
04/04/2025
La Partitocracia Mafiosa a la Italiana en México: Un Reportaje de Periodismo Forense
Por José Luis Hernández Salas
Introducción: El eco del Maxiproceso de Palermo en tierras mexicanas
En la década de 1980, Italia enfrentó un punto de inflexión en su lucha contra el crimen organizado con el Maxiproceso de Palermo, liderado por los magistrados Giovanni Falcone y Paolo Borsellino.
Este juicio histórico no solo desmanteló estructuras de la Cosa Nostra siciliana, sino que expuso una red de complicidades entre la mafia y el sistema político, un fenómeno que los expertos han denominado "partitocracia mafiosa".
A más de 30 años de aquellos eventos y a miles de kilómetros de distancia, México parece reflejar un espejo inquietante de ese modelo: un sistema donde el poder político y el crimen organizado se entrelazan en una danza de impunidad, violencia y corrupción.
Este reportaje, desde la perspectiva del periodismo forense, analiza cómo los mismos ingredientes que propiciaron la partitocracia mafiosa en Italia han encontrado terreno fértil en México, según las lecciones del Maxiproceso y las voces de expertos en mafia italiana.
El sistema que lo propicia: Una autopsia del poder
El Maxiproceso de Palermo, iniciado en 1986, fue un esfuerzo titánico para llevar ante la justicia a 475 mafiosos, logrando condenas significativas gracias a las confesiones de arrepentidos como Tommaso Buscetta.
Sin embargo, lo que Falcone y Borsellino descubrieron trascendió el crimen organizado: una alianza subterránea entre la mafia y sectores del Estado italiano, particularmente políticos de la Democracia Cristiana, que garantizaba protección a cambio de votos, favores y dinero.
Esta "partitocracia mafiosa" no era solo un pacto de conveniencia, sino un sistema estructural donde el poder político se sostenía sobre la criminalidad.
En México, el sistema político ha mostrado paralelismos alarmantes.
La alternancia democrática iniciada en 2000 prometió romper con las viejas prácticas del PRI, pero expertos como Antonio Nicaso, historiador de la mafia italiana, señalan que el cambio de siglas no alteró las dinámicas de fondo.
"En Italia, la mafia no necesitaba controlar el gobierno directamente; le bastaba con infiltrar a los partidos y corromper a sus líderes.
En México, vemos algo similar: el crimen organizado no busca gobernar, sino coexistir con el poder político", afirma Nicaso.
Desde el "Maximato" de Plutarco Elías Calles hasta los pactos modernos con cárteles, el sistema mexicano ha permitido que la corrupción y la violencia se institucionalicen, alimentando una partitocracia mafiosa a la mexicana.
Factores estructurales: Los pilares de la impunidad
El análisis forense del Maxiproceso revela cuatro factores clave que sustentaron la alianza mafia-Estado en Italia: crimen organizado poderoso, impunidad rampante, corrupción sistémica y desigualdad social. México los replica con precisión quirúrgica.
Crimen organizado: En Italia, la Cosa Nostra controlaba el tráfico de he***na y extorsionaba a empresarios bajo la mirada pasiva de las autoridades.
En México, los cárteles como el de Sinaloa o los Zetas han diversificado sus operaciones: narcotráfico, secuestro, extorsión y hasta explotación de recursos naturales.
Según el INEGI, los 15,243 homicidios registrados de enero a junio de 2024 son solo la punta del iceberg de su influencia.
Impunidad: En Sicilia, más del 90% de los crímenes mafiosos quedaban sin resolver, un eco que resuena en México, donde la "cifra negra" de homicidios sin esclarecer supera el 90%, según estimaciones oficiales.
La falta de justicia, como señaló Falcone, es el oxígeno de la mafia; en México, este oxígeno abunda.
Corrupción: La figura de Salvatore Lima, político italiano asesinado en 1992 por no cumplir con la Cosa Nostra, tiene su equivalente en los innumerables casos de funcionarios mexicanos ligados al narco.
