18/07/2025
Ayer estaba pintando un mandala, y mientras pintaba se me vino a la mente un recuerdo de hace casi treinta años: estaba en el kínder y pintaba una araña según mi imaginación, trazando círculos libres. De pronto me dijeron que tenía que pintar en un solo sentido (horizontal o vertical), nada de círculos, lo pensé un momento, porque no entendía por qué no podía pintar así si el resultado era el mismo, pero hice caso. Desde ese día, cada vez que pintaba lo hacía como me dijeron, y ayer, en esa actividad que para mí se volvió una especie de meditación, me cuestioné: ¿cuántas cosas hacemos solo porque nos dijeron que así se hacían? Imagino que lo de pintar en un solo sentido era para que se viera más estético, algo que a mí no me interesaba, pero aprendí a seguir las reglas sin cuestionar.
Tal vez desde entonces ya empezaba a brotar mi espíritu rebelde (aunque muchas veces fui rebelde sin causa, pero esa es otra historia), el de no querer seguir las convenciones. Sin embargo, en aquel momento me hicieron apegarme a lo establecido.
A consecuencia de ello, me volví muy buena siguiendo reglas, sin salirme de las rayas. No está mal: me ha servido para muchas cosas en la vida, pero en otras me ha limitado. Recientemente, con mucho trabajo de autoconocimiento y la tarea de modificar mi mindset, descubrí que aunque he sido rebelde en algunas cosas, en otras he sido muy cuadrada y mi lado creativo ha permanecido muy escondido.
Así que mientras coloreaba mi mandala, me di cuenta de que tengo el poder de trazar mi propio camino y que ya no me interesa tanto pintar solo de izquierda a derecha; quiero aprender a seguir más mi intuición y explorar sin miedo, cuestionando lo aprendido y dejando que mi creatividad pueda ser cada vez más la guía.