Confesiones Anonimas 24 horas #2

Confesiones Anonimas 24 horas #2 Cuenta principal 🥰🥰🥰🥰

30/09/2025

No quería escribir mi historia, pero me siento desesperada. Cuando entré a trabajar conocí a un hombre súper educado y atento conmigo. Según él, su expareja —con la que había convivido 10 años— lo había traicionado. Al principio no le creía, pero después de un año de su separación me fui a vivir con él. Mi hija de 5 años no lo aceptaba, aunque luego él se la fue ganando.

Después de 2 años de relación resulté 🤰🏻, algo que me sorprendió porque tengo ov@rios pol!quíst!cos. Mi pareja me decía que dejara el trabajo, que él me iba a mantener, pero yo no quería porque no deseaba repetir lo que me pasó en mi 🤰🏻 anterior. Me aseguró que todo iba a salir bien, que nada malo iba a pasar. Lo pensé dos meses y finalmente renuncié. A los días de haber renunciado, él cambió totalmente: su mirada era pesada, su actitud conmigo cambió. Él tiene 2 hijos de su anterior matrimonio y un día, cuando regresó de llevarles la pensión, le vi la espalda arañada; me dijo que no era nada. Me escondía cuánto ganaba, decía que su celular era privado, chateaba con mujeres en TikTok y seguía a muchas. Un día le encontré fotos de mi hermana con su vestido de 15 años. Le pregunté por qué las tenía y no me supo responder. Él tiene 36 años y yo 34.

Llegaba a casa después del trabajo de mal humor, y yo le tenía la casa limpia, la ropa y la comida caliente, hasta la ropa lista para que se cambiara. La casa es mía. Cansada de todo eso, le dije que cada quien por su lado, pero yo no quería estar lejos de él. En la madrugada, cuando la nena lloraba, él decía gros3rí@s y se despertaba súper molesto. Recuerdo que estando 🤰🏻 me dijo que hacía las cosas fingidas y que estaba conmigo solo por la nena.

Él se fue de la casa porque yo le pedí que se fuera. Después le pedí que regresara, pero ya no quiso. Me dijo que solo quería llegar una vez a la semana para tener int!m!d”d, así de claro. No acepté. Me vine a casa de mi mamá con mis hijas porque no quería estar en mi casa. Tenía un pequeño negocio, pero iba a pique. Lloro todos los días. Cansada de todo, le propuse que se viniera a la casa de mi mamá —con el permiso de ella— mientras pasaban los dos meses que faltan de colegiatura de mi hija y luego en diciembre irnos a vivir a su casa. Me dijo rotundamente que NO. Dejé mi casa. Su ex me dijo que yo era su último “cacho”, que él era bueno para engañar.

No sé qué hacer. Me encuentro en un callejón sin salida. Ya me cansé de insistirle. Lo peor es que es feo y aun así se ha crecido. No sé qué hacer con mi vida. Tengo dos hijas y quiero sacarlas adelante.

21/09/2025

Yo tenía 19 años cuando mi papá ⚰️. La casa se llenó de gente, de llantos, de sillas plásticas y veladoras. Mi mamá se mantuvo fuerte todo el tiempo, o al menos eso creímos. No derramó ni una lágrima durante el velorio. Mientras yo intentaba consolar a mi hermana menor y revisar los trámites del entierro, ella solo se sentaba en un rincón, sin hablar mucho con nadie. Me pareció raro, pero lo justifiqué con el dolor. El día del entierro, cuando regresamos del cementerio, vi a un hombre esperándola frente a la casa. Ella bajó del carro, fue directo a él y lo abrazó. No fue un abrazo cualquiera. Fue largo. Fue de esos que uno da cuando extraña con el alma.

Esa noche me senté con mi tía a repasar lo que había visto. Le pregunté si conocía al hombre. Me dijo que sí, que era un viejo amigo de juventud de mi mamá, que alguna vez fue su novio antes de conocer a mi papá. Me dijo también que él siempre estuvo presente, en las sombras. Que cuando nosotros éramos pequeños, ese hombre llamaba de vez en cuando, y que alguna vez mi papá se enteró de esa “amistad” y hubo una discusión. Yo no recordaba nada de eso. Solo sabía que mi papá era un buen hombre, que adoraba a mi mamá, y que jamás la hubiera traicionado. Me quedé con esa sensación amarga en el estómago toda la noche.