Desde el escándalo de Genaro García Luna, exsecretario de Seguridad Pública condenado en Estados Unidos por nexos con el Cártel de Sinaloa, hasta gobernadores señalados por lavado de dinero, la corrupción permea todos los niveles.
Desigualdad social: La pobreza y la marginación, que en Sicilia alimentaron el reclutamiento mafioso, son también el caldo de cultivo en México. Comunidades enteras, abandonadas por el Estado, ven en los cárteles una fuente de empleo y protección, perpetuando el ciclo de violencia.
El diagnóstico del Maxiproceso: Lecciones no aprendidas
Falcone y Borsellino entendieron que combatir la mafia requería atacar sus vínculos con el poder político. En Italia, el as*****to de ambos en 1992 desató una reacción pública que forzó al Estado a actuar, arrestando a líderes como Salvatore "Totò" Riina.
Sin embargo, la "negociación" entre sectores del gobierno y la mafia, revelada años después, mostró que el sistema estaba dispuesto a ceder para sobrevivir.
En México, esta lección parece ignorada. "El Estado mexicano no ha querido o no ha podido cortar las arterias que conectan al crimen con la política", sostiene Federico Varese, criminólogo de la Universidad de Oxford y experto en mafias globales.
"Es una partitocracia mafiosa porque los partidos, sin importar su ideología, han aprendido a convivir con los cárteles".
Un ejemplo reciente es el caso de las elecciones de 2021, donde la violencia electoral dejó decenas de candidatos asesinados, muchos presuntamente por órdenes de grupos criminales que buscaban imponer a sus favoritos.
Esta injerencia recuerda las tácticas de la Cosa Nostra para controlar alcaldías en Sicilia, pero en México opera a una escala aún mayor, con gobernadores y legisladores bajo sospecha de pactos oscuros.
Las voces silenciadas: Periodistas y activistas como Falcone y Borsellino
En Italia, los jueces pagaron con su vida el desafío al sistema. En México, el paralelo recae en periodistas y activistas. Desde 2000, más de 150 periodistas han sido asesinados, muchos por investigar nexos entre autoridades y narco.
Miroslava Breach, asesinada en 2017 tras revelar vínculos entre políticos de Chihuahua y el crimen organizado, es un caso emblemático. "Son los Falcone y Borsellino de México, pero sin el respaldo institucional que ellos tuvieron, por mínimo que fuera", dice Varese. La impunidad en estos crímenes refuerza la tesis de un sistema que protege a los suyos.
Conclusión: ¿Hacia un Maxiproceso mexicano?
El Maxiproceso de Palermo demostró que el crimen organizado puede ser enfrentado, pero solo si el Estado está dispuesto a purgarse a sí mismo.
En México, la ausencia de una voluntad política clara y la profundidad de la corrupción sugieren que un esfuerzo similar enfrenta obstáculos colosales.
"Para que México tenga su propio Maxiproceso, necesitaría jueces valientes, una sociedad movilizada y, sobre todo, un sistema que deje de ser cómplice", concluye Nicaso.
La partitocracia mafiosa a la italiana no es una importación directa, sino una evolución local de un modelo universal: el poder que se alía con el crimen para perpetuarse.
Mientras el sistema mexicano siga propiciando esta simbiosis, las más de 200,000 víctimas del sexenio pasado serán solo el preludio de una tragedia sin fin. Falcone dijo una vez que "la mafia es un fenómeno humano y, como tal, tiene un principio y tendrá un fin".
En México, ese fin parece lejano, pero su diagnóstico sigue siendo una guía para entender —y tal vez algún día desmantelar— el monstruo que habita en las entrañas del poder.
Este reportaje, inspirado en el rigor del periodismo forense y las lecciones del Maxiproceso, busca diseccionar las entrañas de un sistema que, como en Italia hace décadas, se niega a extirpar su propio cáncer.