y con recepcionistas que no hacen preguntas. Todo parecía ir perfecto. Como siempre.

Pero ese día… no fue como los demás.

Mientras caminábamos juntos hacia la entrada del hotel, lo vi. Él.
El mejor amigo de mi esposo.
Estaba bajando de su coche justo al frente, al parecer tenía una reunión en el restaurante del mismo edificio. Nos vio. Nos reconoció.
Y su cara lo dijo todo.

Fue un segundo eterno. Su mirada se cruzó con la mía. Una mezcla de sorpresa, furia y decepción. Me sentí. Expuesta Como si, de pronto, todo el mundo supiera lo que soy.
Mi cuñado intentó disimular, pero ya era demasiado tarde.

—¡demonios! —susurró él, tomándome del brazo.
—Tranquilo —le dije, aunque por dentro me temblaban las piernas.

No entramos al hotel. Fingimos que habíamos ido a buscar algo. Salimos rápido, sin volver la vista atrás. Pero sabía… sabía que eso iba a llegar a los oídos de mi esposo.
Ese amigo… es como un hermano para él. Siempre ha desconfiado de mí. Y ahora, tenía pruebas.

Esa noche no pude dormir. Me dolía el pecho, pero no de culpa. Me dolía el miedo. La posibilidad de que todo se viniera abajo.

Y aún así… parte de mí sentía algo más. Algo oscuro, sucio… y excitante. El hecho de haber sido descubierta me dio una adrenalina que me quemaba por dentro.

Mi secreto ya no estaba tan seguro. Y quizás… solo quizás… eso me gustaba más de lo que debería.

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