Dos semanas después, mientras organizábamos las cosas de mi papá, vi un cuaderno dentro de un cajón de su ropa. Era un diario. No tenía fechas exactas, pero sí muchas palabras llenas de rabia y tristeza. Él sabía. Sabía que mi mamá seguía con alguien, que sentía que ya no era suficiente para ella. En una de las hojas escribió: “Estoy criando hijos en una casa donde ya no soy el hombre que ella ama.” Sentí que me faltaba el aire. Cerré el cuaderno y no dije nada. Lo guardé otra vez, como si nunca lo hubiera visto.

Mi mamá no tardó en reencontrarse oficialmente con ese hombre. Un mes después, ya lo había invitado a cenar a la casa. No a escondidas. A la casa de mi papá. Mi hermana y yo nos mirábamos sin entender cómo estaba ocurriendo todo tan rápido. Él llegó con un perfume demasiado fuerte, una sonrisa de más, como si nada. Y mi mamá… actuaba como una adolescente. Le servía la comida con cuidado, se reía de cada cosa que decía. Yo no comí esa noche. Me subí a mi cuarto, y cerré la puerta. A los pocos días, ella me sentó y me dijo: “Tú no sabes lo sola que me sentí tantos años.” No le respondí. Solo pensé en mi papá.

Hoy, casi dos años después, ella sigue con él. Se fueron a vivir juntos. Mi hermana no le habla. Yo la trato por compromiso, pero no hay respeto.

21/09/2025

Nunca sentí que mi casa fuera un refugio. Desde niña, crecí viendo cómo mi papá le 🤛🏻 a mi mamá por todo. Ella, resignada, decía que era mejor soportar por los hijos. Mi hermano mayor se fue apenas pudo, y yo me quedé sola con ellos. A los 17, empecé a salir con un hombre 15 años mayor que yo. No lo amaba, pero me ofrecía algo que en mi casa no tenía: silencio, respeto, tranquilidad. Cuando me propuso vivir juntos, acepté sin pensarlo mucho.

Al principio, fue difícil. Él tenía sus manías, yo las mías, y a veces me preguntaba si había hecho bien en irme tan joven. Pero luego comparaba mi nueva vida con la anterior, y me convencía de que no estaba tan mal. Me trataba con cariño, nunca alzaba la voz, y hasta me preparaba café en las mañanas. Yo no sabía lo que era eso. En casa, los desayunos eran puro reclamo. Con él, podía estar en pijama todo el día sin sentirme juzgada.

Después de un año juntos, quedé embarazada. Él estaba feliz. Yo… confundida. Tenía apenas 19 años, no había terminado el colegio, no tenía un rumbo claro. Pero al ver su emoción, decidí seguir adelante. A los ocho meses, nos casamos por lo civil. Fue una ceremonia sencilla, solo con unos cuantos amigos suyos y mi tía, que fue la única de mi familia que me apoyó. Nadie más fue. Mi mamá dijo que no podía dejar la casa sola y mi papá ni respondió.

Nuestra hija nació una madrugada lluviosa. Él lloró cuando la tuvo en brazos. Desde entonces, he vivido una calma que desconozco si es felicidad o simplemente estabilidad. Él trabaja, llega temprano, me ayuda con la niña, no tiene vic!0s, no sale con “amigos”, y siempre me pregunta si necesito algo. Yo no puedo decir que lo amo… no de la forma en que se ve en novelas. Pero tampoco puedo negar que hasta ahora, no me ha fallado.

A veces me pregunto si tomé el camino correcto. Si debí esperar, conocer a alguien con quien realmente sintiera mariposas. Pero cuando veo a mi hija dormir tranquila, sin gritos en la casa, sin miedo, pienso que tal vez esta vida, aunque no era la que soñé, es la que necesitaba.

