30/08/2022
Y luego, inevitablemente, comienzas a pensar en la muerte.
No son pensamientos suicidas. Simplemente piensas en que el tiempo se ha ido. O que se está yendo. Y te preguntas en qué se te fue.
¿Cómo es que gastaste una vida?
Y ahí estás acostado, antes de dormir, pensando en el aparente tiempo perdido.
En lo que no hiciste y te hubiera gustado hacer. De lo que eras capaz de hacer, pero que el destino no te lo permitió.
Evalúas todas tus capacidades y cómo estas no fueron aprovechadas. En todo tu potencial que te hubiera permitido llevar una vida deseada.
Y te imaginas viviendo la vida que no tienes. O sea, una vida mejor. Como en la de tu amigo. Y empiezas a compararte.
Porque ves su Instagram y Facebook y sólo vive en una fiesta. Sólo son momentos divertidos. Visita lugares muy bonitos. Come platillos hermosos que lucen exquisitos...
Y te dices que él es muy afortunado. Porque es feliz o tiene una vida feliz.
En cambio, tú tienes que madrugar para ir al trabajo que tanto te estresa, que no paga lo suficiente, y que aparte te quita el tiempo para realizar eso que a ti te gustaría dedicarte...
Porque quieres viajar a lugares lejanos. Conocer otras culturas. Salir a divertirte como antes, comer deliciosas comidas y compartir todo eso en fotos y videos.
Para que todos vean que tu vida está siendo aprovechada.
Porque piensas en la muerte. En que pronto te irás y que no disfrutaste lo que te merecías. Porque crees merecerte todo.
Así que te sale una urgencia por vivir.
Pero lo que no entiendes, es que la vida perfecta no existe, y mucho menos en Facebook e Instagram.
Y que, lo más importantes, es que ya estás viviendo. Y tienes que aprovechar justamente eso.