28/07/2025
Había algo en la manera en que Richard Wright tocaba el teclado que no se podía explicar con técnica. Su forma de construir atmósferas, de dibujar paisajes sonoros sin palabras, convirtió a Pink Floyd en mucho más que una banda de rock: la volvió una experiencia. Nació el 28 de julio de 1943 en Hatch End, Middlesex, Inglaterra, y aunque rara vez fue el centro del escenario, su influencia sobre la arquitectura emocional del grupo fue tan profunda como silenciosa. 🌫️
Wright estudió arquitectura en la Regent Street Polytechnic, donde conoció a Roger Waters y Nick Mason. El grupo inicial —llamado Sigma 6— evolucionaría con los años hasta convertirse en Pink Floyd, primero con Syd Barrett al frente y más tarde con David Gilmour. Mientras otros se ocupaban de la lírica o la imagen, Wright aportaba el aire: sintetizadores flotantes, acordes suspendidos, progresiones que no guiaban, sino que sugerían el camino de cada tema.
En The Dark Side of the Moon (1973), su rol fue central. Desde la apertura con “Breathe” hasta el minimalismo emocional de “Us and Them”, su estilo definía el tono. No era un virtuoso técnico, pero tenía un oído privilegiado para la textura y la emoción. Su voz, suave y distante, también dejó marca en temas como “Time” o “Echoes”. Era el equilibrio perfecto entre la tensión de Waters y la melodía de Gilmour. 🎹
Sin embargo, el ascenso creativo de Waters durante The Wall (1979) dejó poco espacio para Wright, quien fue presionado a abandonar la banda durante las grabaciones. Aunque siguió tocando como músico contratado en la gira, fue una fractura que dejó cicatrices. En los años siguientes, lanzó dos álbumes solistas: Wet Dream (1978) y Broken China (1996), ambos discretos pero íntimos, marcados por una sensibilidad introspectiva que parecía incompatible con el protagonismo.
Cuando Waters dejó Pink Floyd en 1985, Wright regresó. Su presencia en The Division Bell (1994) fue más libre, más reflexiva. No tenía nada que probar. Su relación con Gilmour se había fortalecido, y juntos exploraron un sonido menos combativo, más contemplativo.
Murió el 15 de septiembre de 2008, víctima de cáncer. Tenía 65 años. La noticia fue recibida con una mezcla de tristeza y reconocimiento: Wright no fue el más visible, pero sí uno de los más esenciales. David Gilmour lo definió como “la fuerza tranquila” del grupo. Su legado no está en los solos, sino en los espacios entre notas. Ahí donde la música no dice, pero sugiere.