13/07/2025
𝙰𝚁𝚃𝙸́𝙲𝚄𝙻𝙾:
𝕃𝔸𝕊 𝕄𝔸ℕ𝕆𝕊 𝔸𝕃 𝔽𝕌𝔼𝔾𝕆
𝒫ℴ𝓇 ℒ𝓊𝒾𝓈 𝒮𝒾𝓁𝓋𝒶 𝒢𝒶𝓇𝒸𝒾́𝒶
Lo conocí desde que yo andaba trabajando como reportero en los tiempos en que la alternancia política llegó a Chihuahua antes que a todo México: andaba por ahí en su partido, el PAN, con acciones a favor de la democracia para desplazar al partido en el poder. En Chihuahua al menos se le dio una buena sacudida al PRI en los 1980s.
Siempre escribió artículos en los periódicos locales, incluyendo los proyectos en los que yo llegué a participar. Así dejaba en claro su posición critica ante las esferas de poder, coincidiera o no con ellas; seguía muy activo en el partido y se fue ganando el respeto, al ser él mismo especialmente respetuoso en su trato con todos.
Por esos años forjó su despacho profesional y trabajaba con base en la Ciudad de Chihuahua, donde gozaba de prestigio como miembro de una de las familias de reconocimiento en la comunidad; al tiempo, seguía picando piedra en el partido. Juzgábamos los periodistas, desde fuera, que el PAN y sus dirigentes tal vez no le daban el reconocimiento que podría merecer.
Cuando llegué a conocerlo más de cerca y forjamos nuestra amistad fue ya después del año 2000 en la Ciudad de México, en la coincidencia que tuvimos al trabajar para el gobierno de Vicente Fox, en la Secretaría de la Función Pública, él en el área de contralores, yo en el tema de transparencia y combate a la corrupción.
El ya poseía su casa hecha y derecha en Chihuahua, donde se quedó su familia, y al estar un tanto de paso por la capital del país, vivía en la parte interior de una casona en la colonia Insurgentes Inn, un lugar bonito, arbolado y pacífico, pero siempre creí que le pesaba la soledad y añoraba la comodidad y hasta el prestigio del que gozaba en provincia. Nunca me lo dijo: al leer ahora me sacará de la duda. En México se pierde uno en el anonimato.
-- Amigo, vámonos al partido del Cruz Azul.
Llegué un sábado en la tarde, six en mano, y me lo lleve al futbol sin saber que era fanático del América. Yo ni me fijé en el detalle. Lo que pretendía era sacarlo a recorrer calles y evitar que estuviera ahí solo. Y pues bueno, el dialogo, la convivencia y la confianza fueron fluyendo y fluyendo.
Pues un día me cobró la visita y me llevó, no sin engaños, al Estadio Azteca, a un partido del América en plena p***a brava y ahí estuvimos con la hinchada azulcrema. Un poco de diversión los fines de semana, pero de lunes a viernes siempre estaba metido en el trabajo, dando resultados, y fuera de horario en las actividades partidistas, muchas veces hasta la madrugada, especialmente en época de elecciones.
Nunca supe que se quejara a la hora de pasar la charola para apoyar a algún candidato, más bien siempre estaba en los comités de recaudación, por su prestigio, habilidad para las cuentas y honestidad probada. Todos confiaban en que, con él, los recursos estaban seguros; no iba a robar.
No permaneció tanto en México y regresó a sus terrenos de holgura en Chihuahua, pero nuestra amistad ya estaba instaurada. Mantenemos desde entonces contacto aunque sea eventual, pero con plena confianza.
Trabajamos codo a codo en la campaña para la gubernatura de Chihuahua en 2016, donde él era el encargado de las finanzas y yo el jefe de prensa y reportero del candidato. Se logró el triunfo y bastante aportaron en ello aquellas acciones que una y otra vez le vi hacer para tener recursos y manejarlos adecuadamente, siempre con esfuerzo, honestidad y discreción. Colaborando en conjunto y de buena fe, conseguimos y manejamos aspectos de los que el candidato ni llegó a entrarse, pero bien que sirvieron.