14/09/2025

Me enteré de que mi esposa me engañaba con un hombre que vivía a solo cinco cuadras de mi casa. Era un albañil que alquilaba una pieza con baño compartido, un lugar que apenas servía para dormir, y sin embargo ella prefería ir allá que estar conmigo. No teníamos hijos, no había nada que nos amarrara más allá del amor que yo juraba que existía, y eso lo hizo aún más humill@nte.

El día que confirmé la traición fue un viernes. Yo regresé antes de la oficina porque se había cancelado una reunión y la vi de lejos doblando hacia esa calle. La seguí y la vi entrar por esa puerta verde despintada. No hubo dudas: la mujer con la que había compartido cuatro años de mi vida estaba enredada con un hombre que ni siquiera podía ofrecerle más que una pieza con un colchón en el suelo.

No armé escándalo. Me devolví a la casa, con la rabia hirviendo y las manos temblando. Llegué, abrí el clóset, saqué una maleta y empecé a empacar lo mío: ropa, zapatos, mis documentos, lo justo y necesario. Ella llegó dos horas después, oliendo a perfume barato mezclado con sudor. Se encontró la maleta lista en la sala y me preguntó qué pasaba.

Ahí no me contuve. Le dije directo: “Ya sé lo tuyo con el albañil. Ya sé dónde pasas las tardes mientras yo trabajo. No necesito que me expliques nada, porque lo vi con mis propios ojos”. Ella intentó negarlo, luego se quedó callada, bajó la cabeza y no dijo ni una sola palabra.

Y me fui. Desde ese día no volví a saber de ella, todo por medio de mi abogada . No sé si sigue con él o si ya lo dejó, pero lo cierto es que destrozó lo poco que teníamos por una aventura con un hombre que apenas y se podía mantener.

07/09/2025

Nunca pensé que mi propia mamá me dem@ndaría por alimentos.”ñ

Tengo 34 años y todavía no termino de asimilar lo que estoy viviendo. Actualmente estoy enfrentando un proceso porque mi mamá me dem@ndó por alimentos. Mi infancia con ella nunca fue fácil. Recuerdo que era una mujer distante, que apenas estaba en la casa, y que siempre decía que tenerme había sido un error. Nunca fue de dar cariño ni de preocuparse por mis estudios.

Cuando yo tenía 16 años, tomó una decisión que me marcó para siempre: se fue de la ciudad sin despedirse. Supimos después que se había ido con un hombre y nunca más regresó. Desde ese día, quedé a cargo de mi abuela paterna, que con sus pocos recursos trató de darme lo mejor. Gracias a ella no dejé el colegio, aunque tuve que trabajar en lo que fuera para ayudar con los gastos. Mientras mis amigas salían a divertirse, yo limpiaba casas o ayudaba en tiendas para poder aportar.

En esos años descubrí que me gustaba todo lo relacionado con la belleza. Con mucho esfuerzo logré inscribirme en un curso de cosmetología. Mi abuela me apoyaba con lo poco que tenía y yo completaba con lo que ganaba. Terminé mis estudios, y con ahorros y préstamos de bancos logré abrir un pequeño spa. Ese lugar se convirtió en mi orgullo, en el fruto de todo lo que había sufrido y trabajado.

Hace un año, cuando ya tenía un negocio estable y lograba sostenerme con dignidad, apareció mi mamá después de casi dos décadas. No vino a pedirme perdón ni a buscar una reconciliación sincera. Lo primero que me dijo fue que estaba enf€rma, que no tenía dinero y que yo debía responder por ella porque “soy su hija”. Yo me quedé helada. La escuché, pero dentro de mí solo sentía rabia. Pensé que era una conversación pasajera, que no iba a llegar más allá.

La sorpresa fue cuando, a los pocos meses, recibí la notificación de que me había dem@ndado por alimentos. Según ella, está en su derecho porque soy su hija y debo ayudarla. Lo que no dice en el juzgado es que fue ella quien me abandonó, que nunca estuvo en mis momentos importantes, que nunca invirtió un solo peso en mi educación ni en mi vida.

