
15/07/2025
Aquí les comparto mi 8 de calificación al filme Jurassic World: Renace (país: Estados Unidos, año: 2025, fotografía: John Mathieson, idioma: ingles, genero fílmico: aventura/ciencia ficción/suspenso, guion: David Koepp, clasificación: B, edición/montaje: Jabez Olssen, nombre/título original: Jurassic World: Rebirth, música: Alexandre Desplat, duración: 134 minutos) dirigido por el cineasta Gareth Edwards con las actuaciones de Scarlett Johansson, Mahershala Ali, Jonathan Bailey, Luna Blaise, Niamh Finlay, Rupert Friend, Manuel Garcia-Rulfo, David Iacono, Adam Loxley, Audrina Miranda, Bechir Sylvain y Philippine Velge. Este es un mas que entretenido blockbuster hollywoodense que mantiene la consistencia que ha caracterizado a la saga esforzandose por llevar todo en una buena mezcla entre la acción, el cine serie B de lo insólito y muchos rugidos estruendosos. Por: Lic. Ernesto Lerma, titular de la columna y sección periodística.
Personalmente recuerdo la primer cinta de Jurassic Park en 1993 cuando Alan Grant (Sam Neill) y Ellie Sattler (Laura Dern) veían el primer dinosaurio vivo en Jurassic Park -el braquiosaurio-, no sólo se sorprendían ellos sino también nosotros, los espectadores. El gran realizador Steven Spielberg sintetizaba en un par de planos el mismísimo meollo del asunto: no era sólo la posibilidad de ver un dinosaurio como hubiera lucido en la vida real, sino especialmente la capacidad que brindaba la tecnología para crear imágenes inusitadas, nunca antes vistas. Terminator 2 y Jurassic Park fueron las últimas dos grandes producciones que apostaron por la incredulidad del espectador, todo lo que se veía ahí dentro era visto por primera vez. Por eso, seguramente, su permanencia en la memoria de una generación. Unos años después Toy Story reflexionaría sobre estos mismos asuntos desde su propia esencia de ser la primera película hecha totalmente con animación digital. Volviendo a la sorpresa de Alan y Ellie, Spielberg manejaba la escena con maestría: primero nos encuadraba los rostros fascinados y jugaba con nuestra ansiedad, ya habían pasado 61 minutos de película y no habíamos visto un solo dinosaurio. Hasta que finalmente un hermoso plano abierto nos arrojaba la magnificencia del momento, uno con carácter fundacional. “Bienvenidos a Jurassic Park”, decía John Hammond (Richard Attenborough) y de alguna manera nos abría la puerta a nosotros: ahora sí, comenzaba la película. Lo que esa escena logra, también, es clausurar el sentido de maravilla. Después de esa película original ya no hay más lugar para sorprenderse ni para meterse en debates existencialistas. A cada película que se fue acumulando a partir de ahí en la extensa saga le quedó sólo un camino posible, ser un buen entretenimiento, con su dosis de sobresaltos y espectacularidad, pero no mucho más. Después de la frustración que significó Jurassic World: dominio, un cero indiscutible, esta Jurassic World: renace hace las veces de Rocky Balboa, que vino a salvar las papas tras la fatídica quinta entrega. Y lo hace siendo totalmente honesta con su rol dentro de la franquicia y cumpliendo con aquello que uno le puede exigir a un producto industrial como este: que luzca profesional y que entretenga sin demasiadas vueltas. A diferencia de la trilogía anterior, Jurassic World: renace no busca reinventar sobre lo viejo, más bien dinamitar lo hecho recientemente y volver a los orígenes (hay muchísimos guiños en planos que funcionan como espejo). Y si la presencia de Gareth Edwards detrás de cámaras nos presentaba algunas dudas, hay que reconocer que la película incorpora ese aura clásico que se extraña en mucho del cine mainstream del presente, ganado por la pirotecnia audiovisual antes que por la sabiduría narrativa. Más cerca de lo spilberguiano de lo que imaginábamos en un comienzo, la película contiene