
10/02/2025
**El abismo de la razón**
En el silencio sepulcral de mi estudio, la pluma danza sobre el pergamino, pero las palabras se resisten a fluir. Un velo de melancolía yace sobre mi espíritu, y la inspiración, otrora mi fiel musa, se ha refugiado en un laberinto de sombras.
¿Dónde hallaré las palabras que describan el horror que me ha consumido en estos dos meses de silencio? ¿Cómo explicar la tortura que ha carcomido mi alma y ha dejado una cicatriz imborrable en mi mente?
Todo comenzó con un sueño, una pesadilla recurrente que me arrastraba a las profundidades de un abismo insondable. Allí, en la oscuridad, una voz susurraba mi nombre, y una mano helada me aferraba, impidiéndome regresar a la realidad.
Despertaba empapado en sudor, el corazón latiendo con fuerza, y la imagen de aquel abismo grabada a fuego en mi memoria. La cordura se desvanecía, y la línea que separaba la realidad de la pesadilla se volvía cada vez más difusa.
El miedo se apoderó de mí, un miedo paralizante que me impedía conciliar el sueño y me mantenía en un estado de alerta constante. La paranoia se instaló en mi mente, susurrando que aquella mano que me arrastraba en sueños era la misma que acechaba en la oscuridad de mi estudio.
Abandoné la escritura, incapaz de concentrarme en otra cosa que no fuera el terror que me invadía. Me encerré en mi estudio, alejándome del mundo exterior, y me sumergí en la lectura de antiguos grimorios y tratados sobre demonología, buscando una respuesta a mi tormento.
Pero la respuesta no llegó. Solo encontré más preguntas, más dudas, y la certeza de que mi mente se estaba perdiendo en un laberinto de locura.
Ahora, cuando contemplo el pergamino en blanco, siento que la pluma se resiste a escribir. Las palabras se agolpan en mi mente, pero no logro ordenarlas, no logro darles sentido. El terror me ha robado la voz, y solo me queda el silencio.
Quizás este sea mi último escrito. Quizás la oscuridad me haya vencido, y mi mente se haya perdido para siempre en el abismo de la locura.
Solo espero que mi historia sirva de advertencia, que mi sufrimiento evite que otros se adentren en los laberintos de la mente, donde acechan los monstruos que nos acechan en sueños.