Hoy estoy cansada. No niego que me da impotencia ver cómo la ley parece darle más valor al simple hecho de que me dio la vida que a los años de abandono. No sé cómo termine todo esto, y la verdad tengo miedo.

07/09/2025

Tengo 40 años y dos hijos: un niño de 14 y una joven de 20 años. Mi esposo me abandonó cuando ellos eran muy pequeños y siempre los saqué adelante sola, como pude, arañando el pequeño sueldo que he tenido, luchando y sufriendo como nos pasa a muchas madres solteras. Nunca quise ponerles padrastro, porque por tantos casos que se han visto preferí proteger su integridad y esforzarme yo misma.

Una compañera de trabajo se dio cuenta de mi situación y me convenció de entrar en un negocio que resultó ser algo falso. Yo accedí pensando en darles una vida mejor a mis hijos, pero quedé sin nada, end€udad@. He pasado momentos que nadie se imagina. Hasta mis propios hijos me dieron la espalda: se fueron con una tía porque ella los convenció de que yo “gastaba en hombres” y por eso estaba así.

Aunque a veces pienso que quizá fue mejor, porque hay días en que yo no como y al menos me da tranquilidad que ellos sí lo hagan, me duele mucho estar sola en esta situación tan difícil. No tengo a nadie, permanezco encerrada, sin esperanzas.

05/09/2025

Hace 12 años tomé la decisión de irme a otro país a trabajar porque en mi ciudad no encontraba un empleo que me diera estabilidad. Mis papás habían fall€cid0 hacía poco y mis hermanos y yo habíamos quedado como dueños de la casa familiar. Antes de irme, hablamos de mantenerla, de arreglarla entre todos, porque era el único patrimonio que teníamos. Yo, confiado en que ellos harían las cosas bien, empecé a enviar din€ro cada mes para que se fueran haciendo mejoras. Pedí que pintaran, que arreglaran el techo, que cambiaran las ventanas y hasta para un pequeño local en el garaje.

Al principio me mandaban fotos de los arreglos, y yo feliz porque sentía que estaba invirtiendo en algo que nos iba a quedar a todos. Incluso dejé de ahorrar para mí, con tal de mandarles lo suficiente para que la casa se mantuviera bien. Mis hermanos me agradecían y yo sentía que estábamos unidos, aunque estuviera lejos. Pero con el tiempo dejaron de mandarme fotos, y cada vez que preguntaba me decían que todo estaba bien, que no me preocupara, que trabajara tranquilo.

El año pasado decidí regresar porque ya había juntado un poco y quería estar cerca de mi familia. La sorpresa me la llevé apenas llegué: la casa ya no existía. En el terreno había una construcción nueva que no tenía nada que ver con lo que yo conocía. Fui directo a preguntarles y ahí fue cuando me dijeron, sin rodeos, que habían vendido la casa. Según ellos, fue porque necesitaban plata y porque yo nunca estaba. Me quedé helado, porque además me enteré de que el din3ro que yo mandaba ya no lo usaron para lo que me decían.

Lo peor fue cuando pedí mi parte de la venta. Me respondieron que yo no tenía derecho a nada porque nunca firmé nada y que como estaba en otro país, “no me tocaba opinar”. Imagínense, yo que había mandado durante años para mantener esa casa, me quedé sin nada.

05/09/2025

Cuando mis hijos eran pequeños, su mamá tomó la decisión de dejar la casa. Decía que no soportaba la rutina, que necesitaba “libertad”, y se fue con un grupo de personas que se dedicaban a trabajar en los semáforos, haciendo malabares, vendiendo dulces o limpiando vidrios, viajando de ciudad en ciudad. Yo pensé que sería algo momentáneo, que regresaría después de unas semanas, pero no volvió.

Me quedé solo con dos niños pequeños. Ellos preguntaban por su mamá y yo no sabía qué responder. Al principio trataba de inventarles excusas, decía que ella estaba trabajando y que pronto volvería, pero pasaban los meses y lo único que llegaba eran noticias de que la habían visto en tal ciudad, luego en otra, viviendo de lo que hacía en los semáforos. Nunca mandó un peso, nunca llamó para saber si sus hijos comían o estudiaban.