algunas secuencias impactantes donde se impone lo técnico, claro que sí, pero mucho más la mano del director y la inteligencia para construir el suspenso, a partir de un depuradísimo guión de David Koepp. Allí está la modélica secuencia de la balsa, donde con casi un paso de magia un T-Rex aparece y desaparece de nuestra vista para generar máxima tensión. Podemos pensar en lo básico de su estructura, un grupo de mercenarios que viajan a la isla donde van a parar los dinosaurios fallidos para sacar tres muestras de ADN, y verlo como pereza o exceso de simplificación, pero en verdad es una apuesta por no engordar la mitología de la franquicia, algo que está matando al cine de entretenimiento del presente. Jurassic World: renace es una película hecha para un público no tan pendiente de eso que llaman lore, por lo que habrá que ver si encuentra un público dispuesto a aceptarla tal como es. En paralelo a todo esto, tenemos a Scarlett Johansson, Mahershala Ali, Jonathan Bailey, Rupert Friend, Manuel Garcia-Rulfo, un grupo de intérpretes sólidos, un elenco que nunca busca ponerse por encima del material que tiene entre manos y que muy por el contrario, parece dispuesto a disfrutarlo. Jurassic Park: renace puede no ser una gran película, pero es un tipo de propuesta que antes a Hollywood le salían de memoria y que hoy cuenta ver cada vez más. Tal vez si pensamos en Top Gun: Maverick, F1 o esta Jurassic World: renace hay algo que está emprendiendo un regreso a un mainstream más noble en cuanto aquello que ofrece. Un cine menos impetuoso, pero más querible y que tiene la posibilidad de generar memoria emotiva hacia adelante. Esperemos que las Jurassic Park: renace sean el piso y no el techo del cine popular de los años por venir con la fascinación infantil por los dinosaurios revive con espíritu de matiné y alma de aventura pulp en una entrega que, aunque absurda, encuentra encanto en su ritmo y en su espectáculo. Y es que desde que Jurassic Park irrumpió en 1993, la humanidad renovó su vínculo ancestral con los monstruos del pasado. Steven Spielberg no solo dotó de carne y hueso a los esqueletos del museo, sino que también nos hizo temer y amar a estas criaturas como si de mitos griegos se tratara. Era una experiencia que combinaba maravilla científica con terror primario, y que revolucionó el cine de efectos visuales. Su secuela, The Lost World, profundizó en la violencia de la naturaleza y en la negligencia humana con un tono más oscuro, más adulto, y por ello (con justicia) muchos la consideran la más poderosa de la saga. Luego, llegó Jurassic Park III, una cinta desabrida y superficial, que ni el carisma de Sam Neill logró rescatar del letargo, condenando a la franquicia al olvido por más de una década. La resurrección llegó con Jurassic World (2015), una reinterpretación acertada que ironizaba sobre el propio hastío del público ante lo asombroso. Los dinosaurios ya no bastaban: Había que hacerlos más grandes, feroces y absurdos. Su éxito en taquilla fue abrumador, pero sus secuelas (Fallen Kingdom y Dominion) hundieron la promesa en un pantano de tramas inverosímiles, personajes sin alma y CGI sin poesía. Ahora, como un fósil redescubierto con asombro infantil, Jurassic World Rebirth intenta revivir el corazón de la saga con una propuesta que, más que seguir la estela de Spielberg, coquetea con las aventuras exóticas de El valle de Gwangi, Viaje al centro de la Tierra y otras joyas de matiné. La trama, desde luego, es delirante. Una farmacéutica malvada descubre que la sangre de los dinosaurios puede tener aplicaciones médicas, y decide enviar un comando de élite a una isla caribeña para recolectar muestras de distintas especies: Una terrestre, una acuática y una aérea. La misión (en apariencia científica) se convierte rápidamente en una carrera por sobrevivir entre rugidos, dentelladas