Yo salí el Gobierno de Chihuahua muy rápido, por diferencias con los mandos y con el propio gobernador, como fue el caso de varios que veníamos integrando equipo desde 2015, pero esta persona siguió ahí, como Secretario de Hacienda.
Lo visité en su despacho en variadas ocasiones y siempre lo encontré con su distinguida amabilidad y hasta fraternidad; pero si advertí su desgaste: no pasaban ni 5 años y pareciera que, por él, habrían pasado unos 20.
El encargo no había sido nada fácil ni cómodo; desde aquella primer ocasión --yo como Director de Comunicación aún-- al arranque del gobierno, cuando observé cómo maniobró para conseguir un préstamo bancario que permitiera pagar la primer nómina: el gobierno de César Duarte no dejó ni para la nómina de los trabajadores, se llevó absolutamente todo. Para que luego le salieran con que fueron malos manejos y quieran hacerle cargos por todo.
Varias veces me confió las peripecias para seguir en el gabinete del gobernador Javier Corral y en apoyo a su partido, pues las zancadillas e imposiciones estaban al orden del día, muchas veces en línea de fuego amigo. Vio cómo varios funcionarios de altos niveles, colaboradores y pares suyos, fueron saliendo con el paso del tiempo (incluyendo mi caso) pero él resistió y, pese a todo, cerró el quinquenio.
Ahora el exgobernador de Chihuahua Javier Corral está protegido por el ala de Morena y por el fuero del Senado de la República, y desde ahí resiste con facilidad y comodidad los embates por haber intentado, a nombre del Estado de Chihuahua, hacer justica por los desmanes de Duarte y el Duartismo.
Pero el Duartismo está de regreso en Chihuahua; no importan partidos ni facciones, o niveles y poderes, todo indica que la mayoría de los políticos le reconocen el poder e Duarte y esperan obtener algo de ganancia, si hacen alianza.
Duarte, libre de la celda, baila al son de la música y a muchos les brillan los ojitos en espera de que algo salpique para su personal beneficio. Triste realidad de corrupción que lo mismo abarca personajes rojos, azules, morenos o de cualquier tonalidad. El dinero siempre fulgura para los que están en la política por un beneficio particular, no por el bien común.
Al no poder afectar más de manera directa a Corral, los duartistas, apoyados inclusive por la actual gobernadora Maru Campos y varios integrantes de su gabinete en línea, buscan quemar y fastidiar a quien le correspondió tomar decisiones financieras a nombre de Estado de Chihuahua, el que fuera secretario de Hacienda Arturo Fuentes Vélez.
Se trata de desprestigiarlo, de manchar su imagen, de afectar a sus familiares, de voltearle a sus “amigos”, y para ello manejan tendenciosamente el curso de acusaciones en su contra, para defender las cuales se ha preparado. Pero es muy triste la cacería de brujas y los esfuerzos para resistirla.
Me llama la atención que contra este personaje no hay una sola insinuación de que haya malversado recursos para beneficio personal; todas son acusaciones por los manejos de lo que le correspondía en funciones de su encargo y que supuestamente no los hizo con corrección en tiempos y cantidades.
Pero mientras ya le quieren hacer fama de ladrón y se insiste en que es prófugo de la justicia internacional, en tato que César Duarte, a quien si se le han comprobado desvíos multimillonarios de recursos públicos de Chihuahua, a otros países y para operaciones del PRI, se pasea por ahí encantado de la vida, en goce de proteccionismo oficial.
La persecución es implacable, del tamaño del miedo de los que si robaron a Chihuahua, “hasta la mafia tiene códigos para no meterse con la familia, pero esta gente no respeta ni eso”, me dijo un amigo hace días.
Es una venganza e intento de linchamiento en los arrabales de la política, donde, por el lodo, ya no se sabe quien pertenece a cuál bando en la batalla, pero eso si, a los limpios, a los que actuaron de buena fe, se los llevan entre las patas. Nada importa más que salvar la imagen para los votos que vienen. Principios y valores no hay en la política.
Debo decirlo con claridad: es mi gran amigo Arturo Fuentes Vélez, porque a los amigos uno los escoge. Y meto las manos al fuego por él, sin duda.