Yo, en cambio, tuve que aprender a hacer de todo: levantarme más temprano, peinar a mi hija para el colegio, prepararles el desayuno, llevarlos a tiempo, correr al trabajo y en las noches revisar tareas. Hubo días en que no me alcanzaba el din€ro, y aun así nunca dejé que les faltara un plato de comida. Los vecinos muchas veces me ayudaron, incluso con ropa usada o cuidando a los niños cuando yo tenía turnos dobles.

Lo más duro fue cuando uno de ellos enf€rmó y terminé toda la noche en el hospital solo. Ahí entendí que de verdad la mamá había elegido otra vida y que me tocaba a mí asumirlo todo. Mis hijos crecieron conmigo, los vi graduarse de primaria, después de bachillerato, siempre tratando de que no sintieran la ausencia de ella.

Actualmente tengo 41 años, sigo trabajando en lo que puedo, y aunque no tengo lujos, en mi casa nunca falta comida ni techo. Mis hijos estudian y trabajan, además ayudan en lo que pueden, y hemos hecho un equipo fuerte entre los tres. Yo no volví a rehacer mi vida con otra pareja porque decidí enfocarme en ellos. Hoy mi mayor orgullo es que, a pesar de haber sido padre y madre solo, los he sacado adelante.

05/09/2025

Mi marido me dejó para irse con mi propia hermana, que vive a dos cuadras de mi casa.

Vivimos juntos durante cinco años. No tuvimos hijos, pero adoptamos un perro que era como nuestro hijo. Teníamos rutinas: él sacaba al perro en las mañanas, yo lo sacaba en las noches, los fines de semana íbamos a la plaza de mercado y en las noches veíamos series. Compartíamos gastos, teníamos planes de comprar un lote, y la familia ya nos veía como un matrimonio, aunque nunca llegamos a casarnos. Yo pensaba que estábamos construyendo algo sólido.

Mi hermana mayor vivía a solo dos cuadras. Era viuda, con tres hijos, y aunque ella siempre decía que estaba cansada de la vida que le tocó, nunca me imaginé que pondría los ojos en mi pareja. Ella es diez años mayor que yo y en varias reuniones familiares le hacía comentarios en tono de chiste, como que mi marido era muy trabajador o que le gustaba cómo él conversaba. Yo lo tomaba como bromas pesadas, hasta que todo se volvió realidad.

Una noche, él no regresó a dormir. Al día siguiente me dijo que se había quedado trabajando hasta tarde y que luego se quedó en la casa de un amigo. Pero al poco tiempo empecé a notar cambios: llegaba con olores distintos, se ponía ropa que casi no usaba. Lo más duro fue cuando un vecino me dijo sin rodeos: “Su marido ahora se queda en la casa de su hermana”. Me quedé helada.

Lo enfrenté, y me lo confirmó. Me dijo que estaba enamorado de mi hermana, que con ella sentía tranquilidad. No hubo excusas, simplemente decidió mudarse a su casa. Desde entonces, vivo con la humill@ción de verlos juntos a dos cuadras de la mía. Cuando s**o a mi perro a caminar, los he visto entrar al supermercado juntos, los he visto en la moto, he escuchado a los vecinos murmurar.

Hoy sigo en la misma casa donde compartimos tantos planes. Cada rincón me recuerda la traición: la cama que compramos juntos, el patio donde jugábamos con el perro. Estoy esperando cumplir el contrato de arrendamiento para poder irme.

05/09/2025

Todos creen que mi vida es fácil porque mi papá es dueño de varios supermercados en la ciudad, pero en realidad no lo es.

Tengo 19 años y la gente me señala como “la niña rica” porque mi papá tiene din3ro, propiedades y carros. Dicen que no me falta nada y que mi vida es perfecta. Lo que no saben es que desde niña mi papá me convirtió más en un “proyecto” que en una hija. Nunca tuve libertad. Estudié en colegios privados, sí, pero bajo la presión de que debía ser la mejor en todo, porque él no podía permitir que “la hija del dueño” quedara en vergüenza. Desde los 12 años tenía horarios marcados, no podía salir con mis compañeras, y si quería algo tan simple como un helado en la esquina, tenía que ir acompañada de un chofer o de alguien de confianza por seguridad.

