20/10/2025
La pasada semana nos dejó Ace Frehley, y no hay palabras que alcancen para decir cuánto ha marcado profundamente la manera de entender la guitarra y el rock. Más allá del maquillaje plateado y el espectáculo, Ace era el arquitecto de un sonido: riffs que cortaban como cometas, solos con carácter propio y una actitud que olía a puro oxígeno espacial.
The Spaceman no fue solo un personaje escénico: fue la promesa de que la música podía ser mística, desbocada y, sobre todo, libre.
KISS convirtió el exceso en una forma de arte y el escenario en un idioma nuevo; Ace puso el cosmos en esa ecuación y nos enseñó que enchufar una guitarra puede ser un acto de gravedad cero. Nos deja una chispa esencial del rock, pero también una inspiración intacta para cualquiera que alguna vez soñó con subirse a un escenario y desafiar las leyes, aunque fuera solo por tres minutos y medio de solo.
Gracias, Ace: por las noches de vinilo, por los solos que aún nos ponen la piel de gallina y por recordarnos que la teatralidad también puede ser verdad. Que la órbita te trate bien, y que allí arriba las batallas de riffs sean épicas.