11/10/2025
Un Llamado a la Madurez Meteorológica en México.
Ante la elocuencia de la naturaleza, nuestra memoria colectiva a menudo demuestra una fragilidad sorprendente. Vivimos una profunda paradoja: en plena era de la información, nuestra relación con la ciencia atmosférica parece estancada en un limbo de escepticismo e inercia institucional.
Por un lado, en el imaginario popular, la desconfianza se ha normalizado, traduciéndose en un coro de escepticismo que desestima las advertencias: “Siempre exageran”, “seguro no pasa nada”. Esta percepción, aunque producto de una larga historia, representa una vulnerabilidad crítica que nos expone colectivamente.
Paralelamente, en el ámbito gubernamental, se advierte una inercia sistémica. La inversión y la priorización del capital humano y tecnológico indispensables para un sistema de alertamiento robusto no siempre reflejan la magnitud de los riesgos que enfrentamos. El ciclo hidrológico que hemos atestiguado, transitando de sequías prolongadas a diluvios históricos, no es una anomalía, sino un recordatorio contundente de que los patrones climáticos exigen una respuesta más estratégica y menos reactiva.
Si bien México enfrenta desafíos impostergables, es imperativo comprender que la meteorología no es un asunto secundario. La inversión en esta ciencia no es un gasto, sino un pilar de la seguridad ciudadana y el desarrollo sostenible.
Un sistema que opera con profesionalismo, y una ciudadanía que le otorga el peso que merece, es la fórmula para mitigar tragedias.
El camino hacia la resiliencia es claro y es una responsabilidad compartida. Requiere, ciertamente, de la mejor tecnología para la predicción y medición. Pero, de forma crucial, exige una revolución en la comunicación del riesgo. La tecnología más avanzada es inútil si su mensaje no llega, no se comprende o no inspira acción. El gobierno debe evolucionar de los boletines herméticamente técnicos a una comunicación clara, oportuna y, sobre todo, humana. Es igualmente fundamental forjar una alianza indisoluble entre la meteorología y la hidrología, pues es el agua, en forma de inundaciones, la que suele infligir las heridas más profundas.
Detrás de cada pronóstico certero, hay equipos de profesionales dedicando incontables horas a traducir el lenguaje caótico de la atmósfera en información vital para la sociedad. Su labor es un servicio público de incalculable valor.
Por ello, los eventos recientes no deben dejar culpables, sino lecciones indelebles. Nos convocan a un nuevo pacto de confianza y acción entre las instituciones, los expertos y la ciudadanía. Es hora de mejorar, juntos.
Para que la historia, pródiga en sus lecciones sobre catástrofes, no nos encuentre como sus alumnos más distraídos, listos para repetir el curso.