27/11/2025
Mis abuelos fueron hermanos de 🩸 . Eso siempre me lo contaron como un rumor, como una historia prohibida que nadie se atrevía a confirmar, hasta que un día, siendo yo adolescente, escuché a mi mamá discutiendo con mi tío y ahí lo supe: era verdad. Ellos se enamoraron cuando vivían en un pueblito pequeño donde todo el mundo se conocía, donde no había secretos y donde cualquier chisme podía arruinar una vida entera. Mi abuelo tenía 22 años y mi abuela 19 cuando empezaron a verse a escondidas, porque sabían que lo que estaban haciendo iba a ser un escándalo enorme. Eran hermanos por su padre.
El escándalo surgió cuando un vecino los vio tomados de la mano en el camino de la iglesia y se regó la voz por todo el pueblo. Los insult”r0n, les cerraron las puertas, los curas los señalaron, la misma familia los apartó como si fueran un pecado caminando. Mi abuelo, cansado de todo eso, tomó la decisión de llevársela a la ciudad más cercana, a dos horas. Llegaron con lo que podían cargar en una maleta vieja y empezaron desde cero, sin volver a ver a nadie del pueblo.
En la ciudad, nunca se casaron formalmente, pero vivieron como marido y mujer. Él trabajó toda su vida como albañil, aprendió a levantar casas, y poco a poco construyó la suya propia en un terreno que compró con años de esfuerzo. Mi abuela se dedicó a la costura, cosía ropa para el barrio entero para ayudar a sostener la casa. Nadie que los conoció en la ciudad supo jamás que eran hermanos.
De esa relación nacieron dos hijos: mi mamá y mi tío. Mi mamá creció fuerte, trabajadora, criada a punta de disciplina. Mi tío, en cambio, fue más rebelde, siempre reclamándole a mis abuelos por haberlos traído al mundo “con pecado encima”, como él decía en sus días de rabia. Mi abuela lloraba cada vez que él decía eso, pero nunca se defendía.
El secreto se mantuvo dentro de la familia durante décadas. Mis abuelos vivieron juntos más de cincuenta años. Cuando mi abuela enf3rmó, mi abuelo fue quien la cuidó día y noche, sin despegarse un solo minuto de su cama. Ella partió primero, y él dos años después, dicen que por tristeza, porque desde que ella no estaba dejó de caminar, dejó de comer y dejó de hablar de futuro.
Lo curioso es que todos nosotros —los hijos de mi mamá y de mi tío, los nietos, los bisnietos— salimos completamente sanos. Ninguno heredó complicaciones ni enferm3dad3s raras. Nuestra familia ha sido fuerte, trabajadora, con vidas relativamente normales. A veces mi mamá decía que era como si Dios hubiera querido corregir lo que ellos hicieron, pero sin castigarnos a nosotros.
Yo tengo 65 años y hoy puedo contar esta historia sin miedo porque ya todos los involucrados partieron con Dios. Y porque crecí entendiendo que, aunque fue un amor prohibido, ellos se amaron de verdad, y esa fue la verdad que marcó el origen de nuestra familia. Un origen que casi nadie se imagina cuando nos ve.