28/10/2025
Nunca, jamás, ni por error me pregunten en la calle: “¿Tu niño está enfermito?”
Porque no es ternura, es falta de respeto.
Porque lo dicen como si no escuchará, como si no sintiera, como si no entendiera. Y entiende. Todo.
Porque reducir su existencia a “estar enfermito” le quita nombre, historia, esfuerzo y dignidad.
Mi hijo no es un diagnóstico con piernas. No es un caso clínico andante.
Es un niño que lucha todos los días por sostener su cabeza, por mover un pie, por decir una palabra, por estar aquí… y aun así hay quienes lo miran como si fuera un error, una lástima o una enfermedad con rostro.
La discapacidad no es algo que se cure.
Lo que sí se puede “curar” es la ignorancia, la imprudencia y la costumbre de hablar sin pensar en quién está escuchando.
Respeta. Calla si no sabes. Observa sin herir.
Porque aunque su cuerpo no responda como el tuyo, su corazón y su mente sienten igual o más.
Entonces ¿Cómo sí se puede acercar alguien con respeto?
Si de verdad quieres acercarte o conectar:
Habla con el niño, no sobre él. Un simple “Hola, ¿cómo estás?” es mil veces más humano que “¿Qué tiene?”
Háblale a la mamá como a cualquier otra mamá. Puedes decir: “Qué bonito tu hijo”, “Qué mirada tan fuerte”, “Se ve que lo amas mucho”.
Si no sabes qué decir, no preguntes por su diagnóstico. Es mejor un silencio respetuoso que una pregunta que hiere.
Haz preguntas que sumen, no que marquen distancia. Ejemplo: “¿Le gusta salir a pasear?”, “¿Qué le hace feliz?”, “¿En qué puedo ayudar?”.
Y si no te nace hablar, solo sonríe. A veces la empatía no necesita palabras, solo humanidad.