
01/06/2025
Anakin pudo haber tenido todo: una vida tranquila junto a Padmé, viendo crecer a Luke y Leia, rodeado del amor que tanto anhelaba. El destino le ofreció ese instante de paz, tan cercano… pero nunca supo cómo sostenerlo.
Nunca sanó la herida de haber perdido a su madre en sus brazos, ni el miedo constante de que la tragedia volviera a arrebatarle lo poco que tenía. Amó con desesperación, con una intensidad que lo consumía. Amó a Padmé no solo por quien era, sino porque temía que, sin ella, todo lo que era también se desvanecería.
Cargó con la frustración de no sentirse visto por el Consejo Jedi, de no ser escuchado, a pesar de que todos sabían quién era: el Elegido, el que traería equilibrio a la Fuerza. Pero, ¿quién sostiene al elegido cuando se siente solo? ¿Quién calma al salvador cuando el peso de su destino lo aplasta?
Anakin no cayó por ambición. Cayó porque amaba demasiado y no supo cómo soltar. Porque tenía tanto miedo de perder, que lo perdió todo tratando de retenerlo. Y ese, quizás, es el lado más trágico de su historia: que el niño esclavo que soñó con liberar a todos, terminó encadenado a su propio dolor.