y traiciones. Scarlett Johansson interpreta a Zora Bennett, una militar retirada de espíritu endurecido pero corazón noble. Jonathan Bailey encarna al paleontólogo Henry Loomis, un intelectual tierno, torpe y encantador, cuya química con Johansson dota al relato de una chispa romántica inusual en el género. Mahershala Ali, como Duncan Kincaid, el capitán de barco relajado y astuto brinda un carisma magnético que recuerda al Harrison Ford de los ochenta. Rupert Friend, en cambio, es el villano de manual. Un tipo viperino, cínico y perfectamente detestable. La historia, predecible hasta el cliché, se despliega sin vergüenza. Cada giro es anunciado con trompetas, cada traición se ve venir como un brontosaurio entre la niebla. Pero es justo en esa honestidad donde la cinta encuentra su mayor virtud. Y es que Jurassic World Rebirth no pretende ser más de lo que es. A diferencia de sus antecesoras recientes, esta entrega no finge profundidad filosófica ni se pierde en disquisiciones genéticas. Es ritmo, acción y espectáculo. Gareth Edwards (el director de los espectáculos más que decentes conocidos como Godzilla y Star Wars: Rogue One) maneja con experticia las secuencias de tensión, con homenajes evidentes al Spielberg de Jaws y Raiders of the Lost Ark. Los dinosaurios (aunque digitalmente generados) recuperan aquí cierta fisicidad y presencia amenazante que recuerda a los animatrónicos de los ochenta y al stop motion del gran Ray Harryhausen. A nivel narrativo, la película se estructura como un viaje coral, alternando entre la expedición y una familia náufraga liderada por Reuben Delgado (Manuel García-Rulfo), cuyos vínculos afectivos (novio de pesadilla, adolescente rebelde, niña precoz) y dilemas morales ofrecen un contrapunto emocional al despliegue de adrenalina. El humor es blanco, a veces torpe, pero funcional. Y los efectos visuales, sin deslumbrar, cumplen con creces, en especial en las secuencias acuáticas y los vuelos de los pterosaurios. ¿La odiarán los adultos? Tal vez. Aquellos que esperan el asombro filosófico del primer filme o el caos político de la segunda entrega encontrarán en Rebirth una aventura demasiado ligera. Pero para los preadolescentes que sueñan con dinosaurios, huesos gigantes y selvas indómitas, esta película será un parque de diversiones. Y en el fondo, ¿no fue siempre eso? La franquicia ha pasado por lo sublime, lo mediocre y lo patético (sí, te estamos viendo, Jurassic Park III). Rebirth no alcanza las alturas del original, pero tampoco se arrastra por el fango de sus peores momentos. Con espíritu de matiné y revista pulp, corazón de verano y un rugido nostálgico, Jurassic World Rebirth podría (al menos por ahora) haber encontrado una fórmula para devolverle algo de dignidad al linaje jurásico. Esta cinta de Jurassic World: Renace es todo un blockbuster hollywoodense destilado como un festín veraniego que es como ver una película de acción con horror serie B y muchos rugidos porque aquí son muy satisfactorias las apariciones de mosasaurios, titanosaurios, quetzalcoatlus y, por supuesto, tiranosaurios. Incluso el oscuro climax en la pelicula, que se inclina de lleno hacia los tropos del creature feature más puro, digno de las sensibilidades de Edwards y con un temible dinosaurio mutante, entra de manera muy orgánica en lo que se ofrece al público. Lo más importante, todo se muestra con cierta elegancia, montado con mano firme y haciendo gala de una atmósfera lúdica sumamente disfrutable para quien guste de este tipo de producciones fílmicas con un competente cineasta como Gareth Edwards quien nos lleva de regreso a este llamativo universo, y su incursión es, en gran parte, un buen augurio para el futuro de estas cintas que aun seguirán exprimiendo la formula cinematográfica.
Lic. Ernesto Lerma, titular de la sección y columna periodística.