La gente cree que tener plata significa ser feliz, pero yo viví con miedo. Miedo de que alguien se me acercara solo por interés, miedo de que me s€(u€str@ran porque desde niña mi papá repetía que “teníamos que cuidarnos de todo el mundo”. Yo no podía subir una foto sin que él la revisara, ni tener amigos hombres porque enseguida me interrogaba como si estuviera haciendo algo indebido. Muchas veces lloré porque en el colegio mis amigas me dejaban de invitar, decían que era “aburrida” porque nunca podía quedarme en pijamadas o salir después de clases.

A los 15 años, mientras mis compañeras celebraban sus quince con vestidos y fiestas, yo no tuve nada de eso. Mi papá dijo que era peligroso, que la gente hablaría mal y que no quería que “mostráramos debilidad”. En lugar de eso, me llevó a un viaje con la familia, pero para mí fue como una jaula de lujo: no podía salir sola, no podía conocer gente, no podía hacer nada diferente. Y aunque viajábamos mucho, siempre me sentí atrapada en la misma rutina de control.

Hoy, con 19 años, sigo sin poder caminar tranquila por un centro comercial sin que alguien me mire raro o me digan “esa es la hija del señor de los supermercados”. He intentado trabajar por mi cuenta, estudiar en la universidad, pero él insiste en decidir mi carrera, en revisar mis horarios, en aprobar a quién saludo y a quién no. Me repite que la gente me envidia, que tengo que mantener distancia, pero yo solo siento que estoy sola, que nadie me conoce por lo que soy, sino por lo que él tiene.

Por eso digo que mi vida no ha sido fácil. Quizás nunca pasé hambre, ni necesidades económicas, pero crecí con otras carencias: sin libertad, sin amistades reales, sin poder elegir qué hacer con mi vida. Y a veces, cuando estoy sola, me pregunto si algún día podré ser yo misma, y no solo “la hija del dueño”.

05/09/2025

Tengo 41 años y estoy enamorado de una joven de 20 que también me corresponde, pero su familia se opone.

La conocí hace un año en el trabajo. Ella entró como practicante y yo llevaba tiempo trabajando ahí. Al principio era pura amistad, pero con el paso de los meses nos fuimos acercando. Salíamos a almorzar juntos, luego a tomar café después del trabajo, hasta que un día me confesó que sentía algo por mí. Yo no lo podía creer, porque ella es 21 años menor, pero también me gustaba. Empezamos a salir en secreto, conociéndonos, y aunque yo soy separado y tengo dos hijas adolescentes, ella aceptó mi situación.

El problema vino cuando su familia se enteró. Su mamá fue la primera en enfrentarla, diciéndole que yo podría ser su papá y que ella estaba cometiendo un error. Su papá incluso llegó a buscarme al trabajo para advertirme que la dejara tranquila. Desde entonces, cada vez que salimos, ella tiene que inventar excusas, porque si dice que va conmigo, en la casa le arman un escándalo. Ella me asegura que me ama y que no le importa la diferencia de edad, pero la presión de la familia es muy fuerte.

Yo, por mi parte, también cargo con lo mío. Mis hijas saben de la relación y no les gusta. Dicen que estoy haciendo el ridículo. Mis amigos opinan lo mismo: que tarde o temprano ella va a querer alguien más joven, que yo solo me estoy ilusionando. Pero cuando estoy con ella, siento paz, siento ilusión, y no es un capricho. Hemos hecho planes juntos, hablamos de mudarnos a otro lugar donde nadie nos critique, pero todavía es solo un sueño.

No sé qué hacer. Estoy entre seguir adelante, luchar por lo que siento, o detener todo para no causarle más problemas a ella y a mis hijas. Sé que la diferencia de edad pesa, sé que la gente habla, pero también sé que lo que sentimos es real. Y entonces me pregunto: ¿debo desistir, o debo intentarlo hasta el final? Porque el amor, al final, es amor.

