01/07/2025
𝐓𝐎𝐍𝐀𝐋𝐓𝐄𝐏𝐄𝐓𝐋
✍️ Gustavo L. Solórzano
Salvador Morán Castillo, siempre nos decía que, “a la Cruz Roja se viene a dar, nunca ha recibir”. Así crecimos muchos, cooperando para las tortas y los refrescos en el Trébol y si alguna persona daba un donativo, se anotaba en el parte y se entregaba a la administración. En esas fechas, vivía Doña Lupe, la dueña de la lonchería, que después sería un restaurante y atendía siempre amable en su estanquillo, mismo que se ubicaba en el portal Morelos.
Los adultos de nuestra época, en la benemérita institución, gestionaban beneficios para las unidades de atención prehospitalaria. Algunos eran mecánicos, albañiles, fontaneros, pintores, carpinteros, etc. y aportaban su mano de obra e incluso, le ponían unos centavos cuando faltaba. Las unidades no tenían aire acondicionado, con el hecho de que sirvieran, era más que suficiente. Sueldo solamente el administrador y la secretaria, el chofer de día, el personal médico de guardia, las enfermeras y quien hacía la limpieza. Hoy la institución aun cuando tiene carencias, viven en Jauja, comparativamente hablando. Naturalmente ningún dinero ajusta cuando de ayudar se trata.
Además, bajo la coordinación del Centro Regulador de Urgencias Médicas del Estado, (CRUM) existen ambulancias, que sin ser de Cruz Roja, brindan un servicio similar. Respetuosamente y en aras de que sirva mi comentario para mejorar la atención del servicio de urgencias, diré. Hace unos días recibí un llamado telefónico de un número desconocido, cuando respondí, la voz al otro lado de la línea me hizo saber de una persona amiga mía, que había sufrido un accidente y requería mi apoyo. Cuando llegué al lugar, habrían pasado quince minutos, una patrulla con dos elementos, resguardaba a mi amiga tirada en el piso. Mientras observaba la escena, inicié el interrogatorio protocolario.
Respetuoso de la autoridad, esperé prudentemente, y hasta cierto punto tranquilo, después de haber valorado la situación y considerar que la unidad venía en camino. Finalmente, dos elementos llegaron en una ambulancia de la Secretaría de salud, me identifiqué y les solicité apoyo con un collarín mientras esperaba que bajaran la camilla. Al caer de la moto, mi amiga sintió que su cabeza y cuello habían chicoteado, respuesta normal del cuerpo en un accidente de esta naturaleza. En consecuencia, requería collarín para proteger y evitar una posible agravación o un desenlace fatal.
“Una disculpa”, dijo tímidamente el asistente de la ambulancia, “no traemos collarín ni camilla”. Un soldado en plena guerra sin fusil, es hombre mu**to. En el caso que relato, la desventaja es para la persona accidentada. Una unidad de atención prehospitalaria no puede estar así en servicio, requiere detalles mínimos, que permitan en lo posible, lograr que el afectado llegue con vida a la atención médica. Naturalmente no es responsabilidad de quienes traen la unidad, que exista el equipo necesario, ellos son mandados y cumplen órdenes.
Un atento, respetuoso y enérgico llamado, a quienes son los responsables administrativos de las unidades de atención prehospitalaria. De un servicio oportuno, y con los insumos necesarios, depende la vida de una o más personas. Puede ser un familiar de ustedes el afectado, por favor ocúpense de que estén al mil por ciento.
𝑳𝒊𝒏𝒌 𝒆𝒏 𝒍𝒐𝒔 𝒄𝒐𝒎𝒆𝒏𝒕𝒂𝒓𝒊𝒐𝒔 👇