01/09/2025

Ayer a la noche se juntaban todos por el día del amigo, mi novio lo pasaba con sus amigos, y mis amigas (las de siempre, las del cole, con las que de cog3r no se habla jaja) se juntaban a cenar en una casa ¡y después nada!, un embole para mí, yo quería divertirme, les dije que me perdonaran pero ya había arreglado con las de la facultad (mentira jaja)

Yo quería divertirme jaja, entonces arregle con:

Ana; la compañera de la facultad (es con la primera mujer que me acost3, hicimos también un trii0 con mi novio).

Belu: es amiga de trampas jaja (con ella fui a la despedida de solteros, me enfiesto con amigos y algunas cositas más).

Y también iba Flor una amiga de Ana que yo no conocía.

La cosa es que quedamos en juntarnos en lo de Ana, comer algo y salir, ahhh, también quedamos en ir vestidas atorrantitas jaja

Me pongo una mini, cortita, botitas una blusa, un saquito de lana, la voy a buscar a Belu, también estaba con una pollerita recorta, se sube al auto, y me saluda con un 💋 ¡en la boca!, y me dice ¡que linda que estas! No sé, me quede helada, está bien con ella me acost3, ¡pero que me salude así!, no sé, me hizo pensar.

Llegamos a lo de Ana, parecíamos 4 trolas, jaja estábamos casi en bolas con polleras recortitas, pedimos shushi, tomamos shampu, pero notaba que Belu me miraba de otra manera, no sé cómo explicarlo, estaba atenta a mi todo el tiempo, no perdía oportunidad de acarici@rme cuando podía, yo la estaba viendo de otra manera también y las chicas se dieron cuenta porque nos jodían.

Bueno tomamos bastante, terminamos de comer y empezamos a jodeer entre nosotras, a ver qué hacíamos y todo eso, y Flor dice en joda que vayamos a un boliche, nos subimos en la barra y hacemos un Streeep, jaja, nos reíamos y Flor, lo empieza hacer.

Ponemos música acorde y flor bailando se empieza a sacarr la ropa, la sigue Belu, Ana y yo, obvio que también empezamos a los 💋 primero en joda, después en serio, Belu me empezó a 💋 a mí, primero despacio, pero después apasiionadamente, nos beesamos apasionadamente, sentía que eran más que cariciias lo que me hacía era como que me sentía, cuando me tocaba la col@, ¡la sentía viibrar!

Terminamos haciendo lo que ninguna había hecho, las cuatr0 en la cama, si las cuatro cogii4ndo, chup@ndon0s las conchiis las t3tas, poniéndonos los deedos, jugando con cons0lad0res, acabamos varias veces, era un descontrol de piiernas, todas nos bes@bamos a todas.

Y así nos fuimos quedando, hasta que la cosa se fue enfriando, y nos fuimos vistiiendo. Flor se quedaba a dormir en lo de Ana y yo me fui con Belu para llevarla a su casa.

Cuando llegamos a lo de Belu, me dice que no sabe qué, pero que algo le pasaba conmigo, que nunca le había pasado algo así, que hacía tiempo tenía ganass de sentiirme, y me parte la b0ca, y me dice si no quería subir a su casa un rato. Era tarde ya, pero no me importaba nada, le dije que sí y le mande un whatsapp a mama diciéndole que me quedaba a dormir en la casa de una compañera de la facultad, la verdad es que si mi noviio se enteraba de algo tampoco me importaba solo quería estar con ella, no sé porque, pero quería estar sola con ella.

Entramos al departamento, nos empezamos a b3sar de nuevo hasta quedar otra vez las dos d3snud@s, nos fuimos a su camaa y no es que nos bes@bamos, creo que nos amábamos de la manera que nos toc@bamos, y terminamos bañánd0nos juntas, que plac3r, las dos enjabonaadas, que suave su piel, yo me agache, abrí sus piiernas y le b3se tanto su conchii hasta que le hice acabar otra vez.

Nos acost@mos y nos quedamos dormiidas, las dos d3snudiitas, me levante al mediodía y vine a casa.

No sé, que cosa loca, no soy lesbiiana, pero tengo ganas de estar con ella de